Imagen de archivo del diputado Chris Pincher, a la salida de Downing Street. AARON CHOWN (AP)

La honestidad de Boris Johson ha vuelto a ponerse en tela de juicio este martes, al acusar un alto funcionario al pimer ministro de faltar a la verdad sobre su conocimiento previo del diputado Chris Pincher, protagonista del último escándalo en el Partido Conservador.

Horas después de que Johnson superara, hace ya un mes, la moción de censura interna en el grupo parlamentario conservador por el escándalo las fiestas en Downing Street durante el confinamiento, Pincher explicaba a quien quisiera escuchar que “Boris” era una máquina insustituible de ganar elecciones. Le acompañaba un joven miembro del partido, a quien pretendía impresionar casi más que a su interlocutor, con el despliegue de análisis político y la demostración de su cercanía con el primer ministro.

El pasado jueves, Pincher presentó su dimisión como número dos del grupo parlamentario conservador (deputy whip, o segundo “látigo”, como se conoce a los encargados de dirigir votaciones en nombre del Gobierno) después de que dos hombres le acusaran de haber intentado meterles mano, en un estado de embriaguez que obligó a sus compañeros a enviarle a su casa en taxi. Ocurrió en el exclusivo Club Carlton, en St. James Street, uno de esos clubes londinenses para caballeros tan del gusto de los diputados tories. De hecho, fue sede central durante años del Partido Conservador. “Querido primer ministro. La pasada noche bebí de un modo excesivo. Me avergoncé a mí mismo y a otras personas, y eso es lo último que deseo hacer. Le pido disculpas a usted y a todos los implicados”, explicaba Pincher en la carta que envió a Johnson. Anunciaba su dimisión como número dos del grupo parlamentario. Downing Street dio por zanjado el incidente. El diputado mantendría su acta y no sería expulsado del partido. Hasta aquí, otro pequeño escándalo de alcohol excesivo y deseo sexual poco controlado.

El problema llegó cuando los portavoces de Johnson insistieron en afirmar que el primer ministro no era consciente de las varias acusaciones vertidas contra Pincher por su continuo acoso sexual a jóvenes asesores y colegas, cuando el pasado febrero decidió colocar al diputado en un puesto tan delicado. Necesitaba desesperadamente tener al frente de la disciplina parlamentaria a aliados fieles, en un ambiente de cada vez mayor rebelión y marejada interna.

El desmentido más dañino
Este martes, la carga de profundidad más dañina contra Johnson ha surgido en forma de una carta sorpresa. Simon McDonald, ex secretario permanente del Ministerio de Exteriores (el alto funcionario de mayor rango en el departamento) enviaba un texto a la presidenta de la comisión parlamentaria de Ética, Kathryn Stone, considerada por el propio Gobierno de Johnson una rival peligrosa con ganas de atrapar al primer ministro en algún renuncio. “Los medios llevan días repitiendo afirmaciones de Downing Street que son falsas. Por ejemplo, que nunca se interpusieron quejas formales contra el Sr. Pincher. No es verdad”, ha acusado McDonald. “El Sr. Johnson fue informado personalmente del inicio y del resultado de las investigaciones [realizadas en verano de 2019]”, ha asegurado McDonald en su carta. En ese año, Pincher había sido nombrado secretario de Estado para Europa y las Américas. Un par de años antes, el excompetidor de remo y simpatizante conservador, Alex Story, acusó al político de realizar acercamientos no consentidos en los que le acarició el cuello, y le aseguró que llegaría lejos en el partido, “comportándose como un Harvey Wenstein de saldo”. Y en febrero de este año, un diputado tory denunció también a la dirección del grupo maniobras de acoso llevadas a cabo por Pincher.

No han sido tanto los distintos episodios protagonizados por el diputado, ninguno con categoría de ilícito penal, sino de nuevo la sensación del modo en que Johnson y su equipo retorcían la verdad, lo que ha vuelto a agitar las aguas en el Partido Conservador. En los días posteriores a que estallara el escándalo, distintos miembros del Gobierno acudían, como conejillos de indias, a los medios de comunicación, para defender versiones que inmediatamente corregía o matizaba Downing Street. Primero aseguró que Johnson desconocía el comportamiento de Pincher. Luego se admitió que el primer ministro había sido informado, pero “que las quejas [contra el diputado], bien nunca se sustanciaron o no llegaron a derivar en un expediente formal”, decía un portavoz del Gobierno. “Hubo quejas formales”, ha detallado McDonald en su carta. “Y el Sr. Pincher no fue exonerado. Caracterizar las acusaciones como ‘no sustanciadas’ es, por lo tanto, incorrecto”, concluye.

El pasado abril, la mayoría de los diputados conservadores, en contra de la orden inicial dada por Downing Street, se abstuvieron en la votación que pidió a la comisión de Ética del Parlamento que investigara a Johnson por posible desacato, ante la sospecha de que había faltado a la verdad en sus explicaciones sobre lo que supo o dejó de saber respecto a las fiestas durante el confinamiento. Esa misma comisión, cuyo informe se espera para otoño, tiene ahora en sus manos una carta que coloca al primer ministro en una situación más incómoda. Muchos de los diputados conservadores que organizaron la moción de censura interna de principios de junio maniobran ya para forzar un nuevo voto antes de finales de año. Deberían cambiar las reglas internas del grupo parlamentario, que impiden la presentación de una nueva moción hasta que no pase un año de la anterior, pero es un mecanismo relativamente simple de llevar a cabo.

“Queda claro que el primer ministro conocía la gravedad de las acusaciones y decidió de todos modos promocionar a este señor a una posición elevada de Gobierno. No ha querido hacer nada y ha mentido sobre lo que sabía”, ha acusado Angela Rayner, número dos de la oposición laborista.

En medio de las continuas calamidades que asolan a Johnson, siempre acude a ponerle el pie encima su exasesor e ideólogo del Brexit, Dominic Cummings. El sábado, en su cuenta de Twitter, recordaba la broma que repetía el primer ministro sobre el diputado en cuestión, un par de años antes de ponerle en la dirección parlamentaria: “Pincher by name, pincher by nature” (Pellizcador de nombre, pellizcador por naturaleza), jugaba Johnson con el doble sentido del apellido de su aliado.