CIUDAD DE MÉXICO. Con la publicación de Moi Frida, el actor y dramaturgo Miguel Misha Vaylon recupera los vínculos entre París y la artista mexicana Frida Kahlo, quien visitó la Ciudad Luz en 1939 a invitación de André Breton. Y lo hace a través de una obra de teatro multidisciplinaria y una investigación documental que rescata la historia del único cuadro de la pintora que permanece en Europa.

Este libro es algo más que una obra de teatro bilingüe y una investigación documental, comenta a Excélsior Misha Vaylon. “Es un homenaje visual a Frida a través de un objeto de arte y un viaje sensorial al que invitamos al lector a recorrer los lugares que visitó, con imágenes de fotógrafos mexicanos y franceses, así como una receta de coctel inspirada en Kahlo”, y los textos introductorios del dramaturgo Jaime Chabaud y de la artista plástica Namiko Prado-Araï.

Al respecto, Chabaud asevera que “La Moi Frida de Vaylon es una obra inesperada y atípica dentro de una ya larga lista de piezas que se han escrito sobre el apasionante personaje de la pintora mexicana Frida Kahlo”.

Además, incluye un texto en el que su autor “descorre el velo que cubre su visita a un París, donde se respiraban tiempos de la guerra que desataría Adolf Hitler”, abunda Chabaud.

Existe un archivo en este lugar, y no en el Louvre, con documentos sobre la compra de este autorretrato en 1939, bajo el número /21/6743”, Miguel Vaylon, escritor y dramaturgo.

Y revela distintos momentos de la pintora: “sus temores, su falta de dinero, sus sueños, su rabia infinita contra los surrealistas que la querían echar a su saco, la angustia de que la exposición no se realizara o el pánico por la posible respuesta de un ambiente artístico y culterano cargado de esnobismo y talentos monstruosos, su fascinación por Pablo Picasso, sus amistades, la generosidad y la mezquindad, sus borracheras, sus abortos y maternidad frustrada”.

Por otro lado, está la investigación de Misha, que giró en torno a la supuesta compra de un cuadro por parte del Museo del Louvre. Sin embargo, el autor detectó que no existe el registro de dicha compra.

La luz sobre este enigma llegó gracias a los Archivos Nacionales (en París). Existe un archivo en este lugar, y no en el Louvre, con documentos sobre la compra de este

autorretrato en 1939, bajo el número /21/6743”, explica el también promotor cultural.

Además, el cuadro no se titular Le Cadre (El cuadro), como se pensaba, sino Autorretrato de la artista, explica el autor, el cual dejó a la Galerie Renou & Colle, que propuso su compra al curador del Musée des Écoles Étrangères Contemporaines, quien transmitió la propuesta al director general de Bellas Artes.

Según los registros, dice Misha Vaylon, El cuadro no fue comprado por el Louvre, sino por la Oficina de Artes del Ministerio de Bellas Artes por un monto de mil francos, lo que calcula en 50 mil euros de nuestra época, es decir, un millón 177 mil pesos mexicanos actuales.

El cuadro “fue adjudicado al Musée du Jeu de Paume que, en 1939, presentaba obras contemporáneas de escuelas extranjeras y era un anexo del Musée du Luxembourg, que presentaba obras contemporáneas francesas. Finalmente, el pequeño cuadro (28 x 20 cm) está actualmente en el Centre Georges Pompidou, el único museo de Europa que cuenta con un cuadro de Frida Kahlo en sus colecciones”, asevera.

Sobre el libro, Vaylon explica que el periodo en que Frida estuvo en París es algo de lo que se ha hablado escasamente. “Ahora un poco más, pero cuando escribí la obra (2007) e hice esta investigación (2020-2021) ha habido algunos trabajos dedicados a Frida y a su paso por París, pero al revisar los datos de su estancia –de mes y medio–, sigue siendo un momento interesante por lo que significó”.

De aquel momento “data el mito del cuadro que le compraron, según el Museo del Louvre, y más cosas que le pasaron a Frida en París”, como su desapego de los surrealistas. “Creo que era importante que todo esto saliera a la luz, pero con datos y cartas, así que éste fue un trabajo metódico que realicé entre México y París”.

Por último, habla de la portada del libro: “Ésta fue creada por Rubén Boada, con quien trabajo hace mucho, y el porqué de esa foto es anecdótico. Fíjate que los aretes que lleva en esa imagen son un regalo que le hizo Picasso en París, antes de regresar a Nueva York, como lo dice la obra de teatro y por eso era importante poner esa imagen”.