El más reciente diseño discursivo que ha adoptado la candidata presidencial Xóchitl Gálvez apela a una suerte de heroicidad cívica ante el presunto monstruo dictatorial que avanza. Su apuesta programática radica en frenar al adversario, más que fortalecer el propio paso. La contienda, alega, no es solamente por el resultado electoral, sino por el destino histórico: democracia o dictadura, como disyuntiva.
El problema de fondo de la consigna xochitleca es que en ambas premisas es falsa. Lo que defiende la trinidad del pasado (PRI, PAN y lo que queda del PRD) no corresponde a un periodo democrático, sino lo contrario; y, aún peor, los artífices de esa supuesta recuperación de la democracia son personajes de lo más representativo del régimen repudiado ( Alito, Manlio, Moreira, Viggiano, Marko, Anaya, Romero, García Cabeza de Vaca, Vázquez Mota y Zambrano, entre otros).
En cuanto a la dictadura, es un exceso retórico que por sí mismo se diluye ante la realidad: propalar con enormes reproductores mediáticos que hay restricciones a la libertad no es la mejor vía para confirmarlo; competir en el marco institucional por recuperar el poder es una forma de convalidar la viabilidad de lo electoral.
Cierto es que hay una creciente concentración del poder (de los poderes) en un solo flanco y, hasta ahora, con un máximo líder indiscutido. Pero ese proceso se ha desarrollado conforme a la legalidad vigente, incluso con mayor legitimidad electoral que en los tiempos de la larga hegemonía priísta y la docena trágica de los panistas.
Xóchitl y sus estrategas siguen sin encontrar su camino y su voz exacta. Han desperdiciado demasiado tiempo en la improvisación y el raquitismo ideológico. Y han recibido dos golpes desmotivadores, que han exhibido la falsa textura moral, el reciclamiento de los mismos ingredientes sucios del pasado tan presente: los acuerdos mafiosos de Coahuila, que revelaron la persistencia del agandalle y la transa, y las listas de candidaturas legislativas pluris.
Otro zigzagueo en curso descansa en el lema que la hidalguense está promoviendo: Vida, verdad y libertad. La presunta trotskista del pasado, a quien la ultraderecha acusa de ser una comunista igualita a Claudia Sheinbaum, busca congraciarse con ese segmento de conservadurismo extremo que se quedó sin carta a jugar por la caída de Eduardo Verástegui. Vida no es solamente su defensa social ante el embate ascendente del crimen organizado, sino un guiño a los sectores contrarios a la suspensión voluntaria del embarazo.
También es notable el esfuerzo que hacen los medios convencionales de comunicación para difundir los continuos y preocupantes hechos de violencia relacionados con el crimen organizado. Ya todo enrutado hacia el fin de sexenio, es natural hacer un recuento de lo bueno y lo malo de éste, el obradorista, y en el rubro de lo deficitario está la seguridad pública, con los grupos criminales cada vez más activos y un gobierno federal anclado en la tesis de abrazos, no balazos.
La terrible realidad actual no puede demeritarse por el hecho de que sus principales difusores mediáticos de hoy hayan sido en el pasado reciente los practicantes de un silencio concertado con los poderes anteriores. Que hayan sido cómplices y, en la medida del amordazamiento, corresponsables de buena parte de la tragedia nacional sólo les caracteriza, pero eso no anula la mencionada realidad.
Sin embargo, llama la atención la enjundia que esos medios van desplegando conforme avanza el calendario electoral. Democracia o dictadura, es uno de los conceptos insertos en el chip de los medios anti-4T, además de la relatoría de la explosividad criminal y los presuntos hechos de corrupción de familiares de quienes ejercen el poder federal.
Y, mientras sigue la tensión en Morena por las candidaturas a decidir, ¡hasta mañana, con Joe Biden y Donald Trump jugando a las vencidas con la frontera mexicana y la migración como pretexto!
X : @julioastillero
Facebook: Julio Astillero