Ricardo Salinas Pliego está decidido a mantener viva una confrontación política con el Presidente de la República bajo una argumentación legaloide, relacionada con el impago de impuestos, y una retórica de ultraderecha que parece apoyar sin mucho disimulo la alicaída figura de Xóchitl Gálvez, pero que, en el fondo, implica el desarrollo de un proyecto de instalación en México del pensamiento libertario, como forma partidizada de ultraderecha.
Al estilo de Donald Trump, Javier Milei o Jair Bolsonaro, el empresario Salinas Pliego recurre a la estridencia en redes, el insulto a sus críticos u opositores, la exacerbación de ánimos polarizantes y la proposición de presuntas salidas extremas a los complicados problemas de una sociedad, la mexicana, que en ciertos segmentos (ni remotamente mayoritarios, según la famosa encuesta de Reforma) no encuentra respuesta en políticos y partidos tradicionales.
En el fondo del activismo de Salinas Pliego en redes sociales, que se ha ido intensificando a lo largo de los cuatro años recientes, está la instrumentación de una rebeldía política y cívica para propósitos mercantiles, como parte de la gran tentación que se mueve en torno al dueño del Grupo Salinas: la incursión en política, que ya ha practicado su hija Ninfa, quien fue senadora por el Partido Verde, e incluso algunos personajes de su equipo directivo, que han asumido cargos legislativos y gubernamentales (un ejemplo notable: Esteban Moctezuma Barragán, quien condujo durante muchos años la Fundación Azteca y fue nombrado por AMLO como secretario de Educación y, actualmente, embajador en Estados Unidos).
La construcción de la figura pública de Salinas Pliego se ha fundado en la exaltación de una riqueza exhibida ostentosamente, el fomento de seguidores genuinos o articulados en redes sociales y un discurso de combate a los gobiernícolas de hoy, sin reparar en que los gobiernícolas del pasado priísta y panista le permitieron hacerse de la red televisiva pública, llamada Imevisión, gracias a las selectivas políticas privatizadoras de Carlos Salinas de Gortari (cuyo hermano, Raúl, prestó a la palabra casi 30 millones de dólares para que Salinas Pliego completara el pago por lo que luego sería Televisión Azteca) o que en 2003, durante el gobierno descabezado de Vicente Fox, se hubiera producido el asalto de particulares al Cerro del Chiquihuite para hacerse de lo que hoy es el canal televisivo ADN40.
En la actual batalla por el tema de los impuestos por cobrar, y el posicionamiento político e ideológico, Salinas Pliego emitió la noche de este martes un video de adelanto a lo que al otro día develaría el presidente López Obrador en cuanto a la totalidad de los adeudos en litigio, unos 63 mil millones de pesos. Con un tono sibilino, llamando amigo a López Obrador (quien mantiene el mismo tono, ha de suponerse que en cada vez más disminuido agradecimiento por apoyos televisivos en campañas anteriores o en cuidadosa planeación de posteriores respuestas duras al amigo), el empresario de Azteca acusó a la administración actual de extorsión y corrupción.
López Obrador reiteró que el empresario debe presentar pruebas, para que el mismo Presidente active los mecanismos judiciales correspondientes, pero Salinas Pliego respondió en redes que un buen gobierno rinde cuentas, no exige pruebas a los ciudadanos. Un mal gobierno protege a la delincuencia y luego exige pruebas a las víctimas.
No le asiste la razón jurídica al empresario: quien acusa debe probar sus acusaciones, no refugiarse en malabarismos retóricos. Y tampoco puede intentar una semejanza con las víctimas quien, desde una posición de privilegio exultante, litiga con costoso equipo legal para lograr quitas, acuerdos o negociaciones sobre decenas de miles de pesos en materia fiscal. ¡Hasta mañana!
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