De contener a regular
Tensión en norte y sur
Prudencia, ¿hasta cuándo?
El miércoles de la semana pasada, Olga Sánchez Cordero, titular de la debilitada Secretaría de Gobernación (SG), anunció con tono enérgico, casi de discurso placero, que México establecería un cinturón de contención para migrantes centroamericanos en la franja más estrecha del país, el Istmo de Tehuantepec.
Vamos a ubicar nosotros las instalaciones migratorias, de Policía Federal, de Protección Civil y, armónicamente y con colaboración entre todas las instancias del gobierno federal, de tal suerte que tengamos la contención en el Istmo de Tehuantepec (…). Ese va a ser el gran cambio, dijo la notaria con licencia, senadora con licencia, ministra en retiro y actual titular de lo que quedó de la SG en esta administración. Contener, como seguramente podría consultarse en algún diccionario de Bucareli, significa: Dicho de una cosa, llevar o encerrar dentro de sí a otra; reprimir o sujetar el movimiento o impulso de un cuerpo; reprimir o moderar una pasión.
El anuncio del gran cambio se produjo al otro día de la visita de la citada Sánchez Cordero a Washington, para ser recibida por la secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, apenas unos días después de la famosa cena de Jared Kushner, el poderoso yerno de Donald Trump, con Andrés Manuel López Obrador en casa del vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, donde también estuvo otro alto ejecutivo de esa firma televisiva, Alfonso de Angoitia.
La franja de contención significaría una partición del territorio nacional, con el sur convertido en una especie de zona migratoria especial, donde centroamericanos, caribeños y otros inmigrantes podrían moverse siempre y cuando no intentaran cruzar la tercera frontera estadunidense, es decir, el muro istmeño financiado con dinero mexicano, a cambio de prometidas ayudas económicas para el despegue del territorio sureño, sobre todo a través de los proyectos desarrollistas del obradorismo.
Sin embargo, la grandilocuente secretaria del miércoles pasado se transformó en una anfitriona modosa, al menos en términos declarativos, pues ya no quiso saber más de sus beligerantes palabras de contención istmeña y pasó a refugiarse en una ambigüedad impropia de la firmeza que debería caracterizar a quien esté al frente de la secretaría que teóricamente es la segunda en importancia en el organigrama federal de poder: No, regular, regular y seguridad, contestó a reporteros. ¿No habrá plan de contención entonces?, le insistieron los periodistas, y Sánchez Cordero proclamó, con precisión de lema propagandístico: Regularidad y seguridad (nota de Rosa Elvira Vargas en el portal de La Jornada).
Los zigzagueos de la secretaria Sánchez Cordero son los de la administración obradorista en general. Confrontada con el influyente consejero jurídico de la Presidencia de la República, Julio Scherer Ibarra, y con planes políticos distintos de los del canciller, Marcelo Ebrard, desplazado de su área en momentos clave o habilitado a última hora, la secretaria de Gobernación no atina a darle cierta unidad operativa a una política frente a Estados Unidos, Centroamérica y el Caribe que, por lo demás, depende en realidad de los ánimos también fluctuantes del titular del Ejecutivo federal.
En tanto, en las líneas limítrofes norte y sur del país crecen el descontrol y la incertidumbre. El presidente de Estados Unidos amaga con insistencia en cerrar la frontera con México como represalia porque la administración obradorista no hace lo suficiente, a juicio de Washington, para frenar caravanas de migrantes que desde el sur mexicano pretenden avanzar hacia suelo estadunidense. Las agresiones y amenazas del multimillonario rubio no han encontrado respuesta desde Palacio Nacional ni en las plazas públicas que visita el tabasqueño que gobierna el país, parapetado éste en una táctica de prudencia que contrasta con los aires contestatarios de los que presumió durante su campaña electoral y en temporadas anteriores a su llegada al poder.
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