El ministro del Interior libanés, Basam Maulawi, anuncia resultados parciales de la legislativas del domingo, el lunes en Beirut. LOUAI BESHARA (AFP)

Hezbolá y sus aliados se disponen a perder la mayoría en el Parlamento, de acuerdo con los resultados preliminares de las elecciones legislativas celebradas el domingo manejados por la prensa de Líbano. El premioso escrutinio del Ministerio del Interior seguía arrojando en la tarde del lunes datos parciales de las circunscripciones donde ya se había completado el conteo de votos. Mientras el llamado Partido de Dios ha resistido con firmeza y conserva sus escaños en feudos tradicionales de la periferia de Beirut y del sur del país, sus socios musulmanes chiíes de Amal, del presidente de Parlamento, Nabih Berri, y los cristianos maronitas del Movimiento Patriótico Libre, del jefe del Estado, Michel Aoun, han retrocedido aparentemente respecto a los comicios de 2018. Entonces apuntalaron con una mayoría de 71 de los 128 escaños de la Cámara la deriva proiraní del heterogéneo país mediterráneo. Tres años después del estallido de la mayor crisis política y económica desde la sangrienta guerra civil de Líbano (1975-1990), los electores han dado ahora la espalda al sistema de partidos sectarios con una abstención del 59%, ocho puntos más que en los anteriores comicios.

Del revés sufrido por el bloque de Hezbolá, un partido-milicia fuertemente armado que constituye un Estado dentro del Estado, no ha emergido, sin embargo, un frente alternativo consistente. Las Fuerzas Libanesas (FL), un movimiento ultraderechista cristiano ligado a las extremistas Falanges de la guerra civil, parecen haber sido las principales beneficiadas del retroceso de los partidos musulmanes suníes, forzado por la retirada de la política del ex primer ministro Saad Hariri. Al igual que las fuerzas suníes, FL también se alinea con Arabia Saudí en la disputa de potencias regionales que libra frente a Irán en la escena política de Líbano.

Al margen de los bloques enfrentados que polarizan la sociedad libanesa, unos pocos candidatos independientes —al menos cinco, según estimaciones de Reuters—, han podido sortear los escollos de una ley electoral que prima a las históricas formaciones religiosas y étnicas para obtener un escaño. Se trata de nuevos líderes surgidos de las protestas juveniles de 2019 contra un régimen corrupto e ineficaz. La explosión que devastó el puerto de Beirut en 2020, con un saldo de más de 200 muertos y 5.000 millones de euros en daños materiales, ha sido el emblema de la movilización de los votantes jóvenes de las ciudades para intentar reinventar un país que solo les ofrece la emigración como alternativa a la pobreza. El 63% de los libaneses con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años reconoce que está pensando en dejar el país.

Bloqueo político
Los resultados provisionales y parciales de las legislativas anticipan un prolongado bloqueo político para elegir, primero, a un presidente del Parlamento, cargo que corresponde a un diputado de la comunidad chií, según los acuerdos de Taif (Arabia Saudí), que pusieron fin a la guerra civil. Después habrá que fraguar un complejo consenso para investir a un primer ministro necesariamente suní. Sin Gobierno estable integrado por ministros de perfil técnico cualificado, la comunidad internacional y el Fondo Monetario Internacional ya han advertido de que no ejecutarán los programas de ayudas masivas aprobados para rescatar a la economía libanesa de una crisis que ha sumido al 80% de la población bajo el umbral de la pobreza. Por último, la nueva Asamblea legislativa, previsiblemente aún más fragmentada que la saliente, deberá designar al presidente de la nación que relevará a Aoun en otoño, un puesto reservado para un cristiano maronita.

Uno de los mayores vuelcos sufridos por el bloque que sostiene a Hezbolá ha sido la salida del Parlamento del líder histórico druso (minoría religiosa de Oriente Próximo) en el distrito de Monte Líbano, Talal Arslan, quien no ha podido revalidar el escaño que ocupaba desde hacía tres decenios. El líder ecologista Marc Daou, un profesor universitario que lideró las protestas callejeras de la Tahura (Revuelta) en Beirut en el otoño de 2019, le ha arrebatado el acta de diputado en esa circunscripción del área metropolitana de la capital.

Fuerzas Libanesas, partido emergente cristiano
Fuerzas Libanesas, la formación que más ha crecido desde las últimas elecciones, al pasar de 15 a al menos 20 diputados, encabeza ahora el frente de rechazo a la hegemonía de Hezbolá entre los sectores suní y cristiano, y aspira a desplazar al partido del presidente Aoun como fuerza de referencia entre los maronitas. “Vamos a plantar cara a Hezbolá y a imponer su desarme”, advertía el candidato de Fuerzas Libanesas Michel Fallah, abogado de 41 años, mientras hacía campaña en plena jornada electoral en el distrito cristiano de Ashrafiye, en el centro de Beirut. Rodeado de guardaespaldas encuadrados en la ultraderecha cristiana, Fallah recibía también el apoyo de votantes suníes enfrentados al poder chií del Partido de Dios.

Milicianos vinculados a las Falanges cristianas y las Fuerzas Libanesas estuvieron involucrados en 1982, en plena guerra civil, en la matanza de cientos de civiles palestinos de los campamentos de refugiados de Shabra y Shatila, en las afueras de Beirut, ante la indiferencia del Ejército de Israel, que entonces ocupaba Líbano. El pasado octubre, Amal y Hezbolá acusaron a pistoleros de Fuerzas Libanesas del tiroteo registrado cerca de Beirut en el que murieron siete militantes chiíes que se dirigían a una manifestación, en uno de los incidentes más violentos entre grupos rivales desde el fin de la guerra civil.

Líbano ya es un Estado fallido, según ha declarado el relator especial para la Pobreza Severa de Naciones Unidas, Olivier De Schutter, quien responsabiliza de la bancarrota a la élite política y financiera del país. “La impunidad, la corrupción y la desigualdad han conducido a un sistema político y económico venal”, ha advertido este experto independiente, designado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Al frente del Gobierno se situará previsiblemente el multimillonario Nayib Mikati, quien ya logró formar Gobierno el pasado septiembre después de 13 meses de caos. Mikati ya había ejercido como primer ministro en 2005 y de 2011 a 2014. Encarna el modelo clientelar de reparto de poder que ha conducido a la ruina y el desgobierno a Líbano. También es uno de los libaneses más ricos, tras vender en 2005 su compañía de telecomunicaciones, por 4.650 millones de euros. La libra, la moneda nacional, ha perdido más del 90% de su valor frente al dólar en los tres últimos años y la inflación se ha disparado por encima del 200%. Mientras, los ahorros en divisas de los libaneses permanecen bloqueados en los bancos, en un corralito interminable que solo permite retirar de los cajeros automáticos hasta 200 euros al mes.