En su desangelada pre-pre campaña presidencial por el 2024, el panista Ricardo Anaya Cortés difundió un video que pide –casi exige– la no aprobación de la reforma energética del presidente López Obrador. Lo que el derrotado candidato presidencial del 2018 no dice es que la propuesta actual va a borrar del mapa político la reforma energética del presidente Peña Nieto y su alianza con el PAN y el papel de Anaya como presidente de la mesa directiva en 2013 que desdeñó las objeciones del PRD lopezobradorista.

Desde el sillón y con el martillo de jefe de la mesa directiva, Anaya aceptaba con paciencia las objeciones de la oposición perredista, las sometía a voto económica –a mano alzada– de los legisladores y luego, ante la minoría en contra, pronunciaba las palabras legales pero que negaban negociaciones: “en consecuencia, se desecha”. Hoy es lo mismo.

El debate sobre la reforma energética lopezobradorista se enmarca, quiérase o no, en dos enfoques polares: el modelo neoliberal de la reforma de Peña, el PAN y el Pacto por México para privatizar áreas publica y el modelo de rectoría activa y exclusiva del Estado. Se podrá estar de acuerdo o no, pero el actual modelo eléctrico de plano sacó al Estado de la regulación social del sector, con el dato agravante de que muchos de los funcionarios y legisladores de 2013 hoy trabajan para la industria eléctrica privada.

Las reformas de Peña Nieto en 2013 y 2014 que el candidato López Obrador dijo que iba a borrar si ganaba y que fueron bandera de campaña en contra y a favor salieron del acuerdo secreto del PRI con el PAN y el PRD chuchista en el llamado Pacto por México. El presidente electo quería una agenda legislativa informal, pero el PRI se amafió con el PRD de Los Chuchos ya en pleno proceso de neoliberalizacion ideológica para fijar la segunda generación de reformas dentro del modelo de mercado del gobierno de Salinas de Gortari que prohijó la candidatura presidencial de Peña Nieto.

Este contexto político es inevitable el conflicto. El Pacto por México salió del fondo del proyecto neoliberal salinista de privatización de la economía pública, con la entrega a empresarios de las empresas estatales y paraestatales y la reforma del Estado para pasar, en el modelo conservador de Theda Skocpol, al “estado autónomo” de compromisos sociales, como fijó con precisión Salinas de Gortari en 1985 como arquitecto del proyecto neoliberal de De la Madrid-Salinas.

Las reformas lopezobradoristas a la educación, la luz y el petróleo fueron compromisos de campaña y fijaron la tendencia mayoritaria de votos a favor de López Obrador. En todo caso, la oposición PRI-PAN-PRD que avaló las reformas peñistas no ha sabido darle al debate su verdadero contexto: la cancelación, cuando menos por este sexenio, del modelo económico neoliberal salinista. La nueva mayoría legislativa opera como la anterior tripartidista-peñista.

En la configuración de las candidaturas a las elecciones legislativas federales de 2021 aparecen en la oposición los mismos liderazgos del Pacto por México: el PAN de Anaya, el PRI de Peña Nieto y el PRD de Los Chuchos; y lo grave para esta alianza, reforzada con el sector empresarial que se benefició de la economía neoliberal, es que carece de un discurso analítico, ha sido incapaz de reconocer que las reformas de Peña no beneficiaron a la sociedad y que a final de cuentas todo se redujo al negocio privado.

En este mismo vacío de argumentos, la oposición carece de capacidad política e intelectual para discutir el tema del Estado, de sus funciones y de sus compromisos sociales porque el Estado neoliberal polarizó la distribución de la riqueza a favor de la plutocracia que se beneficio con la privatización, con Carlos Slim Helú al frente de esa nueva casta social multimillonaria en un país de pobres y marginados. La propuesta lopezobradorista busca el refortalecimiento del Estado con la intervención directa en los procesos productivos, en tanto que la defensa opositora quiere que se mantengan los privilegios de la privatización del periodo neoliberal que ha involucrado a Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto.

Las quejas opositoras suenan hipócritas porque en el pasado priísta-panista se dieron las mismas prácticas de uniformidad. Habrá que releer las versiones del debate de la reforma energética de 2013 para revivir la sumisión del PRI, el PAN y el PRD a la compra de votos por el gobierno de Peña Nieto.

Política para dummies: La política efectiva es la que no se quiere discutir, sobre todo cuando están en juego privilegios de riquezas y cargos de pobreza.

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