Vista aérea del nuevo aeropuerto de Pekín, en construcción. AEROPUERTO DE PEKÍN DAXING

A menos de un año de su inauguración, el nuevo aeropuerto de Pekín toma forma. La espectacular terminal, que se convertirá en la más grande del mundo con 700.000 metros cuadrados de superficie, se habrá construido en apenas cinco años y está destinada a ser una infraestructura eficiente que ayude a descongestionar el actual aeródromo de la capital china, que pese a su expansión con motivo de los Juegos Olímpicos del año 2008 opera ya al límite de su capacidad.

Los trabajos de esta impresionante obra de ingeniería avanzan a buen ritmo y los más de 40.000 operarios que trabajan en su interior y alrededores están centrados en la instalación eléctrica y comenzando a decorar el interior del edificio. Su aspecto futurista recuerda a una estrella de mar de seis puntas, una de acceso y cinco otros brazos en los que ya están instaladas las pasarelas que en pocos meses comunicarán las puertas de embarque con las aeronaves. Debido a su diseño hexagonal, la puerta de embarque más lejana estará relativamente cerca, a 600 metros del control de seguridad y ocho minutos andando. En los extremos de cada ala, junto a las puertas de embarque, habrá cinco grandes jardines al aire libre diseñados de acuerdo con la tradición china.

La terminal tendrá siete pisos: dos bajo tierra —en los que se ha construido una enorme estación intermodal en la que confluirán metro, trenes de cercanías, regionales y alta velocidad (250 kilómetros por hora)— y cinco hacia arriba. La infraestructura se alza a 46 kilómetros del centro de la ciudad dirección sur, una distancia mayor en comparación con la ubicación del aeropuerto actual, aunque una línea de alta velocidad hará que el trayecto entre ambos puntos sea de unos 30 minutos. Las salidas se organizarán en dos plantas distintas. Y desde la más alta los visitantes tendrán una vista privilegiada de las áreas del edificio normalmente restringidas a los viajeros. “En general en las terminales es imposible ver más allá de los controles de seguridad. Pero en esta los familiares podrán observar cómo sus seres queridos caminan hacia la puerta de embarque”, explica Zhang Ru, portavoz del proyecto de construcción del aeropuerto, en una visita reciente a las obras para medios de comunicación.

El aeródromo entrará en funcionamiento el próximo 30 de septiembre, justo antes del Día Nacional de China. En su primera fase (año 2025) tiene como objetivo albergar a 72 millones de pasajeros al año, dos millones de toneladas de carga y 620.000 operaciones en sus cuatro pistas. A largo plazo el número de pistas se ampliará hasta las siete y su capacidad máxima será de 100 millones de pasajeros por año. El coste del proyecto es de 80.000 millones de yuanes (11.500 millones de dólares, 10.100 millones de euros).

Son cifras a priori mareantes pero que cuadran con el crecimiento del tráfico aéreo en el país en los últimos años. El actual aeropuerto internacional de Pekín, ampliado en 2008 con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos en la capital china, acogió el año pasado 95,8 millones de pasajeros, convirtiéndose así en el segundo más transitado del mundo después del de Atlanta (Estados Unidos). Su operativa al límite, junto a otros factores externos como un espacio aéreo controlado en prácticamente su totalidad por el Ejército, le han situado sin embargo en los últimos puestos entre los grandes del mundo en puntualidad (solamente un 67% de los vuelos despegan a la hora prevista, según la clasificación elaborada por OAG). Para aliviar esta carga, las compañías de la alianza Sky Team pasarán a operar en la nueva instalación, mientras que las que forman Star Alliance se quedarán en el aeropuerto actual, explicó Zhang.