La fórmula de la felicidad del pueblo sería la siguiente:

Felicidad= PIB+impuestos+gasto social-corrupción
80% población
El problema de la desigualdad social no tiene que ver con su medición, sobre todo si en México hay datos certeros sobre la concentración de la riqueza, el ingreso, el bienestar en el 20% de las personas más ricas.

En diferentes ensayos sobre la distribución del ingreso se tienen registro de la distribución del ingreso en 10 grupos de familias conocidos como deciles. Esta distribución del ingreso ha sido retomada por la Encuesta Ingreso-Gasto que realiza el INEGI con bastante precisión.

La cifra oficial de concentración del ingreso en la encuesta de 2018 es muy explícita: el 20% de las familias más ricas tiene el 49.4% del ingreso, en tanto que el 80% restante se reparte el 50.6% restante del ingreso. Como dato comparativo: en 1958, hace 60 años, el 10% de las familias más ricas acaparaba el 49.3% del ingreso nacional, contra 50.3% del 80% de la población.

Los mecanismos de distribución de la riqueza fueron de 1934 a 2018, populistas, aún en el largo ciclo del neoliberalismo 1083-2018; el decir, el Estado y su política fiscal asumieron la tarea de dotar a las personas de bienestar asistencialista. Pero la disminución de ingresos fiscales, la burocratización y la corrupción fueron disminuyendo la disponibilidad de recursos para las políticas sociales.

En economía se cuantifica el bienestar o la situación de necesidades satisfechas aún de manera mínima en cinco indicadores básicos: vivienda, salud, educación, alimentación y salarios. Pero el gobierno castigaba salarios en aras de bajar presiones inflacionarias y convertía subsidios básicos en salario no-monetario atado a los intereses de los funcionarios sexenales del Estado que buscaban la dependencia social.

La clave del bienestar está en control inflacionario, salarios remuneradores sin subsidios y posibilidades de ascenso social. Las políticas asistencialistas cubren necesidades muy-muy indispensables, otorgan como subsidios algunos beneficios también mínimos y no garantizan el escalafón social.

La felicidad es un estado de ánimo no cuantificable, porque hay pobres muy felices y ricos muy infelices. Y las condiciones de felicidad no tienen más que una forma de resumirse: políticas de bienestar del Estado financiadas con impuestos. El Estado acota la riqueza acumulada y aumenta el bienestar en los pobres.

Más que infeliz, México es un país con polarización social: 80% de mexicanos viviendo con una a cinco carencias sociales y 12 personas con una riqueza de más del 12% del PIB. Esta concentración de la riqueza ha sido aprobada y estimulada por el Estado con una política fiscal que no graba la riqueza.

El país más feliz del mundo es Finlandia. Una nota del sitio web El Confidencial revela que los finlandeses más ricos llegan a pagar el 53% de impuestos sobre su riqueza, lo que permite que el Estado tenga los servicios sociales más amplios del mundo. La fórmula es sencilla: el Estado es la única instancia que puede equilibrar el bienestar y requiere de tres condiciones: impuestos cobrados a los ricos y a los productores, infraestructura social integral e ingresos fiscales suficientes, todo ello garantizada por la tasa mas baja de corrupción. La carga fiscal en Finlandia es de 42.3% en tanto que en México es de 17%; y Finlandia tiene apenas 5.5 millones de habitantes y México se acerca a 130 millones.

El estado económico de la felicidad –en caso de existir– sería producto del modelo Pareto: 80% de personas sin restricciones sociales y 20% de marginados; hoy México está el revés. El modelo de PIF –Producto Interno de Felicidad– dependerá de los mecanismos de distribución de la riqueza para evitar la concentración de la riqueza en el 20% de las familias y para modular la riqueza excesiva vía políticas fiscales.

Minería. Con acuerdos firmes de atención a la emergencia sanitaria, la minería regresa a la producción, luego de un acuerdo del subsecretario federal de Minería con las principales agrupaciones de trabajadores mineros. La minería proporciona casi tres millones de empleos directos e indirectos, representa casi el 4% del PIB nacional y el 8% del PIB industrial. Los lideres sindicales Ismael Leija, Javier Villarreal y Carlos Pavón pivotearon el compromiso y la urgencia de regresar a la producción con normas estrictas de seguridad sanitaria.

Política para dummies: La política es el lenguaje que dice una cosa y quiere decir otra.

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