Diego Soliveres, Lucía Assué, Anna Marchessi y Emilio Papamija, en el campus de la Academia de Cine en Valencia.

Las palabras y los usos del lenguaje están en constante evolución, así como los diccionarios de los diferentes idiomas. Y lo mismo que pasa con un oficioso diccionario de la diversidad. El debate en este resbaladizo terreno es igual de animado que cuando la RAE asume un nuevo término ¿Cómo designar cada realidad? ¿Quién debe hacer la propuesta? ¿Cuál es el papel de los medios? ¿El uso de ciertos términos busca facilitar la comprensión, mantener la economía del lenguaje o es sólo comodidad y costumbre? Cuatro activistas de otros tantos colectivos minorizados reflexionaron en el campus de verano que la Academia de Cine organizó en València el pasado mes y han editado un breve manual al respecto. Entre los consensos destaca uno: la persona debe ir por delante. Mejor decir persona con discapacidad que discapacitado/a, más adecuado persona que migra que inmigrante, más integrador usar hombre, mujer o persona negra que ese negro/a. Se trata, según explican, de evitar procesos de deshumanización que se producen al centrarse exclusivamente en un aspecto de las personas.

“La inclusión necesita que nos armemos”. Así lo defienden en su manual Diego Solivares, Ana Marchessi, Lucía Mbomío y Emilio Papamija. Su diversidad en este caso es relevante porque fue lo que les llevó a participar en la jornada Comunicar la diversidad. Son personas que han estudiado y reflexionado sobre el lenguaje pero, además, an sufrido y sufren las consecuencias del lenguaje connotativo. Por todo ello defienden el “derecho de autodesignación”.

“Yo encontré un articulo que titulaba Ser subnormal tiene cura. Se han dicho auténticas barbaridades pero hemos dado pasos gigantes desde que éramos minusválidos o disminuidos. Superar la terminología es básico para avanzar”, defiende Soliveres. Periodista frustrado, músico retirado, es ahora director de comunicación y recursos humanos de una empresa de zapatillas en la que toda la plantilla tiene alguna discapacidad. Él es ciego y apuesta por superar también el término integración “porque eso implica que hay algo excluido”. “Lo que queremos es una normalización”, defiende.

“Yo prefiero persona con discapacidad a discapacitado pero si veo que el artículo busca apoyar, ayudar… no me voy a quedar tanto con la palabra”, explica. “Pero es que las palabras importan. Llevamos años de buenas intenciones y de meteduras de pata”, salta Mbomío. Ella es periodista y escritora. Nació en Alcorcón y hay gente a la que aún le sorprende su buen español… porque es una persona negra.

Defiende la necesidad del debate de términos como “punto de partida” y parte de un “camino” pero advierte que no son “un oráculo”. “También experimentamos y tenemos muchas contradicciones”, admite. Eso sí, tiene clara una cosa. “Normal es un programa de la lavadora, cada persona es diversa”, señala y anima a que los periodistas incluyan nuevos colectivos en sus agendas y en sus listas de fuentes para “contar las cosas de otras maneras”.

Otro de los grandes debates actuales de la diversidad es si destacar, contar o ignorar la discapacidad del protagonista de una noticia. “Yo creo que se puede comunicar, como cualquier otras cosa, pero que no sea el estandarte, que no sea el titular. Una anécdota tal vez. Es muy importante el tratamiento de los medios, que no se nos vea siempre vulnerables. Ni víctimas, ni superhéroes”, apunta Soliveres.

“Hay que evitar la excepcionalidad, hay que igualar. Ya está bien de ‘la primera mujer con discapacidad que hace noséqué’”, se engancha Marchessi. Ella es documentalista, guionista, escritora e intérprete. También tiene parálisis cerebral y celebra como hitos lo que han supuesto películas como ‘Yo, también’ o ‘Campeones’. “Pero el discurso siempre debe evolucionar. Hay que contar más cosas, no sólo la discapacidad. Hay que salir de la etiqueta”, reclama. También defiende que por ahora sean personas con discapacidad quienes interpreten estos personajes en la ficción porque son los únicos que se les ofrecen y da más realismo. “Cuando el mundo sea maravilloso, ya veremos”, apunta

El lenguaje inclusivo
Papamija es director de investigación y de representación trans en el Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales y en su discurso se mezclan con naturalidad todes, todas y todos. Él es un hombre trans. “Vemos el lenguaje inclusivo más como un impedimento que como una herramienta”, lamenta. Anima a usar palabras neutras (estudiante o interprete) pero también atreverse a romper convencionalismos con los géneros. La charla, que contó con dos intérpretes en lengua de signos, empezó con un “bienvenidos, bienvenidas, bienvenides” a “los, las y les periodistas”. El uso y el debate están abiertos.

Algunas entradas del glosario de la diversidad propuesto:
Accesibilidad universal: características que deben cumplir los entornos y otros contextos que garanticen a todas las personas su acceso, uso, comprensión y disfrute de manera normalizada, eficiente, cómoda y segura.

Capacitismo: discurso discriminatorio basado en el privilegio y la sobrevaloración de ciertas capacidades por encima de otras

Deadname: del inglés, se traduce como nombre muerto, y es el que tenía una persona antes de su transición y que, tras la misma, ya no se usa.
Hombre trans: se refiere a un hombre a quien se le asignó el sexo femenino al nacer

Mujer trans: se refiere a la mujer a quien se le asigno el sexo masculino al nacer

No binario/e: persona que no se identifica ni como hombre ni como mujer.

Inmigracionalismo: término creado por la federación de ONG Red Acoge que mezcla las palabras inmigración con sensacionalismo para denunciar la cobertura sobre migraciones.

Persona racializada: persona que sufre las consecuencias de la racialización. En contextos occidentales, no blancas.