Desde la Antigua Grecia se ha venido especulando acerca de la unidad que subyace en las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Si para Tales de Mileto el agua era el principio de todas las cosas, para los físicos actuales como Michio Kaku, la teoría de cuerdas puede ser interpretada como la hipótesis que explique el universo en su totalidad.

Según dicha hipótesis, la materia está compuesta por pequeñas cuerdas que vibran y que dan lugar a cada una de las partículas invisibles que subyacen en nuestra realidad. Con esta teoría se unificarían las dos grandes teorías físicas del siglo XX: la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica. Pero para hacer más virguero el asunto tenemos la ciencia ficción, el género literario que con ayuda de los avances científicos nos lleva de viaje al otro lado de la realidad. Uno de los autores más importantes del momento es Liu Cixin, el novelista chino que ha conseguido unificar las dos grandes teorías físicas en una historia titulada El problema de los tres cuerpos (Ediciones B Nova, 2016).

Se trata de una novela de ciencia ficción dura, es decir, que los detalles científicos y tecnológicos mantienen el argumento del relato. Con todo, eso no hace que la novela de Liu Cixin sea difícil de leer. Se estructura igual a un thriller de misterio y el título hace alusión al llamado problema de los tres cuerpos que en física viene a determinar la posición, así como la velocidad, de tres cuerpos sometidos a una mutua atracción gravitacional. Un ejemplo sería Tierra-Luna-Sol.

Pero más que al planteamiento de la mecánica celeste de Laplace quien, en 1776, afirmó que si se conociera la velocidad y la posición de todas las partículas del Universo, se podrían predecir su pasado y futuro, el título de la novela de Liu Cixin hace alusión al planteamiento del matemático Henri Poincaré (1854-1912), cuando cuestionó la rutina de nuestro sistema solar.

Su estabilidad —dijo Poincaré—, es posible que no sea eterna. Atendiendo a esto, según Poincaré, el caos sería un elemento a tener en cuenta, ya que, la dinámica lineal de nuestro sistema podría no ser para siempre. Con dicho planteamiento, Liu Cixin introduce un juego virtual en la novela, un juego donde se alternan distintos ciclos de caos y estabilidad en la Tierra, periodos que dependen del encendido y el apagado del sol. Es por ello que para uno de los personajes principales de la novela la física no existe y la naturaleza fundamental de la materia “no responde a ley alguna” pues el orden del mundo no es más que un equilibrio temporal. “Una anomalía dentro de una corriente caótica”.

Cixin introduce un juego virtual en la novela, donde alterna distintos ciclos de caos en la Tierra. Para uno de los personajes la física no existe y la naturaleza fundamental de la materia ‘no responde a ley alguna’
Por eso Liu Cixin introduce la macabra hipótesis del granjero donde el universo es semejante a un corral de pavos inteligentes que observan cómo el granjero llega todos los días a darles de comer a la misma hora. “Cada mañana a las ocho llega comida”, se convierte en la fórmula científica irrefutable del corral hasta que, una mañana, llegado el Día de Acción de Gracias, el granjero aparece a las ocho de la mañana. Pero ahora no trae comida, sino un cuchillo con el que corta el cuello a todos los pavos.

Por este detalle, una teoría que abarque todo es, en teoría, un ejercicio de inteligibilidad. Pero nunca en la práctica, ya que, los sucesos y los objetos de la realidad están sujetos a un equilibrio temporal. Dicho de otra manera: el cuchillo del granjero acecha nuestras gargantas.