La reunión vía internet de la vicepresidenta estadunidense Kamala Harris con el presidente López Obrador decepcionó a los miramares mexicanos que pedían la intervención de la Casa Blanca en México para parar en seco las decisiones de la 4ª-T. Inclusive, se vio a una Harris sin entender qué estaba haciendo.

Los miramares mexicanos son aquellos intelectuales, políticos y organizaciones mexicanas que le piden al presidente Biden la intervención estratégica de los EE. UU. en México para frenar a la 4ª-T. Son la segunda versión de aquellos mexicanos, encabezados por Juan Nepomuceno Almonte, hijo natural de José María Morelos, que fueron al Castillo de Miramar, cerca de Trieste, Italia, a ofrecerle a Maximiliano el trono de México porque los mexicanos solo podían ser gobernados por un Príncipe extranjero.

Entre las últimas expresiones de los miramares mexicanos se encuentran los textos de Enrique Krauze, Jorge G. Castañeda, Héctor Aguilar Camín y Carlos Elizondo Mayer Sierra, entre otros, quienes están pidiendo que Biden frene lo que de manera electoral y en votos los mexicanos no quieren detener. A ellos se suman organizaciones patronales cuyos negocios han sido afectados por el apresuramiento de Palacio Nacional en reformas que buscan restaurar la preponderancia del Estado en decisiones económicas, políticas y sociales.

Lo malo, sin embargo, es que se trata de actitudes que justifican el intervencionismo estadunidense en México para evitar el giro del modelo neoliberal 1979-2018 al modelo populista con semejanzas con los dos populismos mexicanos anteriores, el de Cárdenas y el de Echeverría. El debate ocurre en el momento en que se redefine el equilibrio político-partidista con la elección de los 500 diputados federales. Morena busca mantener su mayoría absoluta y casi mayoría calificada o aumentarla, en tanto que la oposición del PRI-PAN-PRD-Coparmex-INE quiere disminuirla.

El punto central es la búsqueda no sólo del apoyo estadunidense al bloque opositor, sino que los miramares mexicanos quieren que el presente Biden intervenga al viejo estilo imperialista del pasado para bloquear al lopezobradorismo. Hasta ahora, el presidente López Obrador ha ejercido los poderes reales de su investidura, con decisiones que han sido contenidas en el poder judicial. Y el intento por subordinar a ese poder judicial tendrá que decidirse por los mecanismos políticos de la autoridad presidencial y la tensión de la liga de permisividad institucional.

En este sentido, el intervencionismo de Biden y la Casa Blanca en asuntos mexicanos quiere regresar a los tiempos en que Washington ponía o deponía gobiernos por sí o a través de la CIA. El problema de fondo radica en que la oposición de los miramares parece estar decepcionada de su propia menguada fuerza electoral para la definición del nuevo equilibrio legislativo.

Y lo más grave no seria el manotazo imperial en México por un Príncipe extranjero, sino el hecho de que los miramares mexicanos saben que detrás de su petición se encuentra la reconfirmación del proyecto neoliberal mexicano que instauró en 1979-1993 Carlos Salinas de Gortari. En el conflicto con López Obrador se encuentra la disputa por la dirección económica, policía y social del Estado hacia un proyecto nacional de mercado o de Estado.

La gran derrota de los miramares mexicanos estuvo en el aislamiento y renuncia de Martha Bárcena a la embajada de México en Washington, después de haber fracasado en su intento de que el presidente López Obrador se subordinara a la autoridad del presidente Biden y los intereses de la Casa Blanca. La estrategia era desplazar al canciller Marcelo Ebrard Casaubón y poner en su lugar a la embajadora Bárcena como pieza de los intereses geopolíticos estadunidenses.

Lo malo de esta estrategia es que Biden y Kamala, en sus encuentros con el presidente López Obrador, han mostrado poco interés en absorber a México para la lógica de los intereses imperiales de la Casa Blanca y sólo quieren que el gobierno mexicano apoye la contención de migrantes, permita operaciones especiales de la DEA en México y cumpla con rigor los acuerdos reformulados del Tratado de Comercio Libre para expandir los negocios estadunidenses en México.

En la lógica de los cortos enfoques estratégicos de la Casa Blanca, los miramares han quedado desilusionados: Washington no parece interesado en imponer un Príncipe estadunidense en México ni en buscar la conversión mexicana de republica soberana a protectorado gringo.

Política para dummies: La política es de decisiones, no de intenciones.

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