De nada han servido las amenazas y la violenta represión de la junta militar en Myanmar (antigua Birmania). Centenares de miles de personas han salido masivamente a las calles de ciudades como Yangón y Mandalay este lunes después de que los militares -que tomaron el poder del país tras un golpe de Estado el 1 de febrero- advirtieran de que habría “pérdidas de vidas” si continuaba la “confrontación”. Las manifestaciones y huelgas multitudinarias suceden al fin de semana más violento desde la asonada, con dos personas muertas el sábado en Mandalay, lo que eleva a cuatro el número de víctimas mortales desde el inicio de las protestas hace más de dos semanas, incluyendo un policía.
“Es 22.2.2021, el Día de la Revolución”, anuncia Aung desde su vivienda en Mandalay, donde se toma un descanso tras haber pasado unas horas en las protestas esta mañana. “De momento no ha habido violencia, a diferencia del sábado”, cuenta por mensaje. Entonces, tuvo suerte de formar parte de la protesta que salió mejor parada de las dos que transcurrían en la ciudad, la segunda mayor del país, la que ocupó el centro de la urbe. Mientras, la que surgió alrededor del muelle se llevó la peor parte: allí, la policía y los militares abrieron fuego contra empleados de astilleros que se habían sumado a la huelga nacional. Un hombre y un joven menor de edad perdieron la vida entre los manifestantes, y un policía falleció por heridas causadas durante las protestas, según las autoridades.
La escalada de violencia, que ha llevado a algunos testigos a describir Mandalay el sábado como una zona de guerra, no ha disuadido a los birmanos de salir a las calles de nuevo este lunes. “Tenemos miedo, pero no hay opción. Hoy pueden ser las protestas más grandes que hemos vivido, ya que prácticamente todos los negocios están cerrados pues todo el mundo se ha sumado a las huelgas y manifestaciones… No hay cafés abiertos, ni mercados, ni siquiera puestos callejeros… ¡Todo está cerrado!”, añade Aung, profesor de 25 años.
La generación de Aung está tomando el mayor protagonismo en las protestas, y contra ella se ha dirigido de forma particular la junta militar en un mensaje retransmitido por la cadena de televisión estatal MRTV este lunes. “Los manifestantes están ahora incitando a la gente, especialmente a adolescentes y jóvenes emocionales, a optar por la vía de la confrontación, en la que sufrirán la pérdida de vidas”, subraya el comunicado. Además de las víctimas del sábado, el viernes falleció una joven de 20 años tras recibir un tiro en la cabeza durante unas protestas en la capital, Naypyidó, 10 días antes. Su funeral se celebró también con asistencia masiva el domingo.
Pero la junta no está logrando de momento, con sus amenazas y violenta represión, mantener el orden público. Ya desde esta mañana masivas manifestaciones, que apuntan a ser las mayores desde el golpe, comenzaron por todo el país, en Yangón, Mandalay y Naypyidó, pero también en ciudades más pequeñas como PaThein o Taungoo, como muestran imágenes publicadas por los medios locales. Las principales cadenas de supermercados y fábricas permanecen cerradas, así como las sucursales bancarias, respondiendo a la convocatoria de una huelga nacional en una fecha cuyos dígitos la convierten en auspiciosa para los birmanos: 22/02/21, rebautizada como 2222, evocando a otra relevante, el 8 de agosto de 1988 (8888). Entonces arrancaron unas multitudinarias protestas prodemocracia que concluyeron con un baño de sangre debido a la represión militar.
Aunque por el momento las protestas se celebran de forma pacífica, lo ocurrido el fin de semana y las amenazas de la junta hacen que no se descarte que las Fuerzas Armadas recurran de nuevo a la violencia. La policía en Mandalay está apoyada por soldados de la División de Infantería Ligera 33, de infame reputación; estuvo implicada en las atrocidades cometidas contra la minoría musulmana rohingyá en 2017, cuando los ataques del Ejército –investigados por el Tribunal Penal Internacional de La Haya por constituir un posible genocidio- llevaron a más de 700.000 miembros de esta comunidad a huir de Myanmar al vecino Bangladés.
Desde Yangón, donde también hay una fuerte presencia militar, Terry advierte sobre la supuesta infiltración de militares y policías vestidos de paisano entre los manifestantes. “Tenemos que tomar todas las medidas de precaución posible para protegernos, y observar si las personas que están a nuestro alrededor llevan armas”, cuenta por mensaje. “Podemos ser atacados en cualquier momento, pero eso no parará nuestras protestas. Ahora es actuar o morir para nosotros”, enfatiza.
Cortes de internet
Los birmanos se enfrentan también a los cortes de internet cada noche desde hace una semana, cuando se producen redadas y arrestos que mantienen en vilo a la población. Facebook, por su parte, ha censurado una página en su red utilizada por el Ejército para hacer propaganda.
La escalada de violencia en Myanmar, donde la asonada ha puesto punto y aparte a una transición democrática de 10 años –impulsada sobre todo desde 2015, cuando la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi ganó los primeros comicios semilibres del país-, ha sido condenada por gran parte de la comunidad internacional. Los ministros de Exteriores de la Unión Europea se reunirán este lunes para discutir medidas contra el régimen militar, que depuso al Gobierno civil de Suu Kyi alegando fraude electoral en las elecciones del pasado noviembre, ganadas por la NLD. Singapur, mayor inversor de Myanmar, ha advertido también de consecuencias para el país si continúa la violencia. Al menos 569 personas han sido detenidas desde el golpe, según la Asociación para la Asistencia a los Prisioneros Políticos de Myanmar.