Figura representando a la diosa azteca del agua Chalchiuhtlicue, una de las piezas subastadas este miércoles en París BENOIT TESSIER REUTERS

A pesar de las peticiones, advertencias y hasta amenazas de México, el mazo cayó implacable este miércoles durante la subasta organizada por la casa Millon en París. Una, dos, tres, más de un centenar de veces. Y con cada “adjudicado”, se iba una pieza de una colección privada de arte precolombino que, según sospechan las autoridades mexicanas, procede mayoritariamente de su patrimonio cultural y podría contener además “imitaciones creadas recientemente”, pero que la empresa organizadora de su venta asegura es “irreprochable”.

Las más de 120 piezas de la colección que los franceses Jean y Manichak Aurance acumularon desde comienzos de los años 60 del siglo pasado fueron subastadas en poco menos de tres horas, por un valor total de 1,2 millones de euros, según la casa responsable. Las obras fueron vendidas a precios muy variados, desde los 900 euros de una Venus de la fertilidad de Tlatilco de la época preclásica moderna, entre los años 1.200 y 600 AC, con que comenzó la subasta, hasta los 377.000 pagados por una figura de una diosa azteca del agua Chalchiutlicue de la época imperial (1.521 a 1350 aC) que acabó multiplicando su precio de salida, que era de entre 40.000 y 60.000 euros.

La incertidumbre sobre si la venta se llevaría a cabo o acabaría suspendida, como pretendía México, se mantuvo casi hasta el último momento. Antes de proceder a la subasta del primer lote, el presidente de la casa de subastas, Alexandre Millon, no dudó hacer referencia a la “presión mediática desmesurada” y se felicitó porque, “por suerte, se ha hecho justicia” y las autoridades francesas han acabado permitiendo la subasta de una colección “conocida mundialmente por sus tesoros auténticos, de origen irreprochable”.

“El homenaje de Manichak Aurance a su esposo no se verá arruinado”, celebró y señaló que tanto la Oficina Central de Bienes Culturales de Francia como el servicio de Aduanas “han intervenido para controlar la regularidad de la integralidad de esta venta”.

La celebración de la subasta ha supuesto una derrota diplomática para México en lo que el canciller, Marcelo Ebrard, ha calificado de “lucha contra el tráfico de patrimonio histórico”.

“Pese a las gestiones emprendidas hace varios días, no hemos conseguido que la casa de subastas cancele la venta”, admitió, por su parte, el embajador en Francia, Juan Manuel Gómez Robledo. Según el diplomático, México se dirigió, en un primer momento a la casa de subastas, para tratar de frenar la venta. Ante la “negativa absoluta”, el Gobierno del país latinoamericano recurrió a canales diplomáticos con sus homólogos franceses, que también fueron en vano. En paralelo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia interpuso una queja ante el Ministerio de Justicia de Francia, la última esperanza de los mexicanos, pues aún no ha sido resuelta.

México tuvo constancia de la subasta el pasado 27 de agosto. Un peritaje del catálogo de subastas en líneas permitió identificar que cerca de las 20 piezas a la venta serían de reciente manufactura, aunque se anunciaban como piezas de valor arqueológico. Una vez se tuvo conocimiento, se activaron los protocolos correspondientes para emprender acciones legales, de acuerdo con las leyes de conservación de patrimonio mexicano, que establecen estos bienes culturales como “inalienables y que gozan de absoluta imprescriptibilidad”.

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha criticado a la casa de subastas, a quien acusa, con esta venta, de “fomentar las excavaciones ilícitas, el saqueo, el tráfico ilícito y las falsificaciones”, así como de privar a las piezas arqueológicas de su esencia cultural histórica y simbólica, “reduciéndolas a objetos de decoración, que socavan la integridad de las culturas y por ende de la humanidad entera”.

“No nos corresponde juzgar la historia ni la legitimidad de las reivindicaciones, ni la moral en general, más allá del prisma de un marco estrictamente jurídico”, replicó este miércoles la casa de subastas francesa, que insistió en que había recibido el visto bueno de las autoridades galas. “Seguimos convencidos de que la subasta, gracias a su transparencia, la garantía de origen, de trazabilidad y de autenticidad sigue siendo el acompañamiento ideal al circuito de museos para garantizar la proyección cultural de los países”, agregó antes de empezar a blandir el mazo.