La gobernadora de Chihuahua, Maru Campos, ha anunciado este miércoles por la tarde que han sido localizados los cadáveres de los dos sacerdotes jesuitas y el guía de turistas acribillados a balazos el lunes dentro de la iglesia de Cerocahui, en el corazón de la sierra Tarahumara. Según la información oficial, un grupo de criminales liderados por José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco, irrumpió en el templo el lunes por la tarde y asesinó primero a Pedro Palma, de 60 años, guía turístico conocido en la zona, y después, a los sacerdotes que corrieron a auxiliarlo, Javier Campos, de 79 años y Joaquín Mora, de 80. Los criminales arrastraron sus cuerpos a una camioneta y huyeron. Los tres hombres se encontraban desaparecidos hasta este miércoles.
La indignación nacional e internacional de la comunidad jesuita, que ha incluido la condena incluso del papa Francisco este miércoles, ha presionado a la Fiscalía estatal para localizar los cadáveres de los dos sacerdotes que llevaban casi toda una vida trabajando en una de las zonas más pobres y marginales de México. “Gracias a un esfuerzo extraordinario de la Fiscalía General del Estado, comandada por el maestro Roberto Fierro, hemos logrado localizar y recuperar —y esto comprobado por medicina forense— los cuerpos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos, Joaquín Mora y del guía de turistas Pedro Palma”, ha señalado Campos en un comunicado difundido a través de sus redes sociales.
El hijo del guía turístico Pedro Palma, Ricardo, contó a EL PAÍS este martes que recibió una llamada el lunes de una compañera de su padre avisándole de lo sucedido. “Mientras se encontraban cenando en el hotel Misión Cerocahui de hoteles Balderrama, un grupo armado irrumpió y se lo llevó a él y a un grupo de turistas. No sabemos cuántas, ni quiénes”, explicó a través de WhatsApp, camino de México. Él estaba en Barcelona cuando recibió el aviso sobre su padre. El hijo es médico y se encuentra haciendo una especialidad en un hospital español. “La camioneta van de turismo que conducía se quedó fuera del hotel, abandonada”, ha añadido Palma. A pesar de esas afirmaciones, la Fiscalía no ha vinculado el secuestro de las cuatro personas, supuestamente turistas, con el asesinato del guía y los dos sacerdotes.
Pedro Palma era un guía turístico con más de 40 años de trayectoria en la sierra Tarahumara. “Nació en la comunidad de Teporachi y a los 12 años emigró hacia Estados Unidos para poder mantener a su madre y a sus hermanos”, relata su hijo. Después regresó y montó una empresa turística junto a su mujer. Y llegó a trabajar para agencias internacionales como Grand Circle Travel, Caravan Tours y American Orient Express. “Siempre apoyó tanto a la Casa Hogar de niños en Chihuahua, como a las escuelas tarahumaras en la sierra”, contó su hijo en una entrevista a este diario.
Los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora conocían la sierra como la palma de su mano. Campos, de 79 años y nacido en Ciudad de México, era el superior de la orden en la región, donde llevaba desde los 30. Iba a cumplir 50 años de trabajo en esta zona de la sierra Tarahumara, azotada por el crimen organizado y que, sin embargo, no quería abandonar. Solía calzar botas vaqueras para caminar a gusto por los caminos de terracería y se dejaba ver hasta en las comunidades más apartadas. Mora, de 81 años y nacido en Monterrey, llevaba 23 años en la zona y vestía con pantalones de mezclilla y una camisa a cuadros. Era más tranquilo que Campos y hablaba peor el rarámuri, pero también es recordado como un gran misionero.
Tras el rastro de El Chueco
El anuncio se ha producido poco después de que la Fiscalía estatal ofreciera una recompensa histórica en Chihuahua de cinco millones de pesos (unos 250.000 dólares) para todo aquel que diera una pista sobre el paradero del principal sospechoso del triple crimen: José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco. Ninguna autoridad ha explicado, no obstante, cómo ha sido posible la recuperación de los cadáveres, que habían sido arrastrados por los criminales en una camioneta y que buscaban engrosar la tragedia de los más de 100.000 desaparecidos en el país. Ni dónde, ni cómo han encontrado los cuerpos. Y tampoco si hay algún detenido tras este hallazgo.
Según la información que proporcionó el martes la Fiscalía, el 20 de junio además del asesinato de los tres hombres, se produjo el secuestro y desaparición de cuatro personas más. Dos hombres, una mujer y un menor de edad, de los que las autoridades no han informado ningún avance en la investigación. Tampoco han señalado si estas desapariciones están relacionadas con el triple crimen de la iglesia de Cerocahui.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador informó este miércoles que ha enviado a soldados del Ejército para participar en la búsqueda de los cadáveres y la captura de El Chueco, a quien consideran un líder del narco local, acusado de homicidio y delincuencia organizada. “Se está haciendo una investigación, hay ya elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, que actuó de inmediato, hay una búsqueda. Ya se tiene identificado al responsable, al homicida, y vamos a seguir con las investigaciones”, señaló el mandatario.
El Chueco es un líder local del narco que se ha hecho fuerte en la sierra Tarahumara desde hace años, sin que una autoridad haya frenado su poder y está vinculado al cartel de Sinaloa, según los reportes oficiales. En octubre de 2018 fue el principal sospechoso del asesinato de un profesor estadounidense Patrick Braxton-Andrews, que según la información oficial fue acribillado tras ser confundido con un agente de la DEA (Agencia Antidrogas de Estados Unidos). Y su nombre se hizo entonces famoso en cada uno de los municipios aislados de los montes. A nadie se le escapaba que él era el dueño del corazón de la Tarahumara: en San Rafael, Ciénega de Trejo, Guadalupe Coronado, Mesa de Arturo, Cerocahui y Bahuichivo.
Los hombres de Portillo controlan la siembra y trasiego de drogas en la región, cuya orografía imposible y aislada dificulta la revisión de las autoridades sin que sean identificados por los criminales. También han hostigado a pobladores indígenas para arrebatarles las tierras, provocando el desplazamiento de cientos de personas.