La coalición Va por México decidió dejar la autocrítica para otro momento y se concentró en guardar las apariencias. Un día después del fracaso en el Estado de México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) refrendaron su compromiso de competir juntos por la presidencia en 2024. El triunfo aplastante del priista Manolo Jiménez en Coahuila ha sido el maquillaje que la alianza opositora ha escogido para cubrir el golpe que se llevó el pasado domingo. No se expresaron mea culpas, ni se reconocieron las señales de alarma, ni se anunciaron ajustes ni se dio respuesta a las críticas en el seno de sus propias organizaciones. En cambio, los dirigentes de las tres fuerzas políticas pronunciaron tres breves discursos de victoria y se retiraron de su primera conferencia de prensa tras las elecciones sin contestar preguntas.
“Competitiva” fue la palabra que más se escuchó en la rueda de prensa de Va por México. El presidente del PAN, Marko Cortés, dijo que a más tardar el próximo 26 de junio la oposición dará a conocer el método para elegir a su candidato presidencial y las reglas internas para asegurar una “candidatura competitiva”. El perredista Jesús Zambrano celebró los resultados y dijo que la alianza “funciona, es potente y competitiva”. El priista Alejandro Alito Moreno destacó, por su parte, que se dio “batalla”. La capacidad de la alianza de construir una candidatura con posibilidades reales de ganar la silla presidencial es justamente su principal incógnita. También su principal razón de existir y su mayor reto. Y es cuando hay más dudas sobre la viabilidad de la coalición que los miembros de la coalición han anunciado que, al menos hasta ahora, se van a morir con la suya. Los integrantes de la alianza, además, afirmaron que la puerta de la candidatura está cerrada para el canciller Marcelo Ebrard, para el senador Ricardo Monreal o para cualquier otra corcholata que no encuentre acomodo en Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador.
“Tenemos con qué y con quiénes”, afirmó Cortés, en respuesta a otra duda: la infructífera búsqueda de la coalición de un perfil atractivo para convencer a sus propias militancias y, sobre todo, a la ciudadanía. El PAN, socio mayoritario entre los opositores, ha sido el más cuestionado por su decisión de sostener la alianza con un PRI en terapia intensiva y un PRD al borde de la desaparición. Es también el más presionado al no encontrar la fórmula para despertar a la figura (casi mítica) de la mayoría silenciosa, aquella que decidió quedarse en su casa el día de los comicios en el Estado de México (la participación rondó el 50%) y que a un año de las elecciones de 2024 es su último reducto de esperanza.
“Tenemos que reconocer que no logramos despertar la participación de la mayoría de la sociedad”, reconoció el dirigente panista, en una de las pocas declaraciones que escapó de la lógica triunfalista y de control de daños tras el descalabro de la priista Alejandra del Moral en tierras mexiquenses. Después cada uno de los líderes partidistas salió a buscar culpables, como el “abstencionismo” o lo difícil que es revertir una “elección de Estado”, incluso salió salpicado el gobernador Alfredo del Mazo, señalado por ausentarse de la campaña y dejar plantados a los miembros de Va por México cuando tocaron a su puerta. “No es una justificación, pero hay que decir las cosas como son”, comentó Zambrano.
Poco se salió del guion que Cortés y Alito Moreno escribieron en las últimas semanas. Así como se insistió en la narrativa de un “empate técnico” en la recta final de la campaña de Del Moral, Va por México anticipó durante semanas que el marcador global era un “empate” a una gubernatura por bando, en un intento de blindarse ante las críticas. Pero lo cierto es que los feudos en disputa no eran iguales. Manolo Jiménez gobernará a poco más de 2,5 millones de votantes en Coahuila. Delfina Gómez, a más de 12,5 millones de electores en el Estado de México. Ahora, Va por México proclama un “empate en votos obtenidos”, dicen haber sacado 3,5 millones de votos en ambos feudos en disputa, al parejo que Morena, un consuelo que parece saber a poco.
“La duda no era quién iba a ganar, sino cómo iba a ganar”, explica Roy Campos, presidente de la encuestadora Consulta Mitofsky. Importaban mucho las formas. Al margen de ganar o perder, era más revelador cómo se ganaba o se perdía, por cuánto y qué sensaciones dejaba la jornada electoral. Y las sensaciones son amargas para la oposición. Para Horacio Vives, académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México, “el resultado está dentro del esperado” y en el rango de lo aceptable por la ventaja con la que partía Gómez.
En cambio, el diagnóstico de Miguel Eraña, académico de la Universidad Iberoamericana, no da lugar a medias tintas: “Están en un hoyo”. “No tienen candidatos ni candidatas que sean arremolinadores o detonantes de unidad ni un personaje que los encause en 2024, en cambio, hay una horda de camarillas que están peleando lo que vaya a quedar”, sentencia el abogado constitucionalista. En la opinión de Eraña, esta elección es una muestra de que “la alianza se está derrumbando y no acabó de cuajar”.
“Está claro que Va por México no solo es sólido, es contundente”, dijo Alito Moreno tras acompañar a Del Moral en Toluca, a unos minutos del cierre de casillas. La jornada electoral dejó una imagen que será difícil de olvidar. Cuando la coalición salió a proclamarse ganadora de los comicios estaba toda la plana mayor, pero tres horas y media después, cuando había que reconocer la derrota, la candidata se quedó sola.
Ni su vieja maquinaria política, ni las alianzas con sus antiguos rivales, ni la promesa de una remontada de su candidata han frenado una derrota priista con tintes inevitables. Y quizás nadie apostó más al fracaso del PRI para hacerse fuerte rumbo a 2024 que Movimiento Ciudadano, vilipendiado por no sumarse al bloque opositor y acusado de traición por hacerse a un lado y no competir por la gubernatura en Coahuila ni en el Estado de México. El PAN y el PRD dijeron que la formación naranja todavía podía sumarse al frente opositor. Alito, en cambio, insistió en que eran “lacayos” de López Obrador y ninguneó su peso político como aliado.
“Nuestro movimiento no se sumará al titánic de Va por México”, reviró el senador Dante Delgado, enterrando la posibilidad de reeditar la coalición de 2018 con el PAN y el PRD. Ante la disyuntiva entre anaranjados y tricolores, el PAN de Cortés ha insistido en que la alianza con el PRI está firme rumbo a 2024, pero el sometimiento del Partido del Trabajo y el Partido Verde en Coahuila a favor de Morena, aun cuando se resistieron hasta la última semana de la campaña, fue un recordatorio de que no hay nada escrito en piedra. “Para Movimiento Ciudadano, el desafío sigue siendo el mismo, ellos pueden decidir hasta el último momento seguir con su propia candidatura o sumarse a una coalición más amplia”, comenta Vives.
“Morena está sentado en las gradas viendo cómo se destruyen los opositores”, afirma Campos. La contienda interna del partido del presidente ha empezado antes, está mucho más definido que el de la oposición y tiene perfiles mucho más reconocibles entre la población, comenta el encuestador. “La oposición empieza atrás en las preferencias, en posicionamiento, en unidad”, agrega. Pese al ruido de sables y a la noción permanente de crisis, Eraña considera que aún es demasiado pronto para ser lapidarios, pero asegura que la oposición necesita tomar medidas urgentes para ser una opción competitiva. “Es cambiar o morir”, afirma.
Con la obsesión de ganar la presidencia, los miembros de Va por México han dado por sentado que ellos son los representantes legítimos de amplios sectores de la población que no están de acuerdo con el rumbo del país, que ellos son la oposición. Lo paradójico es que después de cinco años, no han logrado hacerse de ese grupo de votantes y son cada vez más quienes no se sienten representados. Lo paradójico es que cuando sus militantes le piden ser el “cambio”, ellos se atrincheran en las fórmulas de siempre. Lo paradójico es que cuando arrastran con las peores cifras de su historia reciente, las convierten en las partituras de sus marchas triunfales. Y, al final, así lo reflejan los resultados.