Cuatro medios internacionales en concertada difusión de presuntas filtraciones de la DEA y de funcionarios estadunidenses, más una inusitada revelación de números telefónicos de diversos políticos y periodistas, han precipitado la agudización de una batalla electoral que en realidad conlleva la definición, tal vez a largo plazo, del modelo de país al que aspiran las mayorías nacionales.
El presidente López Obrador tomó de bote pronto la más reciente fabricación periodística, a cargo de The New York Times, y la convirtió en bandera de defensa de la soberanía nacional, con evidente implicación electoral inmediata. Si el diario neoyorquino, o alguno de sus tres antecesores en el uso de filtraciones fofas, también en clave electoral (mexicana y estadunidense), logran probar las acusaciones que han hecho, se habrán anotado un éxito periodístico que favorecerá a la oposición a la 4T.
Pero, si no es así, si todo queda en lo que hasta ahora de manera tan deficitaria han presentado esos medios, habrán regalado a López Obrador la extraordinaria oportunidad de inflamar el espíritu nacionalista y desatar una retórica de combate que suele dársele bien al tabasqueño en momentos críticos.
El tema de fondo, que no debería perderse de vista, se refiere a la instrumentación de cuatro medios internacionales que sin la calidad profesional básica han publicado versiones de presuntas entregas de dinero del crimen organizado a campañas presidenciales de López Obrador, lo cual dio sincronizado pie a que Xóchitl Gálvez solicitara en Estados Unidos ayuda intervencionista para no dejar caer a la supuesta joven democracia mexicana y al desarrollo de una campaña supermillonaria en redes sociales para ligar al narco al Presidente y a la candidata oficialista a la sucesión.
Dicho tema de fondo, sin embargo, ha sido desplazado de manera relampagueante por la difusión de números telefónicos personales que inició en la conferencia presidencial matutina y luego se extendió a las candidatas presidenciales y a personajes con presencia partidista y mediática de diverso signo.
Las develaciones fueron enfrentadas también de distinta manera por los afectados. Varios en la 4T aseguraron que provenían de ánimos vengativos de la oposición por el manejo presidencial respecto a los datos de Natalie Kitroeff, corresponsal de The New York Times en México; algunos opositores, como Xóchitl Gálvez, aseguraron que Claudia Sheinbaum y otras figuras de la 4T buscan victimizarse.
El propio Presidente protestó ayer por la supresión en YouTube de la mañanera en que difundió el número telefónico de la corresponsal Kitroeff (ya editado, sin esa parte, el video fue subido de nuevo a tal plataforma). Es una actitud prepotente y autoritaria. Están en plena decadencia, dijo.
En ese contexto, el entorno político y electoral se ha enrarecido con rapidez, como adelanto del rudo intento de los opositores por descarrilar el proceso electoral en el que lleva delantera sostenida Claudia Sheinbaum. Con la llegada del calderonista Max Cortázar a la coordinación de comunicación social de Xóchitl Gálvez, se desató la campaña de propaganda sucia que en 2006 se usó contra López Obrador, no sólo en busca de etiquetarlo como peligro para México en función del presunto nexo con el narcotráfico: también circulan ampliamente en redes sociales trabajos audiovisuales de confección profesional que pretenden reinstalar el ambiente de odio y miedo, como en 2006.
Vale insistir en la apuesta xochitleca en busca de intervencionismo extranjero para objetar los resultados electorales de junio. La oposición sabe que será muy difícil remontar los resultados negativos que la demoscopía les atribuye una y otra vez y, por ello, ha decidido enfangar el proceso electoral y buscar su anulación. Estrategia muy peligrosa en la que están dispuestos a crear las condiciones para tal invalidación, en los términos que consideren necesarios. ¡Hasta mañana!
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