Una familia mira en la televisión un partido de la selección de Colombia, en Medellín, el 28 de junio de 2018. JOAQUIN SARMIENTO (AFP)

El economista Juan Pablo Posada cuenta que llegó al sector de las apuestas en Colombia por medio de sus investigaciones académicas sobre el mundo del crimen. No se opone ni sataniza la existencia de estos negocios, reitera, pero conoce de cerca sus claroscuros y por eso sigue su galopante evolución como uno de los dínamos de la economía en los últimos años: haciendo un ponderado de 2021 y 2022, según el DANE, los juegos de suerte y azar han generado alrededor de 1,7 de cada 100 pesos del Producto Interno Bruto, más que la fabricación de textiles, ropa y calzado todo junto. Además, es el sector económico que más creció.

Los resultados del año pasado indican que el negocio de las ruletas sigue arrojando beneficios. Se trata de un hallazgo respaldado por los datos de la estatal Coljuegos, una entidad adscrita al Ministerio de Hacienda que administra el monopolio de los juegos de suerte y que el año pasado facturó 796.536 mil millones de pesos, un 18% por encima del ejercicio anterior (613.000 millones).

Juan Daniel Oviedo, exdirector del DANE y hoy aspirante a la Alcaldía de Bogotá, desgrana los resultados. Explica que, debido a las etiquetas utilizadas por la entidad, basadas en el sistema de cuentas genérico de Naciones Unidas, el sector queda encastrado bajo el engañoso capítulo de “Actividades artísticas y de entretenimiento”, que creció un 42,2% entre el cuarto trimestre de 2021 y el mismo período de 2022,

El economista llama la atención: “A primera vista, la gente puede pensar que los conciertos, el cine y los espectáculos deportivos o la economía naranja están jalonando el crecimiento”. Nada más impreciso, agrega. Las dos actividades que más pesan dentro de ese capítulo son “los juegos de suerte y azar, seguidos por un segmento que se denomina ‘otras actividades personales’, donde se mide el valor agregado que genera, por ejemplo, el servicio doméstico”. A saber: el 80% de los aportes de las actividades artísticas y de entretenimiento, que sumó 1,2 puntos porcentuales al PIB del país en 2022, provenían de las apuestas y de la remuneración salarial a las empleadas en los hogares colombianos. En el otro 20% están, ahí sí, los gastos en espectáculos incluyendo el cine.

Para hacerse una idea más completa de la foto anterior bastaría con mencionar que la tasa de crecimiento de los juegos de azar, siempre según datos oficiales, tiene un peso similar al aportado en los últimos dos años por la ganadería y es ligeramente superior a la refinación de petróleos y mezcla de combustibles. En concreto, los dos apartados que cosecharon más ingresos en 2022 fueron los casinos y bingos (319.710 millones), alentados por la reapertura, seguidos por los juegos y apuestas por Internet (255.376 millones).

Un asunto, por lo demás, asociado al cambio de hábitos espoleado por los confinamientos, que desembocó en medio mundo en un auge de las apuestas en línea. Oviedo recuerda que uno de los efectos de la crisis sanitaria fue que “salimos a consumir como locos. El consumo de los hogares creció 2,5 veces más rápido que lo que venía creciendo antes de la pandemia y se dispararon los gastos en apuestas en Internet. Hoy estamos hablando de un aporte de 21 billones de pesos, de los 1.464 billones que suma el PIB total”.

Para diversos economistas consultados se trata de un rubro lleno de dicotomías, riesgos y beneficios. Más de un analista traza paralelos con el consumo de alcohol o de comida chatarra: generan dinero en impuestos destinados a la salud o educación pero comprenden graves problemas si se convierten en un vicio o adicción. Cifras de Coljuegos señalan que desde 2018 las actividades de azar han transferido unos 2,3 billones de pesos en impuestos, en su mayoría destinados al sector sanitario (solo en 2022 fueron 411.528 millones).

Pero también se han levantado serias dudas sobre la capacidad de generar “producción a largo plazo”, a pesar de que los economistas reconocen que puede funcionar como un buen soporte coyuntural: “no se puede desconocer la externalidad que compensan estos recursos a la hora de financiar programas de salud y educación”, recuerda Oviedo. Desde Coljuegos indican, en la misma línea, que el sector impulsa unos 150 mil empleos directos. Pero los expertos dudan de nuevo, sobre todo en torno a los beneficios a largo plazo.

La pregunta central es: ¿a qué precio? Se trata de actividades muy focalizadas, sostiene una fuente del sector, cuyo valor en realidad se “queda en el servicio prestado, no generan externalidades por su carácter virtual”. Tampoco los casinos físicos, asegura, porque no son mercados, en general, que promueven el desarrollo de más actividades en el mismo lugar: no producen comercio o producción de ropa o de comidas, ni llevan a que se creen oficinas, por ejemplo.

Juan Pablo Posada, economista de la Universidad EAFIT, de Medellín, vuelve sobre el impacto social negativo que genera la ludopatía. “A diferencia de la comida chatarra, o de las bebidas azucaradas”, argumenta, “donde los impuestos y las etiquetas están sustentados, en las apuestas sus costos sociales aún pasan de agache”. Razón suficiente para que Juan Daniel Oviedo consultara artículos académicos de psiquiatría publicados durante la pandemia cuando vio que el comportamiento de las apuestas avanzaba en los indicadores del DANE.

“Los resultados de las investigaciones”, explica Oviedo, “evidencian que durante la pandemia las apuestas y juegos en línea en el mundo le quitaron un peso de encima a muchas personas avergonzadas por el estigma social que tienen los casinos. Ya no corrían el riesgo de encontrarse a su pareja o a un conocido. Además, podían entrar y apostar en casas de todo el mundo desde su celular”. En el caso colombiano el único estudio reciente sobre ludopatía, elaborado por la Universidad Nacional, reveló en 2020 que, tras encuestar a 5.858 estudiantes, más del 19% tendría graves problemas de adicción a los juegos de azar.

El trabajo también señaló que las personas de renta baja corrían mayor “riesgo de generar un apego desmedido al juego”. Desde Coljuegos aseguran que ha habido un esfuerzo para coordinar a entidades del “sector público, reguladores internacionales, gremios y proveedores” para mejorar la regulación, en la que Colombia es pionera en el ámbito digital, y “mayor eficiencia en los recursos generados”.

El economista Posada explica que durante la crisis por la pandemia se sumó otro factor de tipo social: “El Gobierno de Iván Duque entregó los subsidios llamados Ingreso solidario a las personas más pobres. Eso representó una bancarización sin precedentes que se tradujo en mayor acceso a servicios financieros y tarjetas de crédito. Las casas de apuestas digitales encontraron allí a miles de clientes potenciales que ayudaron a la expansión de las apuestas virtuales en Colombia”.

La población colombiana, repiten las fuentes consultadas, ha mostrado un apego histórico por otras formas de juegos de azar, como son las loterías y los tradicionales chances. Se trata de mercados millonarios que, a pesar de los enormes esfuerzos por regularlos, encarnan diversos riesgos acentuados por la esfera digital. En Colombia, al igual que en otros lugares del mundo, hay no pocos indicios de vínculos entre la ilegalidad, el blanqueo de dinero, el amaño de partidos y organizaciones criminales con el mundo de las apuestas. Precisamente es uno de los frentes en los que Coljuegos más ha trabajado: “Hemos bloqueado más de 2.700 páginas web que no cuentan con autorización para operar en Colombia, además de decomisar y destruir máquinas que no cuentan con contratos en todo el territorio”.

Un analista de bolsa que prefirió mantener bajo reserva su nombre indica, en todo caso, que aún se trata de un “rompecabezas al cual todavía le faltan fichas para entender su gran comportamiento”. Se trata de una fuente de recursos que aún resiste con vigor a pesar de la incertidumbre económica y la disminución del consumo. Por eso los economistas no miran precisamente con buenos ojos a esta suerte de mina dorada. El analista concluye: “Pero lo digo desde el punto de vista del sector financiero: hoy a nadie le gusta participar en ese tipo de inversiones”.