Estatuas de los niños héroes en el Castillo de Chapultepec, en Ciudad de México. ENZO FIGUERES (MOMENT EDITORIAL/GETTY IMAGES)

En las escuelas mexicanas, días antes del aniversario de la batalla de Chapultepec, es imperante que se pida un informe casi monográfico sobre los niños héroes. Los datos que sabemos: eran seis, uno de ellos rescató la bandera de México arrojándose con ella y eran muy jóvenes. De eso, las certezas que se tienen gracias a información verificada son pocas. Las monografías resaltan el patriotismo y temple que tuvieron para enfrentar a los soldados estadounidenses, pero hay muy pocos datos que afiancen la historia.

El doctor en historia Alfredo Ávila no lo califica como mito. En entrevista con EL PAÍS asevera que más bien se trata de una tradición y las tradiciones, asegura, tienen dos características, “la primera es que siempre tienen algún fundamento histórico y la segunda y más importante es que se van construyendo a lo largo del tiempo”. El también investigador explica que no se trata del acontecimiento en sí, sino que hay toda una construcción a lo largo de los años siguientes y hasta la actualidad. “Yo prefiero hablar de esta tradición de los niños héroes. Lo que ocurrió en septiembre de 1847 en el cerro de Chapultepec fue un enfrentamiento entre las fuerzas de Estados Unidos y las tropas mexicanas, de eso tenemos testimonios muy tempranos. El testimonio más directo y antiguo que tenemos es el libro Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos publicado por literatos mexicanos, entre los que destacan Guillermo Prieto. Lo que decía era que en el castillo de Chapultepec, los alumnos del Colegio Militar hacían fuego y fueron los últimos defensores de la posición”, añade.

Lo que se conoce sobre los niños héroes

Con la batalla de Chapultepec el asedio de las tropas norteamericanas había llegado a la capital del país. De acuerdo con el texto Si tan tenaz resistencia hubiera sido bien dirigida del historiador y filósofo Antonio García Cubas, el día 12 y 13 de septiembre “hubieron bombardeos seguidos durante 14 horas”. El historiador Alfredo Ávila menciona que durante esa batalla “en las tropas mexicanas habría que distinguir tres grupos, el primero sería el Batallón de San Blas encabezado por Santiago Xicoténcatl, algunas tropas regulares que debían estar protegiendo la Ciudad de México bajo el mando del general Nicolás Bravo y algunos cadetes del Colegio Militar que se encontraban en el castillo, donde algunos murieron y otros resultaron presos por las tropas estadounidenses”.

Los del coronel Xicoténcatl quedaron muertos en el campo de batalla, junto a él. Nicolás Bravo fue abandonado por Antonio López de Santa Anna y tal como lo relató el escritor Guillermo Prieto “las tropas no eran suficientes”. Con un ejército débil y limitado, Bravo ordenó a los cadetes regresar a sus casas, pero de 50 alumnos del Colegio Militar, la mitad se quedaron. “Un acto irresponsable de desobediencia”, de acuerdo con el historiador Enrique Plasencia de la Parra.

No se niega la participación de los cadetes durante el combate. Hay informes que muestran los nombres de algunos de ellos. De acuerdo con Ávila, “tenemos muy bien documentada la participación de gente como Agustín Melgar, Vicente Suárez y Francisco Montes de Oca, todos cadetes del Colegio Militar; pero es discutible lo que pasa con Juan de la Barrera, quien ya había egresado del Colegio (lo que hace un poco raro que se le incluya), y Juan Escutia y Francisco Márquez de los que no existen muchos datos. De Juan Escutia solo se conoce su fe de bautizo en San Blas, Nayarit en 1827; pero no existe un testimonio que afirme que haya ingresado al Colegio Militar. Los cadetes estaban en la parte alta del cerro, hubo disparos, algunos combatieron, la mayoría fueron hechos prisioneros por el Ejército de los Estados Unidos. Es todo lo que tenemos en documentación que se puede probar”.

Entonces, ¿quién se aventó con la bandera?
No existe información que indique que Juan Escutia fue un cadete o estuvo en la batalla de Chapultepec. Tampoco hay información o testimonio sobre el acontecimiento de la bandera en los informes militares. Es hasta 1892, 45 años después de la batalla, cuando se tienen datos sobre la defensa del lábaro patrio; sin embargo, no hay algún nombre que vincule a Escutia con el asunto. A Agustín Melgar y Fernando Montes de Oca también se les ha atribuido la hazaña en diferentes informes.

Este hecho también se le ha reconocido al artesano Margarito Suazo, quien participó en la batalla de Molino del Rey el 8 de septiembre. De acuerdo con los escritos por el historiador Ernesto de la Torre, “el día de la acción, Margarito se excedió en el cumplimiento del deber. Atropellado por un gran número y hecho una criba a bayonetazos, quedó por muerto, asido a su bandera. Sintiendo que moría, se incorporó, se despojó de su ropa, enredó su bandera a su cuerpo, que chorreaba sangre, y expiró”.

¿Por qué los niños héroes son reconocidos y no otros personajes de la historia?
Miguel Miramón, quien había sido cadete del Colegio Militar y había sido parte de la batalla de Chapultepec es el primero en hacer referencia al enfrentamiento que tuvo lugar en la cima del cerro junto a sus compañeros, “una cosa paradójica” puntualiza el historiador Alfredo Ávila, “porque después sería Miramón el líder de los conservadores”.

Se promovió la construcción de monumentos para las figuras emblemáticas durante la intervención y hasta el Gobierno de Benito Juárez se dio mayor relevancia a la batalla del 13 de septiembre. Así lo relata el investigador Enrique Plasencia de la Parra. “Fue hasta la república restaurada, una vez que los mexicanos triunfan sobre los franceses, los nombres y hazañas de aquellos que enfrentaron al Ejército estadounidense salieron a la luz”.

En 1870 se hace referencia por primera vez a los cadetes del Colegio Militar y sus actos valerosos en Compendio de la historia de México de Manuel Payno y un año después, tal como lo menciona en entrevista Ávila, “una asociación de estudiantes del Colegio Militar propusieron por primera vez que se declarara día de luto nacional. Invitaron al presidente Juárez a asistir a una celebración que se hizo en Chapultepec y se empezó a hablar de los héroes de Chapultepec”.

A comienzos del siglo XX empieza a llamárseles niños. Esto toma auge por un poema muy famoso de Amado Nervo llamado Los niños mártires de Chapultepec de 1903.

“Como renuevos cuyos aliños

un viento helado marchita en flor,

así cayeron los héroes niños

ante las balas del invasor”.

Otros poetas como José Tomás de Cuéllar, Luis G. Urbina, Rafael Cabrera y Carlos Pellicer escribieron e interpretaban poemas a los niños héroes.

El mismo Colegio Militar fue el órgano que patrocinó y encumbró la figura de los cadetes como una llena de símbolos patrióticos. Según el investigador Enrique Plasencia de la Parra, “el interés fundamental de la Asociación de Excadetes del Colegio Militar era dignificar al Colegio Militar, situándolo como paradigma de lealtad a las instituciones”. Paulatinamente, el Estado también retoma esos valores y los lleva a un ámbito civil. La gente se apropió de la figura de los niños héroes. Los dotaron de connotaciones positivas, de entrega y sacrificio, de amor patriótico, esperanza y lealtad, como refiere Plasencia.