Partido Verde Ecologista de México.Fuente: Cuartoscuro

Envuelto en constantes escándalos de corrupción e incongruencias políticas, el PVEM quedó arrumbado en el octavo y último lugar en el Palacio Legislativo de San Lázaro.

Con el abandono total de su principal compromiso cuando obtuvo su registro condicional, en 1991, como partido político, de “no contaminar la causa ambiental con torcidas actitudes tradicionales de los políticos”, pasó de 42 curules que tuvo ya como cuarta fuerza política nacional, a sólo 11, para ubicarse en el último lugar del tablero.

Así, el Verde, que cambia de color cada sexenio, dejó de ser apéndice por el PRI y el PAN y hoy busca ya refugio en Morena como aliado.

Con las negociaciones y el cambalache de curules y escaños con el PRI y Morena, lejos quedaron sus frases de “estamos en pro del medio ambiente” y “cuidamos los intereses de los ciudadanos”.

Señalado como “partido franquicia”, el PVEM defiende la vida, pero está en favor de la pena de muerte –como promesa y bandera de campaña electoral–, y hoy hasta podría asumir el compromiso con su nuevo aliado de votar en favor de la despenalización del aborto.

Desde su origen, el partido ha sido criticado por su desnaturalización y las incongruencias en el discurso, al grado que exmilitantes, analistas y organizaciones no gubernamentales comparan a ese partido con una franquicia que se “alquila” al mejor postor en defensa de las posiciones que le reditúan popularidad y votos, aunque no coincidan con sus postulados ambientalistas.

El discurso que maneja como partido va en contra de las leyes y reformas que ha aprobado, como la reforma energética y su defensa de la Ley General de Aguas, aun cuando esto represente abrirle la puerta a la depredación ambiental del país mediante la explotación de hidrocarburos por fractura hidráulica (fracking).

Varios de sus líderes han sido cuestionados por corrupción, compra de propiedades en zonas turísticas, consumo de alcohol, drogas y hasta muertes.

Las incongruencias electoreras del Partido Verde incluyen el exceso en productos rotulados como papel para envolver tortillas, bolsas de plástico, lentes, tarjetas de descuento, calendarios, millones de folletos, encendedores, banners y otros formatos clientelares nada ecologistas.