El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, durante el rezo. En vídeo, imágenes del primer rezo en Santa Sofía. FOTO: EFE / VÍDEO: REUTERS

Santa Sofía es ya una mezquita. La antigua basílica bizantina, hasta hace dos semanas un museo, quedó consagrada este viernes con el primer rezo musulmán en su interior. Un acto que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha utilizado para reforzar su doble faceta de líder islámico y nacionalista buscando equipararse a los grandes personajes de la historia de Turquía, en este caso al sultán otomano Mehmet II, conquistador de Constantinopla, con quien lo compara la prensa afín.

Desde primera hora de la mañana, decenas de miles de personas acudieron a Santa Sofía, algunos incluso hicieron noche en la plaza de Sultanahmet para no perderse tan histórico día. Pese a que se habían habilitado numerosos espacios, pronto quedaron desbordados por los fieles que, en este caso, no parecían preocuparse por mantener la distancia de seguridad que recomiendan las autoridades para evitar los contagios por coronavirus.

La ceremonia fue dirigida por el presidente de la Dirección de Asuntos Religiosos, Ali Erbas, que calificó la reapertura de Santa Sofía al culto musulmán como un momento de “resurrección” del islam. El presidente Erdogan, en primera fila y acompañado por líderes políticos turcos y de otros países musulmanes como Azerbaiyán, Qatar y Libia, recitó versículos del Corán, lo que hizo estallar de júbilo a los asistentes, que seguían lo que ocurría en el interior del templo a través de pantallas gigantes colocadas en el exterior.

A worshipper prays during the first Muslim prayers in Hagia Sophia, in Istanbul, on July 24, 2020, since the controversial reconversion of the iconic Istanbul cathedral into a mosque. (Photo by BULENT KILIC / AFP)
Fotogalería: La apertura de Santa Sofía como mezquita
Varias fechas marcan los casi 1.500 años de historia de Santa Sofía: su inauguración en el año 537 por el emperador Justiniano como catedral y sede del patriarcado; la transformación en iglesia católica tras la invasión de los cruzados en 1204, y su vuelta a la fe ortodoxa 57 años después; la conversión en mezquita tras la toma de la capital bizantina por parte del sultán otomano Mehmet II en 1453, y su conversión en museo en 1934 por orden del fundador de la Turquía laica, Mustafa Kemal, Atatürk. Ahora, este 2020 quedará también grabado en los muros de piedra del bello edificio como otro hito. Y su artífice no es otro que Erdogan.

Afirman algunos periodistas cercanos al presidente, que la noche que firmó el decreto de reconversión de Santa Sofía en mezquita no pudo dormirse hasta el alba de la emoción que le embargaba. Todo lo que rodea la conquista de Estambul y la posesión de Santa Sofía es un asunto fetiche para los islamistas turcos. “Santa Sofía es mezquita por el derecho de conquista ejercido por el sultán Mehmet, igual que antiguas mezquitas en España ahora son iglesias”, sostiene el teólogo Ümit Özdemir.

“Constantinopla debe ser conquistada. ¡Que gran ejército será aquel que la conquiste! ¡Qué gran comandante aquel que lo haga!”, reza un hadiz del profeta Mahoma que los islamistas turcos repiten como un mantra. Ya en los noventa, cuando se postuló como alcalde de Estambul y venció, Erdogan llamó a su campaña la Segunda Conquista de Estambul, e instituyó la celebración de la caída de Constantinopla cada 29 de mayo con grandes fastos.

La narrativa que plantea el presidente turco, antaño circunscrita a grupos islamistas o ultranacionalistas, se ha extendido entre la población. Como demuestran las palabras de Nursin, una estudiante de ingeniería informática de 20 años que acudió a Santa Sofía desde la otra punta de Estambul: “Es un día muy feliz, una victoria. Y el hecho de que enfade a nuestros enemigos, me alegra aún más”. Pero, ¿quiénes son estos enemigos? “Todos los que se oponen a convertir Santa Sofía en una mezquita”.

Esta retórica que incide en glorias militares pasadas y presenta a Santa Sofía como un “trofeo de la conquista” asusta a quienes se preocupan por la conservación del monumento. “Es una retórica que espolea el nacionalismo y el islamismo y la supremacía del islam sobre el resto de religiones. Este tipo de discursos puede dificultar el control de las masas dentro del edificio, por eso me preocupa que pueda haber actos de vandalismo en el futuro”, lamenta Tugba Tanyeri-Erdemir, profesora de la Universidad de Pittsburgh y especializada en patrimonio religioso.

El Gobierno turco asegura que cuidará de los tesoros artísticos del interior como ha hecho siempre. De momento, los suelos de mármol han sido cubiertos por alfombras de color turquesa y los mosaicos figurativos tapados con sábanas. Así se mantendrán durante las horas del rezo y serán destapados cuando se permita la visita de los turistas. Pero Tanyeri-Erdemir cree que las dos semanas que han pasado entre el decreto de reconversión y su apertura al culto no son suficientes para planificar un correcto uso que no dañe el monumento.

La Unesco ha expresado su preocupación por la conservación de un edificio que es Patrimonio de la Humanidad. Un comité de este organismo revisará próximamente qué medidas tomar, que podrían suponer su exclusión de la lista o etiquetarlo como monumento en riesgo. El Gobierno de Grecia ya ha mantenido una reunión entre varios ministros y su embajador ante la Unesco para liderar una campaña internacional contra la transformación en mezquita.

Pero Erdogan afirma que se trata de una cuestión de soberanía turca y no parece que le importen las reacciones internacionales. Tampoco a sus seguidores. “Es un lugar muy importante para el mundo islámico y también es una muestra de nuestra independencia ante las presiones de otros países”, opina el matrimonio de Mehmet y Ayse Günaydin, turcos que residen en EE UU, pero han aprovechado sus vacaciones para acudir este viernes a la inauguración: “Los demás países ya se acostumbrarán a que Santa Sofía sea una mezquita”.