Para Roberto Martínez Vara, con abrazo
Fraternal, y a la memoria de Gaby Tena
El escenario de PIB negativo en 2020 por culpa de la pandemia y las expectativas de reanudación productiva reviven el debate abierto por el presidente López Obrador sobre los verdaderos índices sociales del bienestar. El PIB es sólo el indicador de la producción, pero el bienestar se mide por el grado de desigualdad entre la población determinada por las cifras de distribución del ingreso.
En términos generales, las encuestas ingreso-gasto del INEGI revelan que hasta 2018 el 80% de los mexicanos se quedaba con la mitad del ingreso y que el 20% restante acaparaba la otra mitad. La tendencia histórica de estas cifras desde 1934 –en términos generales, con oscilaciones ligeras– echa abajo el mito de que el modelo populista priísta de 1934 a 1983 había logrado el “milagro económico mexicano” de una tasa promedio de PIB sexenal de 6%, porque las tasas de distribución de la riqueza y del ingreso revelaban la desigualdad: ese PIB no se repartía con justicia social.
En este sentido, las cifras del PIB en la pandemia y los escenarios de reanudación productiva revelan que la economía no podrá crecer a tasas promedio anual de más de 2% en los próximos quince años, cuando las cifras de desigualdad social, de marginación de desempleo real y de concentración de la riqueza requerirían cuando menos un promedio de 4% o más para reiniciar un nuevo ciclo de crecimiento con distribución de la riqueza y de 6% si se quiere ir recuperando paulatinamente lo perdido desde la crisis de crecimiento de 1983 a 2020.
El punto clave de una política de bienestar social no radica en la voluntad gubernamental de repartir los pocos recursos que quedan libres en el presupuesto. Las cifras de Coneval, en términos generales, reproducen las conclusiones del INEGI y las refieren en evaluaciones de acceso al bienestar: el 80% de los mexicanos vive con una a cinco carencias sociales y sólo el 20% no padece ninguna carencia.
Aquí se ha registrado el debate en torno al modelo ideal, partiendo del hecho de que es imposible un 100% de bienestar. A partir de los estudios de Vilfredo Pareto, teórico de las elites, se ha llegado a la conclusión de que el equilibrio social debiera ser de 80% de personas sin carencias sociales y sólo una minoría de 20% con problemas de acceso al bienestar.
Las actuales estructuras productivas y distributivas del país hacen imposible revertir las cifras de 80/20 de desigualdad porque no se trata sólo de repartir, sino de tener una riqueza producida para repartir. El PIB promedio de 6% en el populismo priísta y de 2% en el neoliberalismo priísta-salinista fue producto de un modelo de desarrollo y una planta productiva incapaz de generar la riqueza para distribuir. El Estado populista y el Estado neoliberal usaron el reparto de subsidios como mecanismos limitados de distribución asistencialista de la riqueza, aunque con motivaciones más de base social controlable.
Para salir de la trampa del PIB alto sin distribución de la riqueza y del PIB bajo con distribución de subsidios limitados no hay más camino que cambiar el modelo de desarrollo y la planta productiva para aumentar la tasa de creación de la riqueza. El viejo Estado priísta, en sus fases populista y neoliberal-salinista, acotó las posibilidades productivas para no perder el control político del gobierno y del poder.
Los populismos son exitosos cuando sirven a grupos muy localizados; pero ante desigualdades 80/20 carecen de riqueza suficiente para distribuir. Las crisis fiscales de los populismos y las promesas frustradas suelen, de manera pendular, abrir la puerta de regreso de los neoliberalismos tecnocráticos. Si el gobierno de Morena no cambia el patrón de producción y desarrollo y no construye nuevas formas de garantizar la distribución social de la riqueza, las exigencias sociales de los marginados se convertirán en demandas insatisfechas y en votos en contra. El salinismo neoliberal aprovechó esas quejas para gobernar 1983-2018, pero Morena tiene menos espacio de maniobra y podría encarar la crisis social de bienestar –con desigualdades acumuladas por la pandemia– en 2024.
El debate sobre el PIB no es sobre su utilidad/inutilidad, sino sobre su papel esencial en la creación de riqueza a repartir.
Política para dummies: La política es el arte de esconder la realidad…, hasta que la realidad retumba en las calles.
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