Dos ciudadanos caminan frente a un cartel con el cambio del yen en Japón. KIMIMASA MAYAMA (EFE)

El valor del yen continúa en caída libre. La moneda japonesa se desplomó este jueves hasta alcanzar un nuevo récord a la baja en su cotización frente al dólar, después de que el Banco de Japón reafirmase que mantendría sin cambios sus políticas monetarias ultraflexibles y subrayase su determinación de mantener los tipos de interés en niveles mínimos. Tras finalizar su reunión regular sobre política monetaria, la entidad bancaria ha dejado claro que no tiene prisa por iniciar una transición hacia políticas más estrictas como las que aplican la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo, reiterando que el enfoque adoptado por Tokio no se rige por el de Washington.

Un dólar llegó a comprarse a 130 yenes este jueves, su precio más caro frente a la divisa japonesa desde abril de 2002. La depreciación del yen —que ya había alcanzado su nivel más bajo en dos décadas el pasado día 13— se aceleró tras conocerse que el Banco Central de Japón llevará a cabo compras ilimitadas de bonos del Estado de interés fijo “todos los días laborables”. Con esta medida se busca frenar el aumento del rendimiento del bono japonés a 10 años, que había alcanzado beneficios del 0,25%, el límite permitido por la autoridad monetaria nipona. Para tal propósito, el organismo continuará fijando los tipos de interés a corto plazo en -0,1% y mantendrá los rendimientos de los bonos a una década en torno al 0%.

El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, expresó que, aunque las operaciones en el extranjero están aumentando sus beneficios, dicha situación no puede servir como justificación para aumentar las tasas de interés de los préstamos en suelo japonés. “Queremos evitar que los tipos de interés a largo plazo se coticen por encima del 0,25%, porque es inapropiado”, aseveró, y agregó que no ha cambiado su opinión sobre que un yen débil beneficia a la economía del país.

La devaluación de la divisa japonesa frente a la estadounidense favorece a las empresas con proyección internacional, ya que estas pueden aumentar su capacidad de compra en Japón al cambiar la moneda extranjera a yenes. Sin embargo, para una nación tan altamente dependiente de las importaciones de materias primas y energía, el hundimiento del yen puede tener un impacto negativo en el poder adquisitivo de los ciudadanos y afectar a aquellas compañías orientadas al mercado local, las cuales estarán obligadas a pagar mayores costes de importación.

El plan de Tokio contrasta enormemente con el de Washington. A finales de marzo, la Reserva Federal de Estados Unidos, referencia mundial para el mercado de deuda, anunció la primera subida de los tipos de interés desde 2018 para tratar de contener el terremoto inflacionario provocado por la guerra en Ucrania, y hace una semana adelantó que en la reunión de mayo estará sobre la mesa alzar aún más las tasas de interés. Esta divergencia de políticas entre la primera y la tercera economía mundial amplía la brecha entre el rendimiento de los bonos de los gobiernos japonés y estadounidense, lo que disminuye la demanda del yen y provoca que los inversores internacionales opten por vender sus títulos en el mercado de valores nipón.

El Banco Central japonés también comunicó que continuará con su programa de expansión cuantitativa y con la política de control de la curva de tipos de interés para alcanzar el objetivo de inflación del 2% que Kuroda fijó como meta para la estabilidad de precios en 2013. Aunque el aumento de los precios de la energía y las materias primas, así como la debilitación del yen, está provocando un repunte de la inflación, los expertos consideran que será transitoria y que el gobernador no logrará ese objetivo antes de abandonar su cargo en abril del próximo calendario. De acuerdo con las previsiones publicadas este jueves, se espera que en 2022 la inflación subyacente (reflejada por el índice de precios al consumidor cuando no se tienen en cuenta ni los productos energéticos ni los alimentos frescos) aumente un 1,9% interanual, para después moderarse en torno al 1,1% en 2023 y 2024.

Las políticas expansivas del Banco Central japonés han recibido el respaldo del primer ministro, Fumio Kishida, quien el martes aseguró que esperaba que se continuara avanzando hacia una inflación del 2%. No obstante, mostró su preocupación por las rápidas fluctuaciones de la moneda, las cuales, a su juicio, son “desfavorables”. La devaluación del yen, sin embargo, ha animado este jueves a los inversores japoneses, recientemente cautelosos ante las dudas sobre si el rebrote de covid-19 en China provocará interrupciones en la cadena mundial de suministros. La Bolsa de Tokio cerró con un avance del 1,75% en su principal indicador, el Nikkei, tras experimentar pérdidas en la víspera.