Benito Juárez Durante el periodo juarista, México dejó atrás las instituciones virreinales, aseguran historiadores. Ilustración: Erik Zepeda.

Aunque Benito Juárez García (1806-1872) es recordado como el modesto pastorcito que llegó a la Presidencia de México a base de esfuerzo y estudio para convertirse en héroe y símbolo de nuestra historia, se deben considerar sus aportaciones, aún visibles en nuestro tiempo, así como sus claroscuros.

Así lo expresan a Excélsior los historiadores Raúl González Lezama y Cecilia Vargas, quienes evocan al Benemérito de las Américas, en su 150 aniversario luctuoso, que hoy se conmemora.

Lo primero, indica González Lezama, es comprender que las Leyes de Reforma (1859) modernizaron a México. “México había logrado su independencia en 1821, pero seguíamos viviendo con un pie anclado en el virreinato, porque gran parte de nuestras instituciones y de la construcción social y política estaban asentadas en instituciones virreinales”, describe.

“Tan es así que la Iglesia y el Ejército eran instituciones más sólidas y conformadas, es decir, ni siquiera el gobierno de la República tenía la fuerza de ambos estamentos, los cuales sí tenían una organización previa, por lo que el gobierno era bastante débil ante la Iglesia y el Ejército”, dice.

Juárez y los políticos de su generación comprendieron la importancia de separar la Iglesia del Estado y quitarle las prerrogativas que tenía, como el registro de nacimientos, matrimonios y muertes. “Esto lo realizaba la Iglesia, pero le pertenecía al Estado para tener un control sobre su propia sociedad”, aunado a la libertad de culto.

En suma, explica el ensayista y actual subdirector de investigación histórica del INEHRM, Juárez tuvo dos grandes aportaciones: la modernidad de México, al que consolidó como Estado libre y soberano; y la defensa de la independencia y soberanía de México, tras lograr que Francia desistiera de su intento (de invasión)”.

RÍOS DE TINTA

La historiadora Cecilia Vargas considera que Juárez no dejó un legado individual, “sino que él fue parte de un grupo, de una generación y de un partido, así que esas conquistas que se le atribuyen son logros colectivos y generacionales”.

¿Qué destacaría del personaje? “Su legado más vivo, que podemos atestiguar en nuestra vida cotidiana, es el que tiene que ver con las libertades individuales y con el derecho a participar en política, de elegir a nuestros gobernantes, de expresar nuestras opiniones y nuestro descontento, es decir, la libertad de pensamiento y la religiosa”.

Pero hay otra parte de su legado que ha quedado en una aspiración, admite. “Tristemente, nuestro país y su realidad institucional no nos dejan hablar de que algunos logros de Juárez sean una realidad plena, por ejemplo, en la institucionalidad y la convicción de que para que una nación funcione hace falta un Estado de derecho en el que nadie esté encima de la ley”.

Y agrega: “La realidad nos ha mostrado que nuestro sistema político y jurídico aún deja mucho que desear en cuanto al Estado de derecho, y lo vemos diariamente en todo el país, con la violación de derechos humanos en todos los ámbitos”.

Por último, Vargas asegura que el llamado de la historia es a pensar en nuestros héroes desde una perspectiva crítica, reconociendo que estos personajes no son la escultura de bronce o de mármol que nos han contado.

“En el caso de Juárez, se han generado ríos de tinta, pero siempre sale airoso porque en la balanza pesa más lo bueno, o es lo más conveniente para la narrativa oficial”, explica.

Pero aún en su momento de esplendor, los conservadores lo calificaron de vendepatrias, jacobino y proyanqui, mientras que los críticos del Partido Liberal, le cuestionaban su permanencia en el poder.

“(Los liberales) lo denominaban presidencialista, autoritario, centralista, criticaban su reeleccionismo y que se imponía por encima del pacto federal”.

“Recordemos que mientras estuvo en funciones, Juárez casi siempre gobernó con facultades extraordinarias, es decir, pidió al Congreso abreviar los procesos y que el Ejecutivo tuviera mayor capacidad para tomar decisiones, así que podía mover presupuestos o mandar tropas a reprimir alguna rebelión, lo cual fue muy criticado por los liberales”, concluye.

Explorarán sus rostros y sus mitos

El Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (Inehrm) conmemorará el 150 aniversario luctuoso de Benito Juárez con los foros La muerte de un hombre y El nacimiento de un símbolo, programados para hoy y mañana, 19 de julio, en formato presencial y transmitidos por sus redes sociales.

En el primer encuentro participarán los historiadores Erika Pani, Regina Tapia y Raúl González Lezama.

Y en el segundo diálogo estarán los historiadores Cecilia Vargas Ramírez y Carlos Mújica.

Benito Juárez falleció el 18 de julio de 1872, a las 23:30 horas, en sus habitaciones del ala norte del Palacio Nacional, a consecuencia de una enfermedad de las arterias coronarias, que en la época fue diagnosticada como una “angina de pecho”.

Cabe señalar que el momento fatal fue producido por un infarto al miocardio, enunciado en su acta de defunción como una “neurosis del gran simpático”.

Además, se sabe que, durante sus últimas horas de vida, Juárez recibió en sus habitaciones a su ministro de Relaciones Exteriores José María Lafragua, con quien trató asuntos generales; y al general Ignacio Alatorre, con quien habló sobre las acciones a emprender contra los rebeldes en Puebla.

— Juan Carlos Talavera