David López Jiménez, conocido como "El Cabo 20", presunto autor intelectual del asesinato de Margarito Martínez, fotoperiodista asesinado el 17 de enero de este año en Tijuana (México).

Tiene 32 años, una altura de 1,74 metros, una cicatriz de tres centímetros en el pómulo izquierdo y muchos enemigos. David López Jiménez, alias El Cabo 20, se convirtió en el terror de las calles de Tijuana, Tecate, Ensenada y San Quintín desde que decidió ir por libre en 2019, abandonar al cartel Jalisco y aliarse con quien pudiera para seguir subiendo peldaños en el crimen. Las autoridades lo acusan de ser el “principal generador de violencia en la zona costa de Baja California”, es decir, de haber ordenado la mayoría de los asesinatos que se han cometido en esos municipios en los últimos años. Uno de los más sonados, el del periodista Margarito Martínez, cuya muerte en enero y la de otra compañera Lourdes Maldonado en menos de una semana en Tijuana, obligó al país y al mundo a mirar de nuevo a este rincón violento de la frontera norte de México. Este miércoles ha sido capturado por el Ejército, fuerzas federales y estatales en Nuevo León, a más de 2.000 kilómetros de su tierra.

Los tentáculos de El Cabo 20 comenzaron a ampliarse al traicionar a su banda a la que ingresó en 2015. Las autoridades lo señalan como colaborador de los principales enemigos de Jalisco, el cartel de los Arellano Félix —tradicionales caciques de la zona con la mayoría de sus fundadores detenidos o muertos— y el cartel de Sinaloa, con sus muchas vertientes, entre ellas, los aliados de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán y los del legendario jamás capturado, Ismael El Mayo Zambada. El Cabo pactaba con unos y otros con el objetivo de hacerle daño a los de Jalisco, que habían irrumpido en Baja California para controlar una de las fronteras más codiciadas para el tráfico de drogas.

En una amplia investigación elaborada por el semanario Zeta, donde colaboraba Margarito Martínez, que se publicó unos días antes de su asesinato, mencionaba que 32 de sus sicarios estaban identificados. No han sido detenidos. Según sus fuentes policiales, el también conocido como El Lobo estaba acusado de “traficar y asesinar para los Arellano Félix y Los Chapitos [hijos de El Chapo], pero es él quien tiene el control de las calles”, se lee en el reportaje. Con asesinatos, desmembrados y narcomantas, donde adjudicaba falsamente a los de Jalisco parte del terror que él y sus hombres provocaban, trataba de buscarle la ruina al cartel Jalisco en Tijuana.

Su principal bastión, la colonia Sánchez Taboada de Tijuana, se convirtió en un hervidero de muertos en los últimos años. Es en este barrio donde se instalaron los sicarios del cartel Jalisco, donde comenzó la guerra El Cabo 20 y donde vivía Margarito Martínez con su mujer y su hija adolescente. Martínez fue acribillado a balazos a las puertas de su domicilio, cuando iba a subirse a su coche para ir a trabajar. Su familia escuchó los balazos desde el salón. Su hija lo sujetó moribundo con una bala en el cráneo.

Unos días después, las autoridades federales señalaron a López Jiménez como el autor intelectual. Y con su captura este miércoles se cumple la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de “cero impunidad”, pues hasta ahora todos los crímenes —15 en lo que va de año— contra reporteros se habían resuelto con la detención de los pistoleros, pero ni rastro de quién dio la orden. Se cumple además con la misión de descabezar a uno de los principales generadores de terror en sus calles.

Su carrera criminal hasta convertirse en uno de los capos más buscados de la zona comenzó como casi todos, con una detención por robo con violencia en 2010, según informa Zeta. Tenía 20 años. Después vinieron otras capturas más, cada vez por delitos más graves. En 2014, detenido por robo de vehículo en Tijuana. Y en marzo de 2017, ya con posesión de cristal y heroína, como parte de la investigación de un narcolaboratorio en la Sánchez Taboada. Siguió su proceso en libertad.

En 2019, cuando decide romper con el cartel Jalisco, las autoridades comienzan a contemplarlo en lo alto del organigrama criminal. Fue en ese año cuando lo detuvieron en Mexicali acusado de narcotráfico y producir metanfetaminas. Ese día, El Lobo aseguró que su profesión era “cocinero”, explica Zeta que cita a fuentes policiales. En ese mismo año, le atribuyeron además los delitos de desaparición, secuestro y homicidio de un grupo de pescadores el 27 de septiembre. Para finales de ese año, López Jiménez ya figuraba como uno de los capos más sanguinarios, que había desencadenado una guerra entre cárteles en Tecate, Ensenada y Tijuana.

En marzo de 2020 lo volvieron a capturar, esta vez en Querétaro, en el centro del país. Lo responsabilizaban de un ataque armado contra seis guardias estatales de Baja California en enero de ese mismo año. Pero solo le pudieron imputar la posesión de un arma y 300 gramos de cocaína. La justicia permitió que continuara su proceso en libertad.

Este miércoles afronta su sexta captura. Pero los pasos de El Cabo 20 han sido cada vez más ruidosos. El crimen contra el fotoperiodista provocó una ola de indignación en el gremio y creció la presión para el Gobierno de López Obrador, que tuvo que dar explicaciones incluso al Parlamento Europeo que condenó en una resolución la violencia contra la prensa en México. El aumento de homicidios en Baja California hasta el año pasado, puso de nuevo el foco en este rincón tradicionalmente violento por su lugar estratégico en las rutas del narcotráfico. Y hace unas semanas, las ciudades donde el capo tenía el control, fueron incendiadas por hombres armados que bloquearon carreteras con coches y trailers y generaron el terror y el pánico que no esperaban volver a vivir desde hacía muchos años, cuando la guerra contra el narco inundó todo de 2006 a 2012.

El Gobierno de López Obrador declaró que las respuestas recientes del crimen organizado —el incendio de locales y bloqueo de carreteras en cuatro Estados y asesinatos de inocentes al azar en Ciudad Juárez— son la respuesta de un “narco debilitado” ante los recientes golpes. El experto en seguridad Eduardo Guerrero contaba en una entrevista a este diario que las detenciones que ha llevado a cabo el Ejecutivo han sido exitosas y han logrado bajar los índices de violencia en un 10% en términos generales. Aunque reconoce que el narco está “más fuerte que nunca”, la captura del Cabo 20 supone un paso más en la estrategia de seguridad del presidente. Una política que mantenía el eslogan de “abrazos y no balazos” contra los delincuentes, pero que sin tanta publicidad ni confrontaciones directas ha demostrado más mano dura de la que reconoce públicamente.