Mientras Boris Johnson afronta una sacudida interna por su decisión de cerrar el Parlamento británico, los Veintisiete observan el volátil escenario británico desde una robusta posición de unidad. La consigna en el Ejecutivo comunitario es evitar hacer sangre con la crisis abierta en Londres y concentrarse en la creciente probabilidad de un Brexit sin acuerdo. “Boris Johnson ha dicho que el Reino Unido dejará la Unión Europea el 31 de octubre. En cualquier circunstancia, la UE continuará protegiendo los intereses de sus ciudadanos y empresas, así como la paz y la estabilidad en la isla de Irlanda. Es nuestro deber y responsabilidad”, ha dicho este jueves el negociador comunitario, Michel Barnier, pasando por alto la ola de indignación desatada por el primer ministro británico.
La UE observa el examen público al que se está sometiendo la gestión de Johnson desde la placidez del que dice tener los deberes hechos, con un plan de contingencia preparado para activarse en caso de Brexit sin acuerdo. Pero los males del vecino no son un consuelo, ni el divorcio a las bravas es el futuro idílico que imagina la UE, sabedora de que la onda expansiva golpeará inevitablemente a la economía de los Veintisiete. El desconcierto en el lado británico —una constante en el último año— torna la negociación para evitarlo aún más imprevisible. Y la falta de concreción de Johnson, insistente en decir lo que no quiere —la salvaguarda irlandesa—, pero vacilante cuando se le pide una alternativa, mantienen en punto muerto los avances.
“Todavía esperamos que sea posible evitar un Brexit sin acuerdo y esperamos propuestas del Gobierno británico que se ajusten al acuerdo de retirada. A nadie le interesa un Brexit sin acuerdo”, ha afirmado el ministro holandés de Exteriores, Stephan Blok, durante una reunión en Helsinki, según informa Reuters.
Londres no está por la labor de ajustarse al acuerdo de retirada, y la eliminación de la salvaguarda irlandesa —su gran reivindicación ante su tajante negativa a que el Reino Unido pueda seguir en la unión aduanera— supone reabrirlo. Y rechaza el ofrecimiento europeo de cambiar la declaración política para contentarle. Fuentes británicas en Bruselas admiten que el acuerdo está lejos de ser fácil, y afirman que no están dispuestas a aceptar un cambio cosmético. En la mesa de trabajo de Boris Johnson hay propuestas alternativas como la de los tres expertos en Derecho que han lanzado nuevas ideas para que no haya frontera física en Irlanda, pero se desconoce si las utilizará en un intento desesperado por salvar el acuerdo.
Dos meses puede parecer poco tiempo, pero está previsto que la próxima semana haya nuevos contactos con el negociador británico en Bruselas, y el primer ministro Johnson previsiblemente se verá las caras con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en la cumbre de Naciones Unidas en Nueva York a finales de septiembre, con lo que todavía hay margen para un pacto entre Londres y la UE, acostumbrada a los acuerdos al filo de la navaja. Los economistas del banco estadounidense JP Morgan, estiman que la fumata blanca sigue siendo la opción más probable: otorgan al Brexit brutal un 35% de opciones, aunque han elevado el porcentaje este mismo jueves frente al 25% anterior al movimiento de Johnson de cerrar el Parlamento.
Fuentes británicas piden a la UE que tenga la mente abierta en las conversaciones. Y perciben como desproporcionadas las preocupaciones europeas: señalan que los estándares del Reino Unido en campos como la seguridad alimentaria o el medio ambiente son muy elevados, con lo que las diferencias con los europeos serán mínimos. Además, insisten en que si bien no hay frontera física en Irlanda del Norte, sí la hay de divisas y fiscal, y califican la colaboración de las policías de ambos lados como la más estrecha del mundo entre dos Estados diferentes, un modo de decir que la salvaguarda es innecesaria.