Ceremonia de traslado de la causa contra Trump al Senado de EE UU, este martes. En vídeo, el resumen del debate.BRENDAN SMIALOWSKI (FOTO: EFE | VIDEO: REUTERS)

Estados Unidos ha abierto este martes otro periodo excepcional en su historia al comenzar en el Senado el segundo juicio por el impeachment de Donald Trump. Un año después de que fuera absuelto de los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso, el Senado deberá decidir, por mayoría cualificada de dos tercios, si condena al ya expresidente por incitación a la insurrección, tras el asalto violento a este mismo Capitolio el pasado 6 de enero. Se trata, según dijo al abrir la sesión el líder de la mayoría demócrata, Chuck Schumer, de “la acusación más grave presentada nunca contra un presidente en la historia de Estados Unidos”.

La primera jornada ha estado dedicada a decidir sobre la constitucionalidad de celebrar un juicio por el impeachment de un presidente cuando este ya ha abandonado el cargo. Tras cuatro horas de debate, el Senado ha decidido proceder con el juicio, rechazando el argumento de la defensa de que el proceso es inconstitucional. Pero la votación, de 56 contra 44, en la que solo seis senadores republicanos han votado por proceder, anticipa lo difícil que será para los demócratas conseguir, al final del juicio, los 17 votos republicanos que les darían la mayoría cualificada para condenar a Trump.

Donald Trump juzgado por segunda vez. La historia se repite, pero las profundas diferencias respecto al año pasado eran evidentes desde antes incluso de que se abriera la sesión a primera hora de la tarde. El juicio arranca en un Congreso herido. Los senadores, muchos de ellos testigos del ataque y convertidos en miembros del jurado, llegaban al pleno por los mismos pasillos donde hace un mes se hicieron fuertes los extremistas sublevados. Los centenares de soldados, las vallas y alambradas que rodean el Capitolio son un doloroso recordatorio de la violencia extremista que está en el origen de este segundo juicio y que se rememoró en un estremecedor vídeo al comienzo de la sesión.

El ambiente de absoluta excepcionalidad es la gran diferencia entre los dos juicios, pero no la única. Ahora Mitch McConnell, quien fuera poderoso amo de una cámara cuya mayoría controló durante los últimos seis años, entró a la sala como líder de la minoría. Hoy son los demócratas los que marcan las reglas de juego. Pero, con 50 senadores y el voto de desempate de la vicepresidenta Harris, siguen teniendo tan difícil como hace un año alcanzar la mayoría cualificada de dos tercios que necesitarían para condenar a Trump.

Las máscaras de los senadores, y el hecho de que estos pudieran ausentarse de sus pupitres al contrario que en el primer juicio, recordaban la terrible pandemia que sigue golpeando al país. Algo que los republicanos utilizarán para defender que es innecesario y revanchista, en medio de una crisis que reclama atención urgente, enjuiciar a quien ya no puede ser destituido.

Ese era el primer tema que han tenido que valorar los senadores: si es o no constitucional someter a juicio en el Senado a una persona sobre la que pesa un impeachment, pero que ya no ostenta cargo público alguno. La Cámara de Representantes aprobó el 13 de enero el impeachment del entonces presidente Donald Trump por un único cargo de “incitación a la insurrección”, artículo que remitió al Senado ocho días después, activando la segunda parte del proceso, que arrancó este martes: el juicio por su destitución.

El problema es que ya no hay acusado a quien destituir porque Trump, desde el 20 de enero, ya no es presidente. Algo que convierte este juicio en excepcional y que ofrecía una vía a los republicanos para tratar de evitar que se celebrara. Al día siguiente de recibir el impeachment, 45 de los 50 senadores republicanos votaron a favor de desestimar el juicio por inconstitucional. Una postura que ha sido desde entonces desafiada por influyentes figuras vinculadas al Partido Republicano. El domingo, en un artículo de opinión en The Wall Street Journal citado reiteradamente en la sesión de este martes, el respetado abogado constitucionalista Charles Cooper, conservador, pidió a los senadores republicanos que reconsideraran su postura, pues las alegaciones de inconstitucionalidad son infundadas. Considera Cooper que sugerir que el Senado no puede juzgar y condenar a expresidentes “desafía la lógica”. La Constitución da a la Cámara alta, defiende el abogado, el poder de impedir que los funcionarios condenados puedan volver a ocupar un cargo público.

“Nuestro caso está basado en hechos fríos y claros. Quieren evitar que el Senado escuche siquiera esos hechos”, lamentó en su primera intervención Jamie Raskin, congresista por Maryland al frente de los gestores del impeachment, el equipo de legisladores enviado por la Cámara baja para ejercer de acusación. Lo que cuestiona la constitucionalidad, defendió Raskin, es que “si un presidente comete un delito en los últimos días de su mandato lo hace con impunidad constitucional”.

Raskin alertó contra lo que constituiría “la excepción de enero a la Constitución de Estados Unidos”, en referencia al mes en que se producen los relevos en la Casa Blanca. “Sería una invitación al presidente a hacer lo que quiera cuando se debe marchar, lo que incluye cerrar la puerta por la que debe salir. La excepción de enero es una invitación a las peores pesadillas de los padres fundadores”, argumentó.

El congresista concluyó con una emocionante exposición sobre su propia experiencia el día del asalto, oculto y aterrado en el interior del Capitolio, adonde había acudido con su familia, un día después de enterrar a uno de sus hijos. “Este juicio debe recordar a Estados Unidos cuán personal es la democracia para cada uno de nosotros”, dijo.

El debate sobre la constitucionalidad del juicio permitía a los senadores republicanos tratar de desviar la atención hacia los aspectos procedimentales, evitando así la más delicada decisión de convalidar o repudiar el comportamiento de Trump. Constituyan o no sus acciones los “delitos o faltas graves” que la Constitución establece que merecen la destitución, defendían los senadores republicanos, el Senado no puede juzgarlo porque la misma Constitución no permite juzgar a un expresidente por impeachment. Se trataba de una postura más política que legal. Una opinión basada, más que en un estudio a fondo de los argumentos legales, en la búsqueda de una vía de escape para eludir lo que llevan eludiendo desde el cambio en la Casa Blanca: pronunciarse públicamente sobre el extremismo que rodea a Trump y que, todavía hoy, constituye una parte significativa de las bases republicanas a las que, por su propio interés electoral, no les conviene enfrentarse.

Por eso los demócratas han querido dedicar la primera jornada al debate de la constitucionalidad. Dejar zanjado desde el primer día el tema procedimental, para que los senadores republicanos no tengan más remedio que centrarse, a partir de este miércoles, en el fondo de las acusaciones hacia el expresidente. En determinar si Trump incitó el mortal asalto al Capitolio el pasado 6 de enero para revertir el resultado electoral, en lo que la acusación considera “el más grave delito constitucional”.

“Los presidentes no pueden inflamar la insurrección en su última semana de mandato y después irse tranquilamente. Tienen ustedes que permitir que le juzguemos”, pidió a los republicanos el congresista Joe Neguse, otro de los gestores del impeachment.

“El Senado carece de jurisdicción sobre el 45º presidente porque este no ostenta cargo público alguno del que pueda ser destituido, lo cual convierte el impeachment en irrelevante”, defienden, por su parte, los abogados de Trump, Bruce Castor Jr. y David Schoen, en un escrito remitido a los gestores de la Cámara de Representantes que desempeñan el papel de acusación en el Senado.

“Esto no va de Trump, sino de la Constitución”, ha dicho Schoen, en nombre de la defensa, en su primer turno de exposición. “Esto trata sobre el abuso del impeachment para obtener un beneficio político”, ha añadido.

Castor ha querido alertar sobre el peligro de convertir en casi cotidiano un proceso pensado para ser excepcional. “La mayoría de nosotros hemos vivido tres impeachments”, ha recordado, sumando el de Bill Clinton (1999) y el primero a Trump (2020) al que ahora les ocupa. “El péndulo político cambiará algún día”, ha advertido a los demócratas, sugiriendo que los republicanos podrían buscar venganza cuando regresen al poder. El letrado ha dedicado buena parte de su intervención a argumentar por qué los senadores deberían votar por exonerar a Trump, lo que en realidad es el tema que ocupará a la Cámara a partir del miércoles.

La supuesta inconstitucionalidad del juicio, que quedó descartada este martes, era el primer argumento de la defensa, según los documentos que ha hecho públicos. El segundo es que el discurso que Trump dirigió a sus seguidores el 6 de enero, invitándoles a marchar hacia el Capitolio y urgiéndoles a “pelear como el demonio” está amparado por la primera enmienda, que protege la libertad de expresión. El tercer argumento de la defensa es que lo que persiguen los demócratas es orquestar un “teatro político”. Una función, en todo caso, que se prevé corta, rodeada de excepcionalidad, y cuyo primer acto acaba de comenzar.