Russell Crowe, en el estreno de 'La voz más alta', en junio de 2019 en Nueva York.JOHNS PKI / SPLASHNEWS.COM / GTRES

El de Gladiator no fue el primer papel de Russell Crowe, ni mucho menos. Pero sí el que, hace nada menos que 20 años, lanzó a la fama a ese entonces casi desconocido actor, que ya había cumplido los 35 y que no parecía encontrar su hueco en Hollywood. Fue el general Máximo Décimo Meridio el que hizo de ese muchacho neozelandés la estrella global en la que se ha convertido. A sus 56 años, el actor australiano ha vivido 20 de ellos en una montaña rusa de éxitos y fracasos en lo profesional y lo personal.

Fue la primera semana de mayo de 2000 cuando llegó a los cines de todo el mundo Gladiator, una superproducción con tantas ganas de comerse la taquilla como su protagonista de comerse el mundo. Ambas lo consiguieron. La cinta de Ridley Scott costó algo más de 100 millones de dólares y solo en su primer fin de semana en Estados Unidos (donde se estrenó el 7 de mayo) logró recuperar 35. En total, recaudó más de 460 millones en todo el mundo. El público salió convencido de esa mezcla de acción, épica, historia, dolor y familia y también enamorado de su sobrio y musculado protagonista, Rusell Crowe. La crítica también se entusiasmó: la cinta obtuvo 11 nominaciones a los Oscar y se llevó cinco, incluidos el de Mejor película y el de Mejor actor para Crowe.

Un entonces joven, tímido y sonriente Crowe subía al escenario sin pajarita, con un lazo negro al cuello, y portando en la solapa la medalla de su abuelo, Stan Wemyss, como Miembro del Imperio Británico. Era un logro por una carrera que empezó muy joven, al venir de una familia que se dedicaba al cine en su Nueva Zelanda natal. Él se crio en Sídney (Australia), y desde muy niño sus padres le animaron a participar en películas y series; de hecho, su primera aparición en las pantallas fue con solo ocho años. Ya en los noventa dio el salto a EE UU, con apariciones en La prueba o Rápida y mortal. Pero fueron El dilema y L. A. Confidential, a finales de la década, las que propiciaron el gran salto que llegó gracias al gladiador hispanorromano.

El director de la cinta, Ridley Scott, se convirtió en una especie de padrino del actor en Hollywood, con una relación que se trasladó a lo personal; Scott acudió a la boda de Crowe en Australia un par de años después de la cinta. Esos primeros 2000 fueron sus años de gracia: papeles exitosos (Una mente maravillosa, Master and Commander, Cinderella Man), amor, hijos. En abril de 2003 se casaba con la cantante Danielle Spencer en una capilla que se había hecho construir para tal propósito en su rancho de Australia. En agosto, durante un concierto de su banda, 30 Odd Foot of Grunt, el actor y también cantante anunció feliz que serían padres. A día de hoy, tienen dos hijos, Charles, de 16 años, y Tennyson, de 13.

Llegó el estrellato y llegaron los problemas. Los cambios de humor, las salidas de tono, los bandazos personales y profesionales, las denuncias. En junio de 2005 Crowe le pegaba un golpe en la cabeza con un teléfono a Néstor Estrada, un empleado del hotel Mercer de Nueva York, y era condenado a pagar 100.000 dólares (más de 80.000 euros). El estreno de Robin Hood en 2010, de nuevo de la mano de Ridley Scott, parecía colocarle en el plano de las estrellas de nuevo. Demostraba simpatía. “Soy fan del Barça”, decía en su visita a España con motivo de la presentación de la cinta, que inauguró el Festival de Cannes.

“Creo que mis mejores trabajos, los más profundos, son Cinderella man y Una mente maravillosa”, afirmaba en este diario en 2013. Entonces explicaba que se iba “acostumbrando” a la exposición mediática. “Ya no respondo con tanto miedo al entusiasmo de la gente. Antes me molestaba mucho. Ahora también lo veo a través de los ojos de mis hijos. Tengo que darles un buen ejemplo, lo peor que puedo hacer es reaccionar negativamente”, relataba, con el trasfondo de aquel telefonazo de 2005. “Todos podemos ser desagradables. Simplemente, yo lo reconozco”.

Es habitual ver a Crowe en distintos registros y con físicos muy variados. Para Gladiator perdió 18 kilos y para Red de Mentiras (2008) cogió 29 a base de cupcakes y hamburguesas con queso para desayunar. Engordó 30 kilos para Dos buenos tipos, en 2016, hasta llegar a los 120 kilos; en seis meses perdió 24 de ellos. Para meterse en la piel de Roger Ailes, ejecutivo de Fox fallecido en 2017, en la miniserie La voz más alta, cogió peso, pero también se ayudó de prótesis. Los médicos le han dado un toque, por el descontrol de su presión arterial y su colesterol. Perder peso ya no le resulta tan fácil. “A mi edad, tengo que vigilar todo lo que como. Tengo que ser muy disciplinado. Si olvidas esa disciplina, todo se pierde. Y pasa muy rápido”, explicaba hace unos años.

En lo personal, su vida también ha sido una montaña rusa. En 2012 anunciaba su separación de Spencer, y ahora sale con la bióloga Terri Irwin, viuda del divulgador y zoólogo Steve Irwin, conocido como “el cazador de cocodrilos”. Su carísimo divorcio con Spencer se alargó durante años. Tanto que el actor se vio obligado a subastar buena parte de sus recuerdos personales y profesionales para sufragarlo. En 2018 y a través de la casa Sotheby’s sacó a la venta 227 lotes con objetos que le pertenecían. “El divorcio tiene su manera de hacerte examinar las cosas que son importantes en la vida (y las que no)”, explicaba en un comunicado. “A lo largo del proceso, me he dado cuenta de que tenía muchas cosas: de mis trabajos, objetos que coleccionaba y cosas en general. Cajas y cajas de cosas. Por ello, siguiendo el espíritu primaveral de buscar aire fresco, aquí hay una selección de esa colección”. En esa “selección” incluso se deshizo de la armadura de Gladiator por 125.000 euros, diciendo adiós para siempre aquella célebre coraza del gladiador que le dio a la gloria.