El expresidente brasileño Lula da Silva se casa este miércoles en São Paulo con la socióloga Rosangela Silva, en una ceremonia íntima. RICADO STUCKERT (RS)

Ninguna otra boda ha sido tan anunciada en los últimos tiempos en Brasil. Luiz Inácio Lula da Silva, de 76 años, se ha casado este miércoles con la mujer a la que presentó públicamente al salir de la cárcel, Rosangela Silva, de 55 años. Aquel día de 2019, el expresidente que ahora aspira a un tercer mandato proclamó exultante ante la multitud: “Mientras estaba preso conseguí la proeza de echarme una novia que incluso ha aceptado casarse conmigo. Tiene coraje”. Conocida como Janja, es una socióloga y veterana militante del Partido de los Trabajadores (PT) que acompaña a Lula en mítines y reuniones de campaña. No es raro que tome la palabra en esos eventos. A ella se le atribuye la modernización del discurso de Lula, que haya incorporado cuestiones de raza, género y medioambiente.

A cinco meses para los comicios, la pareja ha contraído matrimonio en una ceremonia civil y católica oficiada por un conocido sacerdote local, el padre dom Angelico. Ese es el único dato oficial facilitado por el equipo del expresidente. El resto de los detalles se conocen por las declaraciones de allegados o por filtraciones a periodistas locales. La boda se ha celebrado en un local de fiestas de la zona sur de Sâo Paulo, informa el diario O Globo.

Como ambos querían un enlace íntimo, decidir los invitados fue un verdadero rompecabezas. Fueron al final unos 150, incluidos la expresidenta Dilma Rousseff o el cantante Gilberto Gil. Entre los ausentes, el compositor Chico Buarque, de viaje en Europa. A Lula le han acompañado sus cinco hijos, nueras, yernos, nietos, pero no sus decenas de sobrinos. Para que la lista no se les fuera de las manos, los novios pactaron invitar solo a los amigos de ambos. Ese requisito ha dejado fuera a algunos de los hombres que han acompañado a Lula a lo largo de medio siglo en la primera fila de la política brasileña. También ha estado el equipo de Lula, incluidos sus guardaespaldas.

Janja es la tercera esposa de Lula, que perdió a la primera, Maria de Lourdes, en 1971 durante el parto del que iba a ser su primer hijo. Su segunda mujer y madre de sus hijos, Marisa, falleció en 2017, cuando él ya estaba inmerso en los procesos judiciales después anulados. El exmandatario es un romántico que repite como un mantra que el amor vencerá al odio.

La novia vestía un diseño en blanco roto firmado por Helo Rocha. Es un vestido cubierto por bordados artesanales realizados por las mujeres de una pequeña ciudad, Timbaúba dos Batistas, en Rio Grande do Norte, uno de los Estados gobernados por el PT. Un corte clásico que contrasta con las camisetas con la imagen pop del Lula de los años ochenta que le gusta lucir en los actos políticos más informales.

Para proteger su privacidad y mantener el control absoluto sobre la imagen que proyectan, prohibieron a los invitados que entraran con el teléfono móvil al evento. Lula tiene un fotógrafo de cabecera, Ricardo Stuckert, que es la sombra del expresidente y el autor de la foto más comentada de la pareja.

Los Silva se han casado tras haber convivido desde que él recuperó la libertad. Estuvieron instalados en el piso de São Bernardo que fue el hogar familiar de Lula durante décadas, para mudarse recientemente a un barrio burgués de São Paulo.

Darse el sí quiero y hacerlo ante un sacerdote puede ser la culminación de una gran historia de amor o un gesto político ante millones de electores en el conservador Brasil. O las dos cosas al mismo tiempo. Las mujeres evangélicas, mayoritariamente pobres y negras, son consideradas un colectivo crucial en esta elección.

Janja tiene carné del PT desde 1983, poco después de la fundación del partido. Ella era entonces una adolescente y él, un sindicalista que combatía la dictadura. Con los años, él se convirtió en el primer obrero que gobernó Brasil. Ella desarrolló toda su carrera profesional en dos empresas públicas, la hidroeléctrica Itaipú y la eléctrica Eletrobras, donde llegó a ostentar altos cargos. Poco después de que Lula fuera excarcelado, su entonces novia pidió la jubilación anticipada. Tenía 53 años. La edad a la que las brasileñas se jubilaban de media hasta la última reforma.

El plan de Lula era casarse poco después de salir de la cárcel, donde cumplió 580 días de pena por varias condenas por corrupción anuladas por errores procesales. Pero el evento se fue demorando. Primero, por la pandemia y, después, porque fue rehabilitado políticamente e inmediatamente se embarcó en innumerables gestiones políticas para construir una candidatura. Aunque la campaña oficial empezará en agosto, Lula ya ha empezado a recorrer el país en busca de apoyos para sacar del poder al presidente Jair Bolsonaro.

Desde que la presentó a sus compatriotas, el noviazgo ha sido muy público, con un constante intercambio de declaraciones de amor en los mítines o desde sus redes sociales. Este mismo miércoles, mientras cada uno se acicalaba para la ceremonia por su cuenta, proclamaban su amor y felicidad desde sus respectivas cuentas en redes sociales. Él retocó recientemente su biografía tuteira. A “hijo de doña Lindú”, añadió “prometido de Janja”. Se supone que lo retocará de nuevo durante los tres días libres que se van a tomar a modo de luna de miel para actualizar su estatus a “esposo”.

El expresidente, que hace ejercicio y se mantiene en forma, ha dado señales de agotamiento en algunas ocasiones recientes porque desde hace más de un año protagoniza una actividad frenética. Casi todos los días participa en actos públicos o da entrevistas en radios locales de todo Brasil, una estrategia que le permite intervenir en el debate nacional sin depender de los grandes medios, con los que tiene una relación conflictiva. El interés prioritario de esas entrevistas no son los oyentes de esas emisoras. Como se graban y emiten en directo por YouTube, le permiten responder a los asuntos candentes y que su equipo difunda fragmentos seleccionados a los millones que le siguen en redes sociales.