(Primera de dos partes)

Hace tres décadas, los corresponsales extranjeros y enviados especiales de la hoy agonizante (tras diez meses de huelga) agencia mexicana de noticias Notimex, dieron cuenta de la censura impuesta por Estados Unidos e Irak a la prensa internacional y las dificultades financieras de los medios estadunidenses durante la Guerra del Golfo Pérsico.

Aquella guerra duró del 16 de enero al 28 de febrero de 1991, tiempo durante el cual Estados Unidos y otros países aliados atacaron a Irak por haberse anexado el emirato de Kuwait en agosto anterior.

El suceso ocurrió en tiempos de crisis financiera para los medios de Estados Unidos porque la publicidad “está en decaimiento”, según informó Notimex el 17 de febrero. Como la cobertura no comenzó con la intervención de los aliados, sino con la decisión iraquí de anexarse Kuwait, para esa fecha ya los medios trabajaban en la información correspondiente.

Pero, según reportó Notimex, un estudio indicaba que “el mantenimiento de corresponsales en Irak, Arabia Saudita, Jordania, Egipto y los Emiratos Árabes”, era insostenible y fue necesario para los medios estadunidenses recortar gastos, despedir personal y pasar a la cobertura de noticias menos costosas.

Para la agencia mexicana, entre tanto, el conflicto en la región árabe representó la gran oportunidad de tener mayor presencia internacional y demostrar el profesionalismo de su equipo periodístico. Para ello envió a reporteros y corresponsales a los países donde emanaba información, incluido el propio Irak.

Quien primero fijó reglas para limitar el trabajo de los periodistas en el campo de batalla, fue el gobierno saudita. El 18 de febrero Notimex informó desde Riad que la autoridad local había emitido “nuevas reglas” para evitar que los informadores “se acerquen a la frontera de Arabia Saudita con Irak y Kuwait”, si bien algunos ya habían llegado sin escolta a ese punto, y puesto con ello “en peligro su vida y la de los soldados”.

Según la nota, “las nuevas medidas tratan de evitar que los comunicadores extranjeros llamen la atención de sus posiciones”, y Arabia amenazó con retirar acreditaciones o incluso expulsar del país a quienes no las respetaran.

Así, el Ministerio Saudita de Información limitó el acceso a las bases militares a un “pool de prensa británica, estadunidense y francesa” y los demás informadores extranjeros deberían mantenerse a cien kilómetros de Jafyi, una ciudad distante 12 kilómetros de la frontera.

También se les prohibió utilizar teléfonos portátiles vía satélite y circular sin acompañamiento por determinadas carreteras. Y no podían “llevar equipos antigases químicos o ropas militares”, salvo que fueran acompañados por miembros del ejército o “durante una llamada de alerta”.

Notimex informó desde Washington que el secretario de la Defensa, Dick Cheney, había cancelado las ruedas de prensa y dicho que “no revelaría un solo detalle sobe la masiva operación terrestre ordenada por el presidente estadunidense George Bush para expulsar a Irak de Kuwait”.

El corresponsal de Notimex en Washington, Mauro Espinoza Fernández, amplió el mismo día una información de la NBC y dijo que se trataba de “una censura total de prensa”. Y dio otras informaciones que estuvieron basadas en versiones de otras fuentes, pero no confirmadas por el Pentágono.

A Cheney le atribuyó haber impuesto “la más estricta censura de prensa en Estados Unidos desde la era de la II Guerra Mundial” y suspender “las sesiones informativas, tanto en el Pentágono como en el comando central aliado en Riad (Arabia Saudí) hasta nuevo aviso”.

En esa ocasión el jefe del Pentágono “eludió repetidas interrogantes” y adujo que “las vidas de miles de nuestros soldados” dependen de la reserva estadunidense en la divulgación de detalles, por lo cual “a partir de este momento, debemos limitar lo que decimos”.

Finalmente, dijo “comprender la solemne obligación” del gobierno con sus ciudadanos y confió “en que ellos comprendan que nuestra política (de censura) es necesaria para salvar vidas”. (Concluirá)

(Versión resumida de un trabajo del autor, de casi 4,500 palabras, con referencias bibliográficas y hemerográficas).