El director del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González, en su oficina al occidente de Bogotá, el 15 de febrero de 2023. JUAN FELIPE RUBIO

Jorge Iván González, director del Departamento Nacional de Planeación, se define como un “keynesiano verde, ambientalista”. Esa postura, que se podría resumir en que el Estado tiene un papel protagónico en la economía y al tiempo cuida los recursos naturales, está presente en las bases teóricas del Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno de Gustavo Petro y en los artículos que lo componen. “Es el primer plan de desarrollo en la historia de Colombia que pone el agua como eje del bienestar y de la producción económica. Eso es revolucionario”, dice a EL PAÍS en su despacho del centro de Bogotá. González (Medellín, 69 años) explica que el objetivo es que la ejecución de este plan permita que la gente viva mejor: “Hay mucha ilusión en las regiones. Las personas están esperando un cambio real y eso nos pone una responsabilidad mayor”.

González es filósofo de la Universidad Javeriana, magíster en economía de la Universidad de los Andes y doctor en economía de la Universidad de Lovaina, en Bélgica. “Toda mi vida la he dedicado a la universidad, a la academia. Este es el primer cargo público que tengo”. Con un mapa de Colombia a su espalda, González recuerda que siendo profesor leyó un capítulo de El Capital de Carlos Marx cada semana, durante tres años. “En el fondo, el gran mensaje ético de Marx es sencillo y maravilloso: cada cual aporta a la sociedad según sus capacidades y recibe de la sociedad según sus necesidades”, dice.

Aunque lleva menos de seis meses al frente del DNP, González ya cumplió la principal tarea para la que fue nombrado: radicar ante el Congreso de la República una hoja de ruta para los próximos cuatro años, que establece los objetivos principales de Gobierno y define los programas y las inversiones para hacerlos realidad. “Ahora le toca al Senado y a la Cámara discutir y aprobar”.

Pregunta. ¿Cómo se ha sentido estos meses fuera de la academia?

Respuesta. Me siento contento. Creo que Planeación Nacional sigue teniendo mucho prestigio. Sin embargo, me he dado cuenta de que hay muchas dificultades para planear. Colombia llegó a un punto en el que la forma de hacer el presupuesto, por sectores y por departamentos, y la forma en que esto se debate en el Congreso, dificultan considerablemente las posibilidades de la planeación.

P. ¿De planeación a largo plazo?

R. Sí. Planeación ha fracasado porque en las regiones más ricas de Colombia aún vive gente muy pobre. Que el país no haya logrado mejorar el bienestar de la mayoría de la población teniendo los recursos para hacerlo es la desgracia de la planeación.

P. ¿Cómo se expresa ese fracaso?

R. Por ejemplo, que un país con todas las posibilidades agrícolas haya pasado de importar un millón de toneladas de alimentos a 15 millones de toneladas es el fracaso de planeación. Un país que tuvo ferrocarriles pero ya no tiene, que tuvo transporte fluvial pero ya no tiene, y que tampoco tiene carreteras, todo eso es el fracaso de una visión estratégica.

P. Suena muy pesimista, ¿cree que algo puede cambiar con la propuesta que acaban de presentar ante el Congreso?

R. Proponemos cinco líneas estructurales que son componentes del programa de gobierno del presidente, que coinciden con las necesidades de la gente expresadas en los diálogos regionales y que están en sintonía con el Consejo Nacional de Planeación: 1) Ordenamiento del territorio alrededor del agua. 2) Seguridad humana y justicia social. 3) Derecho humano a la alimentación. 4) Transformación productiva, internacionalización y acción climática. 5) Convergencia regional. Lo vamos a intentar, ojalá se logre, pero es muy difícil.

P. ¿Por qué?

R. Es muy difícil cambiar las jerarquías para ordenar el territorio. Es muy difícil definir cómo se deben articular los distintos planes de los municipios. ¿Cómo hacemos para que en el páramo del Sumapaz no se siembre papa?, ¿para que en las tierras más fértiles haya agricultura y no ganadería extensiva? Es absurdo que tengamos una vaca por hectárea, pero hay un poder terrateniente tan fuerte que cambiar esa situación es muy difícil. Son cambios complicados, profundos. Nosotros los proponemos, pero es el Congreso el que los tiene que asumir.

P. ¿Qué expectativa tiene de esa discusión legislativa del Plan?

R. Lo que yo espero es que no lo desmiembren del todo.

P. Si pudiera proteger cinco cosas del Plan, ¿cuáles serían?

R. Quisiera que el Congreso definiera proyectos estratégicos para el país y dijera, por ejemplo, primer punto: todos los 1170 municipios. del país van a tener acueducto. En la actualidad, 500 tienen problemas de agua. Segundo: Colombia va a fortalecer el sistema de vías terciarias. Tercero: Colombia va a ser el gran líder mundial en diversidad del Océano Pacífico. Cuarto: Colombia va a arreglar y a mejorar todos los colegios rurales. Quinto: Colombia va a aumentar la capacidad universitaria. Si el Congreso es capaz de definir estos cinco grandes proyectos, el país cambiaría radicalmente, pero no tengo mucha esperanza.

P. ¿Qué cree que pasará?

R. Todo puede terminar fragmentado, en pedacitos, en pequeños proyectos que los congresistas se reparten por departamentos, por ciudades.

P. Si no se lo aprueba el Congreso, el Gobierno podría aprobar el plan por decreto…

R. No es la idea. Planeación no puede obligar a los congresistas a hacer lo que nosotros creemos.

P. ¿Cuál es su balance de los 51 diálogos regionales que hicieron para recoger propuestas de la ciudadanía para el Plan?

R. Los diálogos generaron una expectativa grande en las comunidades. Y entre más expectativa haya, mayor es nuestra responsabilidad. Lo que uno siente es que las personas están convencidas de que los diálogos regionales se van a traducir en proyectos específicos para mejorar su vida. Si no cumplimos, puede ser explosivo.

P. Si la expectativa es más alta, ¿la desilusión puede ser mayor?

R. Sí, es la gran pregunta que todos nos hacemos. Usted puede llegar a una población y decir “ustedes nos pidieron vías terciarias, pero priorizamos el acueducto y acá está”. La gente va a entender. El problema es cuando no llega nada, o cuando llegan cosas desarticuladas, sueltas.

P. Uno de ejes del Plan es el fortalecimiento de la economía popular, ¿en qué consiste?

R. Lo importante para mí es acercarse con respeto a dinámicas populares que se han construido a través de años de ensayo y error. Si un vendedor ambulante está en una esquina es porque esa esquina le sirve. Planteamos respetar eso, tratar de entenderlo y potenciarlo. Un ejemplo concreto es lo que el presidente ha propuesto con las carreteras de placa huella: contratar a las cooperativas de vecinos para que la comunidad haga los trabajos con las alianzas público-populares.

P. En una entrevista con el CINEP usted se definía como un keynesiano verde y ambiental, ¿por qué?

R. Sí, yo creo que es necesario volver a Keynes, a una intervención fuerte del Estado, pero cuando Keynes escribió, en los años 30, no había el problema del planeta. Cuando yo era chiquito uno hablaba de rellenar el pantano, no de proteger el humedal. Ahora es muy importante la conciencia ambiental, por eso me considero un keynesiano verde. Esto se ve clarísimo en el Plan. Lo que estamos haciendo es revolucionario. Ningún plan de desarrollo había puesto la geografía de primera. Nadie había hablado del ordenamiento del territorio como elemento central de transformación del país. Nadie había asociado la productividad al agua. Los colegas economistas dicen que si usted sube el salario, el empleo baja. Nosotros decimos que el agua determina el empleo. Sin agua no puede haber productividad empresarial.

P. Además de Keynes, usted leyó mucho a Marx. En un seminario de tres años leyeron cada semana un capítulo de El Capital, ¿hay algo del pensamiento de Marx en el plan?

R. Sí. Marx tiene mucho que enseñarnos. La gente a veces confunde a Marx con Lenin, con Stalin, incluso con el Che Guevara o con Hugo Chávez, pero el gran mensaje ético de Marx, que está en la crítica del Programa de Gotha, es que cada cual aporta a la sociedad según sus capacidades y recibe de ella según sus necesidades. Eso es una maravilla. Creo que Marx era un gran pensador. El manifiesto del partido comunista es una belleza, es un canto profético de lo que debería ser una sociedad: “proletarios del mundo entero no tenéis nada que perder, solo las cadenas”.