Claudia se confiesa con Debayle

Julio Hernández López | Astillero

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– Precandidata anuncia boda
– MD: no para gente jodida
– Otro pleito Alfaro-Padilla

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, hizo ruido mediático ayer al anunciar que se casará con su actual pareja, el físico Jesús María Tarriba. No se obsequió la posibilidad de pedir respeto a su vida privada, pues el aviso lo hizo en una entrevista radiofónica, con amplitud de detalles.

De por sí, es sabido que incluso en términos judiciales los personajes con exposición pública tienen por tal circunstancia un rango menor de privacidad, así que en la especie resulta que la principal precandidata presidencial morenista abrió las puertas de un asunto personal y lo instaló bajo el escrutinio y el debate públicos.

Cierto es que no hay comparación posible con casos de extrema utilización de lo privado como gancho para conseguir promoción electoral, en virtuales términos mercantiles, como sucedió con Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, conocida como La Gaviota, con la vista puesta en Los Pinos.

Pero sí ha generado bulla la forma en que el anuncio fue presentado, pues Sheinbaum escogió un programa radicalmente distinto a los postulados de la izquierda y cotidianamente confrontacional de la llamada Cuarta Transformación.

Martha Debayle, la conductora escogida como confidente y vehículo difusor, nicaragüense de origen y señalada en medios como parte de la familia Somoza Debayle, dijo en 2016, al explicar el posicionamiento mercadológico de una línea de productos con su nombre: yo no hago radio para gente jodida. Martha Debayle Home no es para gente jodida. Las revistas que hacemos no son para gente jodida y los sitios de Internet que hacemos tampoco son para gente jodida.

Añadió la depositaria de las revelaciones amorosas de Sheinbaum: tendemos a subestimar la inteligencia del consumidor mexicano (…) y nosotros, en la compañía, hacemos todo lo que hacemos para gente de primera. Y eso no tiene absolutamente nada que ver con el nivel socioeconómico, ni con el nivel sicodemográfico, ni con dónde viven ni cuánto ganan, porque todo el mundo en este país merece saber que su umbral de merecimiento es mucho más alto de lo que cree, aunque nadie nunca se lo dijo.

En otro tema: en Jalisco se aviva la secuela de una larga disputa entre el ahora gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, y el jefe del grupo político que controla la Universidad de Guadalajara (UdeG) desde tres décadas atrás, Raúl Padilla López.

El factor desencadenante del más reciente episodio de discordia ha sido la reducción de 37 millones de pesos en el presupuesto para dicha casa de estudios, acordado por el Congreso del estado, bajo control de Movimiento Ciudadano, al argumentar que hay dinero público que es utilizado para marchas y manifestaciones correspondientes al interés del mando político de la UdeG, y no para genuinos propósitos universitarios.

A la decisión del Poder Legislativo, impulsada por el gobernador Alfaro, ha respondido la jefatura padillista justamente con marchas y manifestaciones, y con invocaciones a la autonomía universitaria, la libertad de expresión y la democracia.

No se necesita lupa para advertir que el fondo del asunto es una batalla por el poder político. Alfaro, de Movimiento Ciudadano y presunto precandidato presidencial (con zigzagueos en su relación con el presidente López Obrador), pretende derrotar a Padilla, quien ha mantenido relación abierta con la corriente partidista que postuló a Ricardo Anaya en 2018 (con Padilla apuntado para ser secretario federal de Cultura), ahora renombrada como Sí por México (Claudio X, PAN, ¿PRI? y lo que queda del PRD).

La estridencia de la nueva confrontación entre Alfaro y Padilla deja de lado tanto la difícil situación que vive la entidad, con preocupantes actos delictivos cotidianos y una problemática social no coincidente con los discursos gubernamentales, como la evidencia del uso de recursos y poder universitarios para beneficio de una camarilla especializada en apuestas y cobros políticos, legislativos y partidistas. ¡Hasta mañana!

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