Theresa May se enfrentaba este miércoles a la cuadratura del círculo. Asediada por el ala dura de los conservadores, que ya discute cuándo es el mejor momento para que abandone su puesto, y humillada por Bruselas, que rechazó sin matices su oferta de salida de la UE, la primera ministra de Reino Unido ha dicho a los militantes de su partido que sus mejores días “están por llegar” y su futuro “es prometedor”. May, que tuvo que gestionar a regañadientes un Brexit en el que no creía, lucha por sobrevivir a las conspiraciones internas y al descrédito entre la ciudadanía.
May ha puesto su mejor esfuerzo y lo más parecido a una sonrisa cuando subía al estrado para clausurar el congreso anual de los tories, en Birmingham. Lo hacía al ritmo de Dancing Queen, la canción de Abba, e incluso intentaba marcarse unos pasos de baile. Apenas habían pasado unas horas desde la intervención de su rival Boris Johnson, quien logró enardecer a cerca de 1.500 delegados con su defensa de los valores conservadores y su ataque sin piedad al plan Chequers de la primera ministra. No era el único contratiempo para la primera ministra. Un diputado de la Cámara de los Comunes, James Duddridge, ha entregado una “carta de no confianza” a la dirección del grupo parlamentario en la que exige un cambio de liderazgo. El movimiento no supone nada en sí mismo, pero puede ser el arranque de una futura moción de confianza contra May si se suman otros 49 parlamentarios.
La primera ministra ha intentado en su discurso plantar cara a los tres rivales que ponen en riesgo su futuro político: Johnson, el Partido Laborista y la Unión Europea. A los dos primeros les lanzó el mismo mensaje, contraponiendo “patriotismo” a nacionalismo, y moderación a radicalidad. “Millones de personas que nunca nos han apoyado están horrorizadas por lo que Jeremy Corbyn ha hecho con el Partido Laborista. Quieren apoyar a un partido que sea decente, moderado y patriota. Uno que sitúe el interés nacional en primer lugar y se haga cargo de los asuntos que preocupan a todos. Y que se encuentre cómodo en medio de toda la diversidad que supone hoy un Reino Unido moderno”, ha afirmado May.
A pesar de que el Brexit lleva dos años condicionando el debate político británico, y la tarea diaria de May, la primera ministra ha intentado lanzar el mensaje implícito de que será capaz de pasar con éxito el Rubicón del 29 de marzo, la fecha para la salida definitiva de Reino Unido de las instituciones europeas. “No permitáis que nadie diga que no tenemos lo que hay que tener. Estamos totalmente capacitados para triunfar”, ha asegurado May, en un desesperado intento por transmitir optimismo y recuperar la unidad en las filas conservadoras. May ha vuelto a exigir respeto al Reino Unido por parte de la UE. “No tenemos miedo si las negociaciones terminan sin acuerdo, si es necesario”, ha advertido. La primera ministra se aferra a su plan Chequers y se niega a aceptar ninguna de las dos soluciones que, según ella, propone Bruselas: permanecer en la unión aduanera, aceptar la libertad de movimiento de personas y las reglas y jurisdicción comunitarias, o establecer una nueva frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte si Reino Unido decide negociar una nueva asociación comercial con la UE.
Y a los euroescépticos les ha exigido unidad, y que antepongan el interés nacional a sus propios intereses. “Visteis en Salzburgo que supe plantar cara por nuestro país. Si permanecemos unidos y mantenemos la calma, lograremos un acuerdo favorable para Reino Unido”, ha prometido.
El creciente temor en la derecha británica de que los laboristas hayan logrado captar el espíritu del país y atraer la atención del electorado con sus propuestas radicales obliga a May a lanzar un mensaje de cambio y renovación. “Somos el partido que cree que el Gobierno puede hacer mucho bien, pero que no tiene todas las respuestas”. May ha intentado definir su propia idea de lo que debe ser el conservadurismo del siglo XXI. Inclusivo y humilde, frente a la retórica churchilliana empleada horas antes por su rival. “Un partido que cree que tu éxito en la vida no se define por quién amas, por tu fe, por el color de tu piel, por quiénes son tus padres o dónde fuiste criado, sino por tu talento y por tu esfuerzo”, ha dicho May.
“Una década después del estallido de la crisis económica y después de muchos sacrificios, la austeridad ha terminado y premiaremos el esfuerzo de la gente”, ha anunciado entre aplausos. La primera ministra reconocía de ese modo el hastío de los británicos por diez años de recortes y prometía nuevas inversiones en los servicios públicos, “una vez que logre poner en marcha un acuerdo de Brexit beneficioso para Reino Unido”.
Pero May también ha tenido palabras para los empresarios, cuyo respaldo necesita para sacar adelante el plan Chequers. Como había hecho horas antes en ese mismo estrado su ministro de Economía, Philip Hammond, les ha asegurado que el Partido Conservador es su partido. Y ha lanzado un dardo a Boris Johnson, quien se permitió decir “fuck business” (que se jodan las empresas) cuando escuchó los reparos de las grandes corporaciones ante la idea de un Brexit no negociado. “Yo también tengo una palabra anglosajona que acaba en “k” para referirme a ellos: back business (Apoyad a las empresas)”, ha manifestado.
Todo apunta a que la primera ministra sobrevivirá al congreso conservador, pero no por haber convencido a sus rivales internos, a los militantes (entusiasmados en su mayoría por el discurso euroescéptico) o a los votantes (decepcionados con su gestión del Brexit). El partido sabe que quedan meses duros por delante y un resultado incierto en las negociaciones con Bruselas, y sus principales conspiradores han decidido que May sea el chivo expiatorio, pero no la próxima candidata de unas elecciones generales que, en teoría, solo en teoría, deben celebrarse en 2022.