Cuatro vigilantes de seguridad custodian el instituto de virología de Wuhan, en febrero.KOKI KATAOKA / REUTERS

El mundo sabe ya que la covid-19 se transmite esencialmente por el aire y en lugares cerrados, que afecta más a las personas mayores y a los hombres. Ha comprobado que las mascarillas tienen bastante sentido, aunque no son infalibles, y ha visto cómo, en un tiempo récord, la industria farmacéutica ha logrado desarrollar una amplia y potente oferta de vacunas para combatir la enfermedad. Lo que ignora aún el mundo en este mayo de 2021 es dónde, cuándo y cómo surgió exactamente este nuevo coronavirus que ha causado la peor pandemia en un siglo y que, desde que fue conocido en diciembre de 2019, ha segado casi 3,5 millones de vidas.

El primer foco se detectó en la ciudad china de Wuhan y los afectados parecían vinculados a un mercado de animales vivos. El salto del virus del animal a los humanos allí o en otro lugar no precisado ha sido la hipótesis principal desde el comienzo de la pandemia. La alternativa, que el virus, de origen natural, saltase de animal a humano en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV, por sus siglas en inglés), un laboratorio en esa misma urbe que estudia los virus SARS, y se registrase una fuga accidental, había sido desdeñada como una teoría prácticamente conspirativa, que pocos científicos avalaban y que tenía, entre los gobernantes, al peor embajador: Donald Trump. El entonces presidente de EE UU se había labrado la reputación de difusor de falsedades y aderezaba sus comentarios con ataques al régimen de Xi Jinping y a la Organización Mundial de la Salud. La confusión de esta posibilidad accidental con una fabricación deliberada del virus como arma biológica también le restaba credibilidad.

Hoy, sin embargo, la teoría del accidente del laboratorio ha salido de los márgenes del relato para ingresar en el reino de la verosimilitud. El día 13, un grupo de 18 científicos de universidades de élite, como Harvard, Stanford y Yale, publicaron una carta abierta en la revista Science haciendo un llamamiento para que se considerase “seriamente” la hipótesis hasta que hubiese datos suficientes que permitieran descartarla. El lunes, cuando al doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergología y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, le preguntaron si aún creía que el virus se había desarrollado de forma natural, respondió: “La verdad es que no. No estoy convencido de ello, debemos seguir investigando lo que pasó en China”.

Y el miércoles, el propio presidente Joe Biden publicó un comunicado recalcando que las dos hipótesis son posibles. Nada más llegar a la Casa Blanca, cuenta, encargó a los servicios de inteligencia un informe sobre el origen del coronavirus que recibió a principios de este mes. La comunidad de inteligencia ha llegado a un consenso en torno a “dos probables escenarios”, el del contacto animal-humano y el accidente de laboratorio, pero no ha llegado a una conclusión definitiva. “Mientras dos elementos en la comunidad de inteligencia se inclinan hacia el primer escenario y otro se inclina hacia el último —cada uno con baja o moderada confianza—, la mayoría de elementos no cree que haya suficiente información para determinar que uno es más probable que otro”. Así, ha pedido a sus agentes que redoblen los esfuerzos y le entreguen un estudio lo más definitivo posible en el plazo de 90 días.