Periodismo, el valor de las pruebas.

Julio Hernández López | Astillero

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La sincronizada o cuando menos coincidente publicación en tres medios extranjeros de una investigación de la DEA sobre una presunta entrega de millones de dólares en 2006 para la campaña de Andrés Manuel López Obrador llevó al Presidente de México a descalificar tal difusión mediática e incluso a exhortar al gobierno de Estados Unidos y a su presidente a desmentir tales señalamientos (en ese contexto se produjo una significativa llamada sabatina entre Joe Biden y AMLO, para reivindicar coincidencia en temas como el migratorio y la lucha contra el crimen organizado).

Colocada en el calendario electoral en curso y sin mayores pruebas que versiones de supuestos testigos, e incluso ya clasificada oficialmente como un asunto cerrado (es decir, que en su momento no tuvo los méritos para que las instituciones del país vecino consideraran viable sostenerla), la citada investigación pretendía demostrar que un cártel del crimen organizado habría aportado fondos a la campaña del tabasqueño, con Nicolás Mollinedo y Mauricio Soto como receptores. Ambos, en entrevistas por separado, negaron tajantemente tal involucramiento (https://goo.su/j8Fm y https://goo.su/HYTS), en específico en relación con un texto de Anabel Hernández, quien a su vez dijo tener pruebas de todo ello, pero las dará a conocer más adelante (https://goo.su/mka2sUa).

La polémica sobre la instrumentación de reproducciones periodísticas conforme a intereses de agencias extranjeras, en este caso la DEA, tiene como piedra de toque la inexistencia o insuficiencia de pruebas. Se ha multiplicado el periodismo mentalista o telepático, que puede redactar versiones sin sustento, pero atribuidas a fuentes cuya identidad no pueden ser reveladas, lo cual permite construir ficciones, literatura que no periodismo, al amparo de supuestos testigos o delatores que bajo ese parapeto del secreto profesional pueden ser simples invenciones.

Usar versiones de supuestos testigos o denunciantes como prueba definitiva es un abuso profesional, cuando menos: el periodista debe usar las versiones, delaciones o filtraciones que le sean allegadas, para confirmar mediante indagación propia la veracidad de los supuestos y presentar trabajos irrefutables, con veracidad a prueba de todo, sin cómodo margen para interpretaciones, inferencias o extrapolaciones. Dos ejemplos recientes de trabajos incontestables: la Casa Blanca, del equipo encabezado por Carmen Aristegui, y la estafa maestra, realizado por Animal Político y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad; dos ejemplos de insuficiencia periodística comprobable: la casa gris y El rey del cash.

Así equiseó el senador Manuel Velasco Coello, ex gobernador de Chiapas, alto dirigente de la criatura de las cuatro mentiras (Partido Verde Ecologista de México): “¡Con @Claudiashein ,el siguiente nivel de la #CuartaTransformación tambien es VERDE!” (https://goo.su/cipUo). Lo hizo al acompañar a la candidata presidencial morenista en un acto masivo en San Luis Potosí, entregado mafiosamente por Morena-Mario Delgado al PVEM.

Lamentablemente, en aras de la necesidad electoral que hace tragar sapos de diverso color, a Sheinbaum se le ha podido escuchar en mensajes mediáticos gritando vivas al Verde. Terrible advertencia temprana: el segundo piso de la llamada 4T seguirá siendo de alianza, tolerancia y promoción a un negocio político grupal.

Por cierto, líneas atrás se usó el neologismo equisear en lugar de tuitear, dado que Twitter como marca ha sido sustituida por X. Hasta ahora no se ha resuelto cómo referirse a la publicación de mensajes conforme a la nueva denominación comercial, pero va avanzando la formulación en español de equisear. Preguntado en redes en julio del año pasado, Elon Musk propuso usar Xs (https://goo.su/G5VOL9t), dejando a cada hablante el desarrollo gramatical correspondiente a su idioma… ¡Hasta mañana!

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