El punto de inflexión llegó en otoño del año pasado, cuando Santiago Nieto vio cortadas en seco sus ambiciones políticas. El presidente respondió con un rotundo ‘no’ a su aspiración de convertirse en el candidato de Morena a gobernador en Querétaro, pero las tensiones en todo caso venían de más atrás. El mediático papel que fue ganando desde su llegada en 2018 a la poderosa Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), con sonados golpes a la corrupción y el lavado de dinero, desde el caso Odebrecht al cerco a los carteles del narcotráfico, despertó pronto recelos tanto dentro del Gabinete y como de otros altos funcionarios. Un protagonismo que lo aupó a postularse no solo a la pelea por una gubernatura, también sonó para tomar el mando de la Secretaría de Seguridad e incluso para la terna de las presidenciales.

Pero se encontró con un muro insalvable: la negativa de Andrés Manuel López Obrador. Consciente de que había perdido el favor presidencial, y según fuentes de Morena, comenzó a tejer una red de influencia dentro de las instituciones proponiendo a gobernadores y alcaldes que le dieran entrada en sus filas a nombres de su equipo de más confianza, buscando un colchón en caso de que vinieran mal dadas. Un movimiento que enrareció aún más el ambiente y que, a la postre, tampoco ha servido de mucho.

Este lunes por la noche, con el detonante de su polémica boda con la consejera electoral Carla Humphrey, fue despedido de su cargo. Su relevo será Pablo Gómez (75 años), un veterano compañero de batallas del presidente en el PRD, curtido antes en el Partido Comunista y con más tres décadas de carrera como diputado escorado en temas económicos. Otra apuesta por la lealtad y los viejos códigos para dirigir una plaza clave que se suma a los relevos recientes en las secretarias de Gobernación, Seguridad o en la conserjería jurídica de la Presidencia.

Ante el canon de austeridad impuesto por el Gobierno de Morena, el argumento oficial de la salida de Nieto ha sido, de nuevo, el exceso. Demasiados focos en su boda, demasiado dispendio, demasiados invitados poderosos, un recital de la política y el empresariado mexicano. Demasiado show, coronado por un maletín con 35.000 dólares en efectivo dentro del avión privado del dueño del diario El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, que había invitado al jet a la secretaria de Turismo de la capital, Paola Félix Díaz, despedida el mismo sábado.

Tanto Ortiz (36 años) como Nieto (48 años) representaban satélites no alineados en el universo Morena, un partido joven que ha necesitado nutrirse de cuadros de fuera de su entorno natural ante su vertiginoso crecimiento. Ella, una figura también mediática con un pasado en el Partido Verde y él, originario del conservador Querétaro, con una trayectoria como alto funcionario técnico en diferentes fiscalías y otro polémico despido por parte del Gobierno priista de Enrique Peña Nieto. El perfil de Gómez, sin embargo, encarna tanto por edad como por carrera, salvo algún resbalón como haber sido –aún en las filas del PRD– secretario técnico del Pacto por México, anatema del presidente, una de esas figuras de “solvencia moral” que tanto valora López Obrador.

Arrinconado por la progresiva decadencia del PRD, Gómez dio el salto a Morena en 2017 para sumarse al bando de otros históricos cuadros experredistas, como Porfirio Muñoz Ledo, que hoy conforman el ala más ortodoxa, los guardianes de la esencia del proyecto, donde también se sitúa la alcaldesa capitalina Claudia Sheinbaum, la favorita de López Obrador según todas las quinielas dentro del partido para la carrera presidencial de 2024.

El nombramiento de Gómez sigue la estela de los últimos movimientos dentro del Gabinete. Como los de Rosa Icela Rodríguez o María Estela Ríos, elegidas para llevar las riendas, respectivamente, de la Secretaría de Seguridad y de la Consejería Jurídica de Presidencia después de haber escoltado a López Obrador durante sus años al frente del Gobierno de Ciudad de México. O el de Adán Augusto López, convertido hace un par de meses en la nueva mano derecha del presidente a los mandos de la Secretaría de Gobernación, y con un currículum incluso de cercanía personal con López Obrador desde sus inicios en la militancia priista en Tabasco. O incluso, Rogelio Ramírez de la O, nuevo secretario de Hacienda, un perfil más técnico, pero que acompañó al presidente durante sus años más duros tras la traumática derrota de las presidenciales de 2006. Nuevas piezas para la configuración de un Gabinete de máxima confianza de cara al final del sexenio.