Un día de 2006 Miguel Bosé le cantaba a la entonces candidata a presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que la amaría “como no está permitido”. La acompañaba a sus actos de campaña, se declaraba “fan” de ella e incluso reconocía que cada vez que se la encontraba le decía “lo guapa que estaba”. Pero ese Bosé, es otro.
El pasado 22 de febrero, el cantante, vestido con guayabera blanca —como muchos de los demás colegas que se subieron ese día a cantar en un concierto benéfico por Venezuela, en apoyo a Juan Guaidó y contra Nicolás Maduro—, sacó a relucir el nuevo Bosé, que llevaba meses gestándose entre polémicas en España, y estalló: “Mueve tus nalgas aquí y haz valer la autoridad que tienes, o si no, para esto no sirves, fuera Michelle”. Unos días más tarde y sin entrar a la discusión con el cantante, la ahora alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, denunciaba torturas y ejecuciones en el Gobierno de Maduro. No le importó, se dirigió nuevamente a ella como “cobarde” y “cómplice”. Unas declaraciones por las que tuvo que emitir dos comunicados pidiendo perdón a la expresidenta y al pueblo chileno.
Contra Nicolás Maduro llegó a decir: “Maduro, pedazo de malnacido, sabíamos que eres incompetente, ignorante, farsante, dictador, marioneta, corrupto, narco, cobarde, criminal, pero ahora ya sabemos que eres el asesino criminal del pueblo venezolano. Que Dios te maldiga y te fulmine. Y pronto!!!”.
No era la primera vez que el público veía a ese Bosé enfurecido. Desde que abandonara España y se mudara a México, tras su escandalosa ruptura con el escultor Nacho Palau, y un enfrentamiento legal con él por la custodia de sus cuatro hijos (dos de ellos se han mudado con el artista a México), Bosé, referente internacional para América Latina, ha mostrado una imagen dura, hermética y muy distinta a la calidez a la que había acostumbrado al público latinoamericano. Las críticas entre la prensa mexicana solo tardaron unas semanas en llegar.
A finales de marzo la periodista mexicana del corazón Shanik Berman denunció que el español la había agredido en una cena con comunicadores. Se encontraban en un evento organizado por Televisa para presentar el nuevo programa Pequeños Gigantes, un concurso infantil de baile donde Bosé forma parte del jurado junto a la estrella de las telenovelas mexicanas, Verónica Castro. Los organizadores habían avisado a la prensa de que estaba prohibido grabar con el móvil dentro de la cena: “Miguel Bosé odia que lo estén grabando, no lo hagan”, cuenta a este diario otro de los asistentes a aquella cita, que prefiere no dar su nombre, sobre la advertencia que recibieron. “Ella no hizo caso y grabó, lo que enfadó mucho a Miguel”, añade el testigo, que aunque estaba cerca de aquella escena, asegura que no vio ninguna agresión explícita por parte del cantante.
Esa noche el artista se levantó y se fue. Para la mayoría de los asistentes, aquel gesto supuso un desplante a la prensa de México. Una afrenta que no sorprendió a tantos, pues se había mostrado reacio a tratar con los medios también en este país. Apenas daba ruedas de prensa, ni siquiera en los eventos con fundaciones, poco o nada se sabe de su vida privada en México y la cadena de televisión para la que trabaja (Televisa) lo tiene blindado. Ningún asistente de un medio de comunicación tiene permitido hacer fotos o vídeo durante las grabaciones del programa Pequeños Gigantes, y mucho menos acercarse a él.
Desde este lado del océano no entienden de dónde viene esta nueva hostilidad. “Aquí es lo que llamamos un personaje clásico, que forma parte de la cultura popular. Sería como nuestro Emmanuel o Manuel Mijares. No es la gran estrella, pero sí sigue siendo un referente internacional”, señala Gilberto Barrera, responsable de Espectáculos en Televisa. Un “personaje clásico”, en la jerga de la prensa rosa quiere decir que tampoco tiene una horda de paparazis persiguiéndolo por la calle. La única foto que le robaron fue para la revista TvNotas, y en el sector se habla de que no costó más de 20.000 pesos comprarla (unos 935 euros), un precio razonable para lo que suele desembolsar por una estrella el papel couché. Y la imagen ni siquiera ocupó las portadas de ese número.
Su presentación en los Grammy Latinos en noviembre hizo que se encendieran algunas alarmas. “Miguel Bosé no está bien”, “¿Qué le pasa en la voz”, “No se le entiende nada”, comentaban algunos asistentes a aquella ceremonia de premios. También, resurgieron muchos comentarios en redes que llegaron a hacer viral la preocupación por la salud del cantante. En enero, después de dos meses de silencio absoluto, el propio artista respondía a las críticas en su cuenta de Instagram: “Estoy de vacaciones, estoy tranquilo, estoy feliz y no voy a contestar a ninguna tontería, ¿vale? Feliz año”.
A excepción de que a principios de octubre apareció en el photocall de una exposición en Madrid, donde apenas hizo declaraciones, hace más de seis meses que Miguel Bosé no visita España. Su presencia en el juicio de su madre en marzo —por la por la supuesta apropiación indebida de una obra de Picasso— la solventó con una videoconferencia desde México. Su asistencia más esperada, no obstante, era la gala contra el sida, celebrada el pasado 20 de noviembre por la fundación Lucha contra el Sida para recaudar fondos destinados a la investigación de esta enfermedad. Tradicional maestro de ceremonias de las ediciones anteriores, el cantante fue la gran ausencia de la noche. En su puesto de presentador estuvo Jesús Vázquez.
Esta semana ha cumplido 63 años de nuevo envuelto en polémica. La última publicación en sus redes sociales este jueves ha apuntado otra vez contra Bachelet. En un vídeo corto, aparece Bosé en una habitación a oscuras; prende una vela y susurra: “Michelle, Michelle…”. Está haciendo referencia al apagón que vive Venezuela desde hace casi un mes, pero por si quedaba alguna duda, añade: “No está. Se fue…- Pa Caracas? -Noooo!!!! Pa México!!! -A qué, si pa dónde tié que ir es pa Caracas!!! – Pues no lo sé. #BacheletDóndeEstás”.