Un grupo de hombres velaban este miércoles a algunas de las víctimas del terremoto en la localidad de Gayan. Foto: EBRAHIM NOROOZI (AP)

Los equipos de emergencia de Afganistán trabajan contra el reloj este jueves para llegar y asistir a las víctimas del terremoto que sacudió la franja sureste del país en la madrugada del miércoles. Más de un millar de personas perdieron la vida por efecto del seísmo, según un balance provisional que podría crecer debido a la gravedad del estado de muchos de los heridos y a que muchas de las zonas afectadas, localizadas en terrenos montañosos, son inaccesibles. A esto se une la falta de medios del país centroasiático, gobernado por los talibanes desde agosto del pasado año, y las fuertes lluvias que han azotado la región en los últimos días. Kabul ha pedido ayuda a la comunidad internacional para atender la emergencia y el primer ministro de Afganistán, el mulá Mohammad Hasán, ha anunciado este jueves, tras una reunión de emergencia en el Palacio presidencial de Kabul, una ayuda de 10 millones de euros (1.000 millones de afganis) para los damnificados.

El seísmo, de magnitud 5,9, se produjo la madrugada del miércoles (hora local) en una zona rural pobre y de difícil acceso, en la frontera con Pakistán. En medio de una grave crisis económica y humanitaria, el temblor sumió a Afganistán en una nueva tragedia, un duro desafío para los talibanes, 10 meses después de recuperar el poder tras la retirada de las fuerzas internacionales lideradas por Estados Unidos. Es el terremoto más mortífero en Afganistán en dos décadas. Más de 1.000 personas han fallecido y 1.500 han resultado heridas en la provincia de Paktika, la más afectada, según las autoridades. Estas cifras no incluirían a las víctimas en la adyacente Jost, epicentro del terremoto. Kabul teme que el número de muertos aumente porque queda mucha gente atrapada bajo los escombros de sus casas derrumbadas. “Las operaciones de rescate han finalizado”, ha afirmado el portavoz de los talibanes en la región, Mohammad Ismail Muawiyah: “No queda nadie atrapado”. Por su parte, fuentes ministeriales han matizado que en algunas zonas concretas prosiguen esas labores de ayuda.

“Es muy difícil obtener información del campo debido a la mala red [telefónica]”, ha declarado este jueves el jefe del Departamento de Información y Cultura de la provincia de Paktika, Mohammad Amin Huzaifa. “Es difícil acceder a los sitios afectados”, ha afirmado Huzaifa, sobre todo porque la zona se ha visto afectada por inundaciones provocadas por fuertes lluvias. Según el canal de información afgano Tolo News, al menos 400 personas han muerto por el temporal, que ha provocado, además, corrimientos de tierra, que han ralentizado las labores de rescate y dañado las líneas telefónicas y el tendido eléctrico.

El Gobierno talibán, que cuenta con un número muy limitado de helicópteros para atender esta emergencia, ha movilizado al Ejército. No obstante, sus recursos financieros son muy limitados tras la congelación de miles de millones de activos en el extranjero y la interrupción abrupta de la ayuda internacional, presente durante los últimos 20 años y que solo ha regresado a cuentagotas desde la vuelta al poder de los integristas.

La ONU ha informado de que al menos 2.000 casas habían sido destruidas, cada una de las cuales estaba habitada por siete u ocho personas. El régimen de Kabul ha pedido ayuda a la comunidad internacional, que se ha negado a reconocerlo hasta ahora, y a organizaciones humanitarias.

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha asegurado que la ONU está “totalmente movilizada” para ayudar a Afganistán, con el despliegue de equipos de primeros auxilios y el envío de medicina y comida. El organismo calcula en 15 millones de dólares (14,3 millones de euros) la inversión necesaria para asistir durante tres meses al país. La población afectada necesita de forma urgente albergue, debido a las lluvias y frío inusual en esta temporada, pero también ayuda alimentaria, agua, higiene y saneamiento, según ha detallado la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, en sus siglas en inglés).

Los talibanes han anunciado este jueves que habían recibido dos aviones cargados de ayuda de Irán y otro de Qatar. Ocho camiones llenos de comida y productos de primeros auxilios han llegado del vecino Pakistán. Además, este jueves, un convoy ha salido de Kabul para atender “a 4.000 personas”: “Con carpas, frazadas y otros artículos de socorro para protegerlos del mal tiempo y atender sus necesidades inmediatas”, anunció el representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Afganistán, Leonard Zulu, en Twitter.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha confirmado que dispone de reservas de alimentos para atender a 14.000 personas en Paktika, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha despachado diez toneladas de suministros médicos, suficientes para 5.400 cirugías y tratamientos médicos para cubrir a 36.000 personas durante tres meses. La Unión Europea también ha manifestado su disposición para “brindar asistencia de emergencia”. Por su parte, Estados Unidos, que se ha declarado “profundamente entristecido”, ha comunicado que están examinando sus “opciones de respuesta” humanitaria.

Insuficientemente equipado, el sistema de salud afgano también está bajo mucha presión. “Nuestro país es pobre y carece de recursos. Es una crisis humanitaria; es como un tsunami”, ha señalado Mohammad Yahya Wiar, director del hospital de Sharan, capital de Paktika. Aparte de asistencia y suministros médicos, los talibanes han pedido el apoyo del programa WASH, encargado de sanear e higienizar el agua para que sea apta para el consumo humano, y evitar enfermedades. “Los brotes de cólera después de los terremotos son motivo de grave preocupación. Ya se han confirmado 500.000 casos de diarrea acuosa aguda en todo el país”, han avisado desde la OCHA: “Los preparativos para evitar un brote están en marcha”.

Afganistán sufre con frecuencia el horror de los terremotos, especialmente en la cordillera del Hindu Kush, que se encuentra en el cruce de las placas tectónicas de Eurasia e India. Estos desastres pueden ser particularmente destructivos debido a la poca resistencia de las casas rurales afganas. El terremoto más mortífero en la historia reciente de Afganistán, con alrededor de 5.000 muertos, tuvo lugar en mayo de 1998 en las provincias de Tajar y Badajshan, en el noreste del país.