La diputada independiente de Ahora, Lucía Riojas, en la Cámara de Diputados. GLADYS SERRANO

La diputada Lucía Riojas (Ciudad de México, 1988) lleva tatuada la palabra ‘Resiste’ en el antebrazo izquierdo. Las letras moradas que asoman cuando se sube las mangas de su chamarra de cuero son, en realidad, una declaración de intenciones. Riojas resiste y eso la obliga cada día a seguir en este viaje que empezó el 1 de septiembre y que por lo pronto, la hará formar parte de la clase política mexicana los próximos tres años.

Camina por los pasillos de la Cámara de Diputados y las miradas se clavan en ella. Hay quienes la saludan con confianza y hay quienes de reojo, reprueban con los labios apretados a esta mujer menuda de 30 años que lleva un piercing en la nariz, botas altas y pantalones ajustados. “Soy una amenaza para aquellos que les gustan las cosas como solían ser”, dice.

Riojas resiste las miradas, la indiferencia, las críticas y los insultos por redes sociales. Es mujer, lesbiana, feminista y legisladora sin partido. Las banderas que la atraviesan pesan pero es consciente de que está protagonizando algo histórico: “Nunca antes una organización política había tenido representación en la Cámara sin ser un partido”. Riojas es una de los tres legisladores que llegaron al parlamento y al Senado a través de la iniciativa ciudadana Ahora.

Procedente del movimiento estudiantil #YoSoy132, la diputada considera que las pasadas elecciones eran el momento para cambiar de trinchera y pegar el salto desde la sociedad civil y el activismo a la política más dura y pesada. En los comicios se postuló para ser jefa de Gobierno de la Ciudad de México pero no consiguió las 74.000 firmas necesarias para echar a andar su candidatura formal. Después, y dentro de la coalición Por México al Frente encabezada por Ricardo Anaya, consiguió ir en las listas del PAN y salir elegida diputada. “Había algo inconcluso que no se podía terminar solo desde la calle”, cuenta en entrevista con EL PAÍS y habla de los temas que van a marcar su agenda.

El combate a la corrupción y la impunidad, la democratización del poder, la desigualdad, la pobreza, la seguridad y la justicia. Seis años atrás, fue una de los miles de manifestantes que se concentraron a las puertas del palacio de San Lázaro, donde se encuentra la Cámara Baja, para exigir al presidente Felipe Calderón —en su último Informe de Gobierno— el fin de la militarización y la guerra contra el narcotráfico que estaba viviendo México. Hoy, con más años pero con convicciones que se mantienen, la ciudadana Riojas ha saltado las vallas del Legislativo y se sienta entre sus pares a los que antes criticaba en redes sociales y denunciaba en la calle.

Desde su nuevo lugar, sigue oponiéndose a la permanencia del Ejército en las calles con la Guardia Nacional y a la ampliación de la prisión preventiva en el país. Fue la única diputada que votó en contra de la creación de la Guardia Nacional en todo el Congreso y reconoce que Andrés Manuel López Obrador, el actual presidente, ha traicionado a sus votantes con medidas conservadoras: “La prisión preventiva abona la criminalización de la pobreza y la obstrucción de la justicia. Ese no es el camino”, agrega.

Riojas habla frente a las escaleras principales del Congreso, de manera pausada y tranquila, pero con ganas de batallar. Cada una de las palabras que suelta suenan como un martillazo a la política hecha a la antigua. Dice que su grupo favorito es The Clash, la banda inglesa de punk formada en 1976 que atacaba al conservadurismo y llamaba a tomar las calles, como en aquella canción, London Calling. ¿Una punk que va contra el sistema haciendo política desde dentro del sistema? “Creo que es más pertinente que nunca escuchar esa música y acordarte de que hay que desafiar al poder y a aquellos que nos han traído a esto, que nos han invisibilizado, nos han violentado, nos han marginado para decirles que existimos y vamos a seguir luchando”, responde.

Admite que ha llegado a este puesto para dar todos los “martillazos” que sean necesarios pero que no se imagina siendo diputada toda la vida. “Hay que democratizar el poder y que entren aquí todas las personas, nos toca irnos turnando y ciudadanizar la política. Hay que ser disruptivas y ejercer el poder entendiendo que hoy soy yo la legisladora, pero mañana podrías ser tú”, explica.

Que Lucía Riojas haya llegado hasta aquí podría considerarse una falla en el sistema o al menos, una grieta a través de la que la representación en México ha empezado a cambiar, también un síntoma de que la sociedad no es la misma y está dispuesta a tomar el poder y a elegir a políticos que sepan entender esta época convulsa y necesitada de acciones concretas y de nuevas representaciones.

En la legislatura de la paridad y donde cerca de la mitad de la Cámara la componen mujeres, Riojas cuestiona algo: “Ocupar la mitad de los asientos no se está traduciendo en ejercer la mitad del poder, ni tener la mitad de la palabra o tomar la mitad de las decisiones”, señala con rotundidad cuando se le pregunta si las medidas que llevan a cabo las mujeres tienen el mismo peso que las de los hombres. “Veo una resistencia muy fuerte a que las mujeres participen por parte de aquellos que todavía creen que el poder tiene que ser masculino. Vivimos en un país en el que la política pertenece a los hombres blancos, heterosexuales”, sentencia.

Desde que comenzó su campaña política para las pasadas elecciones sintió la discriminación y la violencia contra ella por ser mujer, integrante de la comunidad LGBTTI+ y joven: “Nos dieron un cristalazo a mi novia y a mí en el coche mientras dormíamos. Dentro nos metieron mensajes homófobos. Sientes mucho miedo y después sientes mucha vergüenza. Con eso cuenta el agresor, con tu vergüenza y con tu miedo para hacerte retroceder”, dice. También solicitó medidas de protección al Instituto Nacional Electoral (INE) y a la Policía Federal durante la campaña de 2018 cuando los ataques a través de las redes sociales se volvieron más violentos.

Dentro de la Cámara la cosa es más sutil pero no mejora. Según la diputada, suelen ser habituales los comentarios de desprecio de los compañeros por ser joven y mujer. “Me llaman ‘la niña’ o me cuestionan: ‘¿Qué estás haciendo aquí?’, ‘no sé si tú sepas porque eres muy joven y eres mujer’. También me suelen preguntar cuántos años tengo. Siento que no me dicen cosas más directas con palabras pero se nota en su expresión corporal que están rígidos e incómodos con mi presencia”, dice la legisladora.

El equipo de Riojas viene a buscarla en un día que va a estar cargado de trabajo, la Cámara de Diputados es un hervidero y en seguida desaparece entre la gente, no sin antes comentar que lo próximo que se va a tatuar es un cerillo ardiendo. “Un chispa que lo incendie todo”.