Soraya Jiménez conseguía medalla de oro en halterofilia en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.MARTIN ROSE / BONGARTS/GETTY IMAGES

A Soraya Jiménez se le daban bien todos los deportes que practicaba. Junto a su hermana gemela Magali destacó en natación, en bádminton y en baloncesto, hasta que a Soraya le llamó la atención el levantamiento de pesas… y también se le dio bien. A lo largo de su vida, con mucho sacrificio y técnica, fue superándose a sí misma hasta lograr una carrera meteórica que la llevó en siete años desde los campeonatos locales y nacionales a los internacionales y mundiales.

Soraya supo hacerse un hueco en una disciplina que nadie practicaba en México, lograr los apoyos mínimos de un entrenador y un patrocinador y, sobre todo, superar las barreras de un deporte considerado hasta entonces sólo de hombres. En Sídney 2000 el levantamiento de pesas se abrió por primera vez a las mujeres y Soraya Jiménez hizo historia en la categoría de 58 kilos.

Tocó el cielo el 18 de septiembre, cuando todo México dormía por la diferencia horaria, con su primera participación olímpica logrando levantar 127,5 kilos en dos tiempos y colgándose la medalla de oro, la décima en la historia de México en unos Juegos Olímpicos pero la primera lograda por una mujer. Desde ese momento Soraya se convirtió en la inspiración de muchas niñas y jóvenes en el deporte mexicano en general y en la halterofilia en particular.

Todo apuntaba, por su juventud, a un ciclo exitoso lleno de triunfos, pero en 2002 empezó su calvario, con pesadas cargas con las que Soraya Jiménez no pudo: enfermedades, lesiones, intervenciones quirúrgicas, extirpación de un pulmón y algún que otro escándalo que la fueron retirando poco a poco de la vida deportiva de primer nivel, aunque siempre se mantuvo fiel a sus entrenamientos con las jóvenes promesas.

Su situación física empeoró a la vez que lo hacía la económica y la soledad a la que se vio relegada. Un infarto de miocardio acabó con su vida a los 35 años causando gran conmoción en la sociedad mexicana y en la familia de la halterofilia mundial.

Soraya Jiménez Mendívil nació en Naucalpan (México) tal día como hoy, 5 de agosto, hace 44 años, en 1977. El matrimonio formado por José Luis Jiménez y María Dolores Mendívil tuvo tres hijos, dos gemelas, Soraya y Magali, y un hermano menor, José Luis.

Las hermanas practicaron deporte desde bien pequeñas y destacaron en varias disciplinas. A los 11 años Soraya descubrió la halterofilia y los profesores vieron en ella un gran potencial de conseguir grandes marcas muy por encima de su edad.

Llevaba la pasión por el deporte en el ADN, ya que un tío suyo, Manuel Mendívil, había sido medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 en equitación. Él fue su mayor inspiración deportiva y a la vez su mayor motivación para figurar en la pared de medallistas olímpicos mexicanos.

A los 16 años la joven levantadora de peso consiguió su primer triunfo internacional con un tercer puesto en la Copa NORCECA de Colorado Springs (Estados Unidos) en la categoría de 54 kilos, levantando 120 kilos.

Soraya Jiménez hizo frente a las dificultades y a la discriminación de un deporte que en los Juegos Olímpicos solo era para hombres, así que, cuando en 1997 el COI aprobó la participación femenina en halterofilia, todo su trabajo se volcó en la siguiente cita olímpica, Sídney 2000. Consiguió que la empresa de gas en la que trabajaba su padre la patrocinara y encontró un entrenador búlgaro en quien confiar, Georgi Koev.

Pero el deporte de alto nivel empezó a hacer mella en Soraya con las lesiones en la rodilla que le acompañaron ya durante toda su vida, aunque no impidieron que alcanzara el oro en los Juegos Centroamericanos de Maracaibo 1998 y la plata en los Juegos Panamericanos de 1999. Jiménez Mendívil se entrenó durante un año en Bulgaria, alejada de cualquier distracción, y también echando mucho de menos a su familia.

A pesar del pesimismo que reinaba en la expedición mexicana a Sídney tras logar solo una medalla en la anterior cita de Atlanta 96 y una mala participación en los Juegos Panamericanos, Soraya Jiménez sabía que tenía delante la oportunidad de su vida.

En México eran las cinco de la madrugada del lunes 18 de septiembre cuando Soraya, casi inadvertida, se hizo dueña de la competición al conseguir levantar en dos tiempos 127,5 kilos. Su determinación, unida a la mala actuación de la norcoreana y favorita Ri Song Hiu, le valieron la medalla de oro. Después de 16 años el himno nacional mexicano volvió a sonar para la primera mujer en lograrlo.

A las pocas horas Soraya Jiménez era portada de todos los medios de comunicación nacionales convertida en leyenda. El país cayó rendido a los pies y no era para menos, ya que hasta la fecha solo María del Rosario Espinoza en taekwondo, en Beijing 2008, logró otro oro para México.

Sin embargo, Soraya no volvió a ser la misma después de alcanzar la cima deportiva en Sídney. Un aterrador balance de 14 operaciones en la pierna izquierda, la pérdida de un pulmón, tres cuadros de influenza, cinco paros cardiorrespiratorios y una vida con excesos y algún escándalo terminaron por mermar su carrera, su economía y su salud, hasta caer en el olvido de quienes la habían adulado, aunque nunca del público, que la sigue idolatrando por lo que logró.

El calvario para Soraya comenzó en 2002, cuando la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) denunció que la deportista había falsificado documentos para acreditarse como estudiante de Administración de Empresas y así poder participar en el Mundial Universitario de Levantamiento de Pesas en Turquía. Soraya reconoció su error por las ansias de competir y pidió disculpas por su conducta antideportiva sin ser denunciada.

Algunas semanas después, la Federación Mexicana de Halterofilia informó de que Soraya había dado positivo en un control antidopaje por el consumo de un antidepresivo prohibido por el Comité Olímpico Internacional (COI). Fue inhabilitada durante medio año, pero las autoridades deportivas consideraron que la sustancia, que había ingerido por prescripción médica, no mejoraba su rendimiento, así que la sanción solo tuvo vigencia unos meses. A partir de ese momento, sin embargo, Soraya comenzó un marcado descenso en el nivel competitivo y le retiraron las becas.

En 2004 la situación tocó fondo cuando la deportista anunció su retirada de la clasificación para los Juegos de Atenas. Un desgarro en la rodilla y la falta de apoyos hicieron que Soraya tomara esta dolorosa decisión. A partir de ese momento, la salud de la deportista se vio mermada con continuas intervenciones de rodilla, la extirpación del pulmón derecho a causa de una influenza y un estado de coma que superó debido a otro grave episodio de la misma enfermedad.

En una entrevista en 2010 la deportista reconoció que “me ha dado tres veces influenza y la bacteria acabó con mis defensas. Mi organismo no las produce y una simple gripe me la deben cuidar al máximo porque puede convertirse en neumonía y mandarme al hospital. Sufro de broncoespasmos en la laringe y ya he tenido cinco paros cardiorrespiratorios”, comentó Soraya Jiménez.

El poco dinero que tenía lo invertía en los desplazamientos casi diarios para ver la evolución de sus halteras de la cantera, y para ganarse la vida asesoraba a otros deportivas y estudiaba para convertirse en abogada.

Sin embargo, su repentina e inesperada muerte por un paro cardíaco el 28 de marzo de 2013, cuando tenía solo 35 años, conmocionó a México.

Soraya Jiménez fue un ejemplo de superación para varios deportistas, especialmente para las mujeres que decidieron practicar halterofilia gracias a ella.

Más allá de las condiciones de sus últimos años de vida, su leyenda ha quedado inmortalizada como la primera mexicana en lograr una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. Su legado en el deporte femenino de la halterofilia se vio reflejado en los casos más significativos de Damaris Aguirre y Luz Acosta, ambas ganadoras del bronce en Beijing 2008 y Londres 2012, respectivamente.