Foto Margarito Pérez Retana cuartoscuro Cuernavaca 8 de mayo de 2019.

Cada vez será más difícil ver fenómenos así:
La fotografía del instante en que un sicario amaga con una pistola a varias personas en la plaza de Cuernavaca trepó a las primeras planas de 12 de los 16 diarios de información general capitalinos y seguramente a la mayoría de impresos del país este 9 de mayo, además marcó todos los sitios web de noticias de México.
Esa y otras imágenes las tomó, con cámara, Margarito Pérez Retana, corresponsal de cuartoscuro en Morelos, un reportero gráfico, no un aficionado con teléfono digital.
Luego preguntaremos a Pedro Valtierra, director de la mayor agencia mexicana de fotografías de prensa ¿cuánto dinero ganó la empresa? ¿En qué mejorará su reportero por ese trabajo excepcional? Esas placas tomadas en el momento y sitio justos del hecho con calidad visual e intencionalidad periodística, ¿ayudarán a revitalizar a esta especialidad que parece extinguirse?
Se pueden augurar las respuestas:
La placa principal obtendrá uno o varios premios por la fotografía de noticias más oportuna (algunos reconocimientos de esos son acompañados con dinero)…
El fotógrafo de prensa recordará gratamente esa épica, por mucho tiempo y le estimulará su currículo.
Empero, salvo un pago adicional, probablemente no mejorará su nivel de vida porque, si es profesional convencido, continuará con las angustias cotidianas del resto de los fotorreporteros de México.
Especialidad avasallada
Sobran los diagnósticos probatorios de que las y los reporteros mexicanos son la parte más vulnerable del periodismo. Lo común es el trato laboral como oficiantes, carentes de prestaciones sociales, despidos periódicos injustos e ilegales, riesgos, amenazas, agravios cotidianos y asesinatos.
Y, paradójicamente, a quienes todo lo negativo se les multiplica es los que tienen que andar siempre en la calle en busca del momento justo: las y los fotógrafos y camarógrafos. Es doloroso pero la mayoría trabajan desde el inframundo profesional. Ejemplos sobran.
Hace unos pocos meses, dos directivos editoriales de una empresa corporativa presionaron para que se contratara más reporteros gráficos para sus doce diarios impresos, dos canales de televisión y 20 plataformas digitales; machacaron para que les subieran el salario a los 4 fotógrafos y 4 camarógrafos que ya estaban (varios de ellos no obtenían ni el mínimo profesional que era de casi 7 mil pesos mensuales); gestionaron para que les inscribieran en el seguro social por los riesgos cotidianos, también para que les dieran cámaras porque usan las de su propiedad y cuando se averían no les pagan las composturas.
Resultado: la empresa decidió quedarse sin fotógrafos y contratar como free lance bajo la modalidad outsourcing sólo dos camarógrafos.
Castigada
Poca gente sabe que las y los reporteros gráficos de la ciudad de México tienen 3 o más asignaciones al día, que comienzan a las 8 de la mañana, que normalmente van de un extremo a otro de la ciudad el mismo día, que deben entregar sus imágenes casi en tiempo real. No les queda tiempo para investigar asuntos o hacer reportajes visuales. Sus ingresos son siempre por debajo de sus colegas redactores, algunos logran que sus productos les compre una segunda empresa. En los estados, es peor.
Y encima de todo, en las estadísticas de agresiones verbales o físicas ellas y ellos acapararían la mayor parte porque siempre llegan a donde se dan los hechos para toparse con los guardaespaldas y otros que no entienden su labor. Generalmente no lo denuncian. Una joven fotorreportera me confío que le asombra el día que no sufre un empujón, una mentada de madre o una riña altisonante y pocos se enteran.
Y rebasada
Desde hace años ellas y ellos comparten el diagnóstico de cómo su especialidad tiende a desaparecer: maltrato laboral, menosprecio editorial, poca defensa de sus derechos como autores por ignorancia (derechos morales, de explotación, de reproducción, de distribución, de publicidad, y de transformación). La loza mayor es la irrupción de las cámaras en teléfonos que hacen suponer a todo propietario que es foto periodista, al igual que todo comentarista alharaquiento en redes sociales se siente periodista.
La Revista Zócalo publicó en 2014 un ensayo del fotorreportero Ulises Castellanos donde enlista los avatares que los empujaron más al inframundo.
“Decidí ser fotoperiodista cuando nos amanecimos con el terremoto de la ciudad de México en 1985… era un mundo sin internet, sin celulares… la fotografía era un trabajo químico y visual que nos convertía en una especie de “chamanes” entre la realidad, los hechos y la sociedad. … Éramos especiales pues.
“Antes del 2000 irrumpió la cámara digital… Un nuevo mundo tecnológico se hacía presente, la fotografía digital en su cenit y el fin del negativo. Para 2007, Steve Jobs nos presenta el iPhone y ya nada sería igual.
“Hoy ser fotoperiodista es casi irrelevante, ya no somos únicos, ni tenemos el monopolio de la imagen, y mucho menos de la distribución, hoy en definitiva “cualquiera hace foto”, “cualquiera la distribuye” (…) Los medios invierten más en fotógrafos de sociales y deportes, que en fotógrafos para cubrir el narco. Ahí mejor se esperan a las agencias, y las agencias se esperan a que un FreeLancer local les mande.
“En los medios nacionales, se libra otra “guerra”, la de los diseñadores que se creen editores visuales y que frente a la ignorancia visual de muchos directivos, abusan de su ingenuidad. Por lo que son ellos quienes determinan cual foto y a qué tamaño se irá en las páginas de su diario o revista…
“¿Cuánta fotografía basura circula diariamente en internet? Cálculos conservadores refieren que diariamente se suben más de 300 millones foto en las redes. Unas buenas sin duda, pero la gran mayoría “basura visual” o simples mentiras (…).Lo que produce la gente en redes es gratis, entonces ¿para qué pagarle a un profesional, si el taxista lo va a mandar? Los salarios en los diarios que aún conservan staff de fotógrafos (2014) están arrancando contrataciones de a 5 mil pesos por mes…”
“El fotoperiodismo en México atraviesa hoy la peor de sus crisis mediáticas derivado de tanto manoseo. Apenas hace unos meses golpearon casi hasta la muerte a un colega por retratar una marcha “ciudadana”, ¿quién lo golpeó? ¿Los Granaderos? ¿Judiciales? ¿Policía Federal? No. ¡¡¡los manifestantes¡¡¡ Así como lo lee. Los llamados anarquistas casi matan a Marco Ugarte, fotógrafo de la AP, ¿Por qué? Por hacer su chamba, hacer fotos. Así nada más. ¿Y qué pasó? Nada. Nadie hizo nada”.
Hasta aquí el recuento de Ulises Castellanos.
Por todo eso y más, algunos periodistas también fuimos sacudidos por las imágenes muy periodísticas que logró el 8 de mayo el reportero gráfico de cuartoscuro, de la revista Proceso y otros medios locales en Morelos, Margarito Pérez Retana. Hacía tiempo que no se veía algo así de un fotorreportero mexicano
La reivindicación del reporterismo es una necesidad social porque conlleva también la credibilidad del periodismo y, como dicen los teóricos, abonar a la salud de la democracia. Para esta recuperación son indispensables los otros reporteros: mujeres y hombres que hacen esfuerzos por rescatar la especialidad del periodismo gráfico. Es deseable que haya decenas de Margaritos y les reconozcamos sus aportaciones. ([email protected]).