Xóchitl: no estar en el radar de nadie

Julio Hernández López | Astillero

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– Pero pues ni modo
– Creel: llanto Rosa (de Guadalupe)
– Cantellano, magistrado contra Sierra

Ayer, al registrarse ante el Partido Acción Nacional como aspirante a 2024, Xóchitl Gálvez puntualizó la condición artificial de su precandidatura: “Hoy estoy aquí, diciéndole a Marko Cortés, mi querido presidente: eh, yo sé que no estaba en el radar de nadie, o sea, hasta hace un mes yo te reclamaba que quería ser candidata a jefa de Gobierno de la Ciudad de México, pero pues ni modo…”

Entre risas como de disculpa o de acomodo involuntario (la risotada y la gracejada como recurso sustituto, casi confesional), la empresaria que sólo ha ganado por voto directo a su persona una jefatura delegacional capitalina (y por ello sólo aspiraba a ser candidata a gobernar la Ciudad de México) reconoció la confección postiza, hechiza, de la aventura a la que fue lanzada por extrañas (aunque detectables) fuerzas con la justificación de que no le habían abierto las puertas de Palacio Nacional para una réplica mañanera.

La superficialidad de Gálvez fue detectada como producto adecuado para propaganda simplona por los orquestadores de la enorme maquinaria mediática echada a andar para asignar al producto cualidades que no se perciben y, aún peor, que son contradichas y borradas en cada desmadejado abrir de boca, entre el chistorete y lo lenguaraz, entre el foxismo de disparate y el claudioequisismo contratante.

Tomada por sorpresa por el empujón salinista, foxista y equisista, más los pautados medios convencionales de comunicación, con sus nóminas de opinantes deslumbrados por la aparición de la inducida candidatura virtual, Gálvez baraja presuntas filiaciones ideológicas (dice haber sido trotskista), presume banderas progresistas inconciliables con el derechismo donde ha conseguido cargos y declara haber estado, ahí sí, en el radar del oportunismo que le abría puertas que no quiso cruzar, asegura, a posiciones en gobiernos de izquierda.

En segundo plano, pero con aires de primer actor dramático, Santiago Creel también ha apelado a la etiqueta de la izquierda derechista. Él, ha dicho antes de registrar su aspiración ante lo que queda del Partido de la Revolución Democrática, es el más izquierdista de los panistas. Progresista, sí señor.

Bueno, Señor Constitución o Señor Telenovela (con disculpas por el uso de este sobrenombre que adjudicaban a Ernesto Alonso, quien fue actor, director y productor de radio y televisión), que ayer llegó al llanto escénico ( Los ricos también lloran) a la hora de describir el significado de dos pulseras o cordones atados a una de sus muñecas. Una, en defensa Rosa (de Guadalupe) del INE; otra, como pertenencia a la cada vez más decolorada doctrina blanco y azul. Y así…

Astillas

En la entrega de ayer, por culpa absoluta de este tecleador (nada de echarle la culpa al corrector automático de redacción), se escribió erróneamente el segundo apellido del magistrado de asuntos ambientales que estaría de muy buen ánimo (según abogados empresariales) para aprobar que la Presidencia de la República pague 4 mil millones de pesos por daños y perjuicios al haber emitido López Obrador un decreto de protección de la Sierra de San Miguelito en San Luis Potosí. El magistrado es Héctor Espinosa Cantellano; el mencionado tecleador lo sabía claramente, pero acabó escribiendo Castellanos. Esta columna ofrece a los lectores una disculpa en ese punto. Lo demás es tal cual: una trama de intereses empresariales, mediáticos y políticos que aceitan instancias judiciales para revertir el decreto presidencial protector y construir fraccionamientos de lujo y otros desarrollos en la mencionada sierra, bajo la premisa de que López Obrador ya se va…

Y, mientras Mario Delgado y Morena hacen cuentitas amables de los enormes gastos evidentes de cuando menos dos aspirantes espectaculares y masivos (Claudia y Adán Augusto) y de otros dos de rodada mediana (Marcelo, por su lado, y Monreal concentrado en la Ciudad de México), ¡hasta mañana!

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