Cualquiera podría pensar, con una pizca de luz feminista, que si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fuese mujer, se le juzgaría más duramente. Y viceversa: de ser Hillary Clinton un hombre ganaría en respeto. Eso esperaba encontrar la profesora de Economía María Guadalupe cuando junto a un director de teatro planteó el experimento Her opponent (Su oponente) A partir de los cara a cara electorales de 2016, transmutó los géneros de los dos candidatos a través de actores y lo llevó a escena en Nueva York. Los resultados fueron inesperados, la visión del público sobre los dos políticos cambió. Guadalupe, barcelonesa de 44 años afincada en París, donde dirige el laboratorio de investigación de la escuela de negocios internacional INSEAD, condujo otra prueba. Pretendía saber si modificando mensajes animaría a mujeres a ser programadoras web, un entorno fundamentalmente masculino que les abriría la puerta a un sueldo tres veces mayor al que conseguirían de plantearse una carrera más femenina. Recientemente compartió sus hallazgos en un foro sobre Economía de Género en la Fundación Ramón Areces.
Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de representar a Trump como una mujer y viceversa?
P. ¿Cuál fue el resultado del experimento?
R. Muchas de nuestras opiniones están formadas de una forma subconsciente. Cuando ves al personaje, a Trump, cualquier cosa que diga te va a parecer mal. Cuando dejas de verle, eres más capaz de escuchar lo que dice. Al representar Her opponent el público comentaba: “Ahora entiendo por qué ganó Trump”. No es que les guste el mensaje, pero entienden bien cómo conecta con la gente. A Clinton la entrenaron para tener un comportamiento no verbal de sumisión y cuando ese papel lo hace un hombre resulta totalmente anacrónico. Los espectadores se preguntan por qué está sonriendo y por qué no pelea, Todo el bagaje de agresividad de Trump desaparece cuando es una mujer. Parece más suave. Somos más capaces de escuchar cuando no tenemos estos perjuicios respecto al personaje. Creemos que les pasa a los demás, pero no, todos los tenemos.
P. Her opponent es también un caso práctico en las escuelas de negocios. ¿Cómo reaccionan los alumnos?
R. A los anglosajones Trump como mujer les parece más cálido y por lo tanto más próximo. Si ves los debates Hillary está más encorsetada y pierde la conexión de autenticidad. Trump está más natural y eso para la conexión con el votante es importante. Y otra cosa que sale es lo fácil que es manipularnos. Lo único que estás viendo es un debate de personalidades. La personalidad es lo que define que sea buen político.
P. ¿Qué otros estereotipos o prejuicios han estudiado?
R. Los hombres se sobrevaloran en habilidades matemáticas, típicamente masculinas, e infravaloran sus capacidades verbales, más femeninas. Las mujeres, al contrario, siguiendo el estereotipo. Hicimos un experimento en Perú en 2016. Igual que en otros muchos países hay muy poca representación de mujeres en tecnología. En ese año solo un 7% de los desarrolladores web eran mujeres.
P. ¿Cómo lo hicieron?
R. Trabajamos con una empresa que entrena mujeres para que se conviertan en desarrolladoras. Hicimos dos grupos. A uno de ellos le mostramos en la web mensajes convencionales. Al otro le dábamos un mensaje que contrarresta el estereotipo de que las mujeres no van a tener éxito en tecnología. Anunciábamos que tendrían acceso a una red de mujeres cuando se graduaran y les ofrecíamos un modelo, una mentora.
P. ¿Qué ocurrió?
R. Se presentaron el doble de mujeres tras leer el mensaje que contrarresta el estereotipo respecto al otro grupo. Siguiendo los prejuicios tomamos decisiones sobre nosotras mismas que nos perjudican. Se forman creencias por las que pensamos que no lo vamos a hacer bien. Sin estereotipos la vida de las mujeres cambia. La pregunta es cómo deshacerlos porque son muy fuertes.
P. Repitieron el experimento en México.
R. Sí. En total fueron 6.000 mujeres. De las que vieron el mensaje tipo postularon el 7% y de las que les llegaba el más favorecedor se presentaron el 15%, es decir, el doble. Había tres ideas que queríamos transmitir: que la mujer puede tener éxito en este tipo de trabajo, que tendrían acceso a una red de mujeres y que dispondrían de una mentora. Analizamos qué información es la más importante de las tres. Y resultó más valiosa la de contar con una modelo. Los resultados son iguales en dos países y momentos distintos.
P.¿Qué aprendió usted con esta investigación?
R. Lo fuerte que es el estereotipo. Lo importante que es la educación en nuestro desempeño. Con una pequeña intervención se pueden transformar radicalmente las decisiones de carrera laboral de las mujeres, que de otra forma acabarían siendo recepcionistas en el sector servicios o secretarias. Da un poco de miedo cómo pequeñas cosas deciden hacia dónde llevamos nuestras vidas.
P. ¿Qué hay que hacer, en su opinión, para combatir los estereotipos?
R. Yo estoy aquí y le he dicho a mi marido que traiga a mi hijo, por ejemplo. Cuando estamos en un hotel y vemos la televisión (en casa no tenemos) comento los anuncios cuando las mujeres están cosificadas, o desnudas. Mi hijo tiene 5 años y viene con los mensajes de la escuela diciendo las niñas no saben hacer esto. Yo le respondo: Soy una niña. En mi casa no escucha eso. Hay estudios que muestran que si hay profesoras de matemáticas existe más posibilidad de que las niñas estudien matemáticas. Hay que tener referentes, ejemplos. Yo creo que una representación 40/60 de los dos sexos sería lo ideal
P. ¿En qué trabaja ahora?
R. En cómo diseñamos instituciones para que el efecto del estereotipo sea el mínimo posible. Estoy en un proyecto con una consultora en la que están trabajando en las entrevistas de empleo. Piensan que la manera en que entrevistan favorece a los hombres.