Aunque Germán Cueto (1893-1975) fue uno de los artistas más vanguardistas de México durante mediados del siglo XX, hasta el momento no ocupa el lugar que merece, afirma Enrique Villa, director del Museo Federico Silva y curador de la exposición Germán Cueto. Una visión vanguardista, que abrió ayer en el Museo Nacional de Arte (Munal).

La exhibición, que permanecerá abierta al público hasta el 27 de noviembre, contiene 73 piezas entre esculturas, máscaras, pinturas, piezas de alambre, dibujos y esmaltes, que reflejan el trabajo de un vanguardista en su tiempo, en su coordenada y un precursor de otras vanguardias, explica el también curador Héctor Palhares.

Así que en esta muestra se puede apreciar que, antes que Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo y los demás integrantes de La Ruptura, Cueto incursionó en geometrías, planimetrías y juegos con técnicas artísticas y con una propuesta que no encontró cabida dentro de la Escuela Mexicana de Pintura y Escultura, impulsada por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, apunta.

En ese contexto había ocupaciones focales en términos de justicia social, reivindicación de clase obrera y campesina, mientras que Cueto no entraba en ese tiempo y de ahí que lo consideremos un vanguardista dentro y fuera de su propia época, porque él llegó con un discurso distinto”, asevera Palhares.

Por esta razón, cuando se aprecia una pieza como Cabeza cubista (1948), de Cueto, abunda el curador, “vemos los grandes ecos de la tridimensionalidad de Picasso y el desdoblamiento y la lectura de diferentes dimensiones en un mismo plano, que en México era una coordenada completamente revolucionaria. De ahí que el artista haya ido en disparidad con los valores plásticos (de la época) y se convirtiera en una figura señera y en un paradigma de modernidad en México”.

Además, ha sido referenciado el principal escultor del movimiento estridentista, una corriente de vanguardia mexicana que tuvo como principal característica la multidisciplina, lo cual puede verse en piezas como Leda y el cisne, Mujer, El bufón y en su serie de máscaras.

Luego de su viaje por Europa de 1927 a 1932, el artista volvió a México para dedicarse al teatro guiñol, la danza e intensificó la creación de máscaras al poner varias puestas en escena, entre las que destaca el ballet La Coronela, de 1940, que se presentó en el Palacio de Bellas Artes, con coreografía del Ballet Waldeen, música de Silvestre Revueltas y la participación de Seki Sano. Palhares también destaca los proyectos urbanos de Cueto, de los cuales sólo se concretó El corredor (1968), en el contexto del llamado Milagro Mexicano, cuando se realizaron grandes proyectos como Ciudad Universitaria, que convocaron a Juan O’Gorman, Siqueiros, Rivera y Chávez Morado”, ante lo cual “más que el Estado, a lo mejor alguna estancia particular pudiera apoyar, a partir de bocetos y maquetas de Cueto, a concretar (post mortem) alguna de sus piezas de arte público”.

¿Existe algún catálogo razonado que dé cuenta de las mil 700 piezas que resguardan la fundación Fomento Cultural del Norte Potosino y la promotora cultural Ysabel F. Galán? “No, no existe como tal. El Museo Federico Silva hizo una publicación interesante de su obra, que se llama Una visión vanguardista, con textos de Luis Ignacio Sáinz, Enrique Franco Calvo y Evodio Escalante, que es uno de los investigadores que con mayor pertinencia ha abordado la plástica de Cueto, pero es otro de los grandes retos”.

Finalmente, Enrique Villa destaca que Cueto impulsó la simplificación geométrica; “lo cual podemos ver muy bien en sus máscaras, que conservan las líneas esenciales, lo que otorga a su trabajo una impronta inconfundible”.

E insiste en que, pese a realizarse revisiones importantes en Bellas Artes y en otros museos del país del artista, “no está en el sitio que le otorgaría su talento y su creatividad original”.

Además, explica que recientemente el MOMA de Nueva York adquirió cuatro piezas de Germán Cueto, las cuales no serán incluidas dentro de los artistas mexicanos ni latinoamericanos, sino con las vanguardias europeas.

MEDALLA AL MÉRITO FOTOGRÁFICO
La fotógrafa mexicana Vida Yovanovich recibirá hoy la Medalla al Mérito Fotográfico, que otorgan la Secretaría de Cultura y el INAH.

La autora, quien recibirá el galardón en el 23 Encuentro Nacional de Fototecas, se define “un poquito socióloga, un poquito psicóloga y un poquito fotógrafa”. En más de 40 años, ha desarrollado proyectos alrededor del abandono, el rechazo, la soledad, el paso del tiempo y el encierro en una prisión, un campo de concentración, un asilo o una habitación.

— De la Redacción