A sus 22 años, Pablo Quintana ha viajado por medio mundo. Su hermano Jesús, de 24, también. Han residido en Perú, Bolivia, Paraguay, Filipinas o Mozambique, entre otros destinos. Lo han hecho siempre siguiendo los pasos de su padre, Jesús Quintana, ingeniero forestal, sociólogo y experto en desarrollo rural sostenible. En todos esos viajes, la familia jamás había vivido una experiencia tan intensa como la vivida desde la tarde del sábado, cuando un grupo armado secuestraba al progenitor en Colombia. Las poco más de 48 horas hasta su liberación, este lunes, fueron las más difíciles de sus vidas. “Han sido días muy duros, un remolino de emociones que aún no terminamos de procesar”, han contado los hijos, que residen en Málaga desde la pasada primavera, cuando su padre se fue a vivir al país andino. Ahora, tras nueve meses separados, todos cuentan las horas para reunirse en la Costa del Sol para Navidad. “Empezó como una pesadilla y ha acabado como un sueño”, ha subrayado Jesús Quintana hijo.
El sábado por la tarde su padre viajaba por la región del Cauca, al sur de Colombia, cuando se encontró con un control en la carretera cerca de la ciudad de Toribío. Quienes le pedían la documentación no eran policías, sino miembros de un grupo criminal organizado que opera en esta zona montañosa. Cuando vieron sus credenciales, se lo llevaron a las montañas. “Intentan detectar personas a las que puedan sacar rendimiento”, destaca Tomás González de la Oliva, jefe de la unidad central de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV). Al conocer su trabajo como director del Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT) y su estatus de diplomático, los guerrilleros lo tomaron como rehén. Las malas noticias llegaron pronto a Málaga y sus hijos no sabían siquiera cómo contarlo a los abuelos. “La angustia nos ha quitado el sueño”, afirman.
Que le haya tocado a él ha sido “por azar”, según González de la Oliva, cuyo equipo pensó, desde el mismo momento en el que tuvo conocimiento de los hechos, que el secuestro “iba para largo”. “No contábamos con obtener información seria hasta enero”, ha dicho el responsable policial. “Por la zona, la idiosincrasia de los grupos que operan allí y experiencias de otros secuestros familiares pensábamos que esto podría durar meses”, cuentan desde el grupo de negociadores de la Policía Nacional que ha asistido a los familiares de Quintana. Fueron ellos quienes pusieron sobre la mesa todos los escenarios de cómo podría transcurrir el rapto a corto y largo plazo. “El objetivo es que estuvieran preparados para lo que pudiera pasar”, aseguran los negociadores, que también preparan psicológicamente a la familia y le dan pautas de cómo actuar en caso de que los secuestradores se pongan en contacto con ellos, algo que suele suceder en los primeros días. “Esta vez no ha hecho falta porque ha ido todo sorprendentemente muy rápido. Ha sido el mejor escenario que nadie podía pensar”, apunta otro negociador mientras recuerda el ejemplo de Ingrid Betancourt, excandidata a la presidencia de Colombia y que estuvo seis años (entre 2002 y 2008) en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Con la operación policial abierta, ninguno de los investigadores quiere desvelar detalles de los dos días que Quintana ha estado secuestrado. Ni siquiera aventuran un posible responsable de los hechos, aunque en la zona operan disidentes de las FARC, grupos paramilitares y el Ejército de Liberación Nacional —última guerrilla activa en Colombia— que se disputan el control del territorio y las rutas del narcotráfico. Los agentes tampoco han contado si ha habido algún tipo de rescate o intercambio para la liberación del ingeniero malagueño.
Tras su puesta en libertad, el propio afectado habló unos minutos en 13TV y aseguró que habían sido miembros de las FARC quienes se lo habían llevado, pero también que lo habían tratado de manera digna, que no hubo violencia física y le dieron de comer. “Yo no era un objetivo, nosotros somos neutrales. Al final parece que la presión y el convencimiento de que yo no hago nada en contra de ellos han llevado a la liberación”, decía Quintana, cuyos hijos no se creyeron que estaba en libertad hasta que vieron una foto suya y las fuerzas policiales y gubernamentales se lo confirmaron. Poco después, la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, confirmaba la buena noticia en Twitter.
Los policías españoles, que destacan el trabajo de sus homólogos colombianos, han explicado que la repercusión internacional y la presión social del entorno han sido un factor a tener en cuenta. “La labor de Jesús está siendo muy importante porque está intentando cambiar la agricultura de la zona introduciendo nuevas variedades que ayuden a subsistir a los agricultores. Es muy querido entre la población indígena, que es a quien va dirigida su labor”, ha dicho Tomás González de la Oliva, recalcando que en estas situaciones “cada detalle cuenta”. Los hijos de Quintana pudieron hablar ayer con él. Según cuentan, estaba “todavía nervioso, pero se encontraba bien”. Los dos hermanos esperan ahora reencontrarse con su padre lo ante posible. “Tenemos muchísimas ganas de poder verlo por Navidad”, han concluido.
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