Detrás del choque entre del poder judicial contra el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo se encuentra la certeza de que llegó a su fin el sistema político/régimen de gobierno/Estado social/Constitución que servía de marco referencial para el funcionamiento consensual de la República, con altibajos, concesiones, represiones y engaños de todo tipo.
Lo que está haciendo la nueva mayoría de Morena no es nada nuevo, el PRI lo hizo desde su fraude electoral en 1929 como Partido Nacional Revolucionario y lo extendió en 2000-2018 como PRIAN: imponer la mayoría numérica para cualquier tipo de reformas que se vendieron como eternas y que duraron en tanto pudieron validarse con una mayoría legislativa.
El PRI inventó el modelo priista de gobierno, la fractura partidista interna en 1988-1994 permitió dos sexenios presidenciales del PAN con la cogobernabilidad priista y luego la alianza PRIAN del Pacto por México de 2012-2014 que significó la segunda gran contrarrevolución neoliberal y que fue bendecida por el padre fundador de la demagogia de la transición, José Woldenberg, en un prólogo pagado que escribió para la colección de libros oficiales titulada justamente el Pacto por México publicados bajo el sello oficial del Fondo de Cultura Económica durante el peñismo.
Los reacomodos políticos de la noche del pasado 2 de junio en que Morena difundió el batacazo electoral al PRI-PAN-PRD y una larga lista de membretes del centro a la ultraderecha están culminando con la puesta en práctica de la mayoría calificada morenista en las dos cámaras para aprobar –primero– la reforma judicial y –después– una batería de reformas constitucionales que en cuanto a profundidad no construyen un nuevo régimen sino que consolidarán la mixtura entre el viejo populismo social de la Revolución Mexicana y la estabilidad macroeconómica neoliberal que exige el Fondo Monetario Internacional vía cartas anuales de intención en las que México se compromete a aplicar las doctrinas del mercado neoliberal, aunque dejando espacios para algunos determinismos estatistas.
Ahí se encuentra el grave problema de la larga crisis de México desde 1970: proyectos de grandes reformas constitucionales del Estado, pero basadas en la Constitución populista de 1917 que sigue manteniendo al Estado como el eje rector de la política, la economía y las relaciones sociales.
El neoliberalismo salinista irrumpió en 1982 para anunciar la llegada de un modelo que estabilizaría la economía y aumentaría las exportaciones, pero no modificó la estructura productiva y el saldo estuvo a la vista: tasa promedio anual del PIB de 2% de 1982 a 2018; el proyecto lopezobradorista resumió un adjetivo que decía todo y nada de una fase posneoliberal, aunque logró una reconocible redistribución del presupuesto público a través de un asistencialismo directo y en efectivo a la población marginada, pero tampoco remodeló el sistema productivo y el PIB promedio anual del sexenio de López Obrador será de 0%, con expectativas de Banco de México de que en los próximos 10 años, si la economía se recupera, tenga solo una tasa promedio del PIB de 2%.
López Obrador acertó en su diagnóstico de campaña en sus tres intentos de candidatura presidencial: el modelo de desarrollo 1917-2006 ya no funcionaba y se requería un nuevo proyecto nacional económico-social-político que implicaba el desafío de un nuevo acuerdo entre sectores dominantes y clases productivas y de ahí construir un proceso de transición pactada a la democracia, pero se estancó en el asistencialismo. La clave de la transición española en 1978 estuvo en el acuerdo plural del amplio arco ideológico de comunistas a franquistas para redefinir el modelo de desarrollo a través de los Pactos de La Moncloa y trasladarlo a un nuevo Estado nacional.
El PRI impuso su modelo populista hasta que quebró las finanzas públicas del Estado; Salinas metió por la fuerza su modelo neoliberal hasta que la pobreza se reveló en las urnas; y López Obrador está consolidando por la imposición del mayoriteo una serie de reformas estructurales que carecen de consenso plural y que durarán en tanto el morenismo lopezobradorista mantenga la mayoría calificada en el Congreso en las próximas tres elecciones legislativas ven 2027, 2030 y 2033.
Como ha ocurrido con las experiencias del pasado, los proyectos dependen de la mano férrea del control político presidencial y por lo tanto siempre estará arrastrando la resistencia de grupos opositores en la política y el sistema económico de clases. El proyecto neoliberal salinista sobrevivió por el acuerdo PRI-PAN y perdió cuando Morena construyó una nueva mayoría. La viabilidad de Morena y su proyecto depende de mantener esa mayoría más allá de 2027.
Política para dummies: La política sirve para construir consensos… o disensos.
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@carlosramirezh