Sin la luna tendríamos menos poesía y cada noche sería completamente oscura, pero además no existirían los meses, ni las mareas, ni la estabilidad climática que hoy conocemos. Nuestro planeta es el único rocoso (con suelo sólido) del Sistema Solar que posee un satélite grande. Los satélites de Marte tienen unos veinte kilómetros de diámetro, mientras que la Luna es una tercera parte el diámetro de la Tierra. Por esto todo apunta a que ha jugado un papel fundamental protegiendo la vida en la Tierra y contribuyendo a la evolución de la vida compleja.
La Luna no solamente es responsable de las mareas, además frena el ritmo de rotación terrestre y sobre todo, estabiliza la inclinación del eje de rotación en 23 grados; esto permite las estaciones y una distribución climática estable. Sin el efecto de su atracción gravitacional, el eje de la Tierra se inclinaría a merced de la influencia de Júpiter y del Sol.
Uno de los grandes retos de la astrofísica hoy en día es encontrar planetas similares a la Tierra en otros sistemas planetarios. La Luna no solamente es un elemento a tener en cuenta, además ha llegado a servirnos de herramienta.
Cuando observamos la Tierra desde la distancia de Saturno, por ejemplo, como lo hizo la sonda Cassini, vemos un simple punto de luz. Pero este punto encierra toda la información sobre el planeta. Lo que nos planteamos es cómo podemos extraer de él los datos que nos muestren lo especial (el único planeta habitado y habitable hasta el momento) que es la Tierra.
El espejo de la Tierra
Una de las formas que hemos encontrado es utilizando la Luna como espejo para ver y medir las huellas observables de la Tierra que luego buscaremos en otros planetas.
La Luna al igual que la Tierra recibe luz directa del Sol y esto da lugar al “creciente”, la parte en la que es de día en la Luna. Pero además es iluminada por el planeta Tierra, que visto desde la Luna es un astro menos brillante que el Sol pero unas tres veces más extenso. Por esto, el lado nocturno de la Luna (¡ojo, no su cara oculta!) no es completamente oscuro.
Este brillo tenue es apreciable a simple vista cuando miramos la Luna nueva. Vemos iluminación en el lado nocturno. Es luz solar reflejada por la Tierra. Analizando esta señal extraemos información sobre la atmósfera terrestre de forma global que es contrastada con datos de satélite. Se aprecian, por ejemplo, variaciones en el brillo del planeta según el tipo y la cantidad de nubes relacionados con cambios en el clima terrestre. Pero además, esta luz contiene la huella de los componentes atmosféricos y de la clorofila, tal y como lo vería un observador desde una distancia astronómica. Esto es lo que buscamos ahora en otros planetas distantes similares al nuestro.