La canciller alemana, Angela Merkel, junto al alcalde de Templin, Detlef Tabbert, y Franz-Christoph Michel, durante la celebración de los 750 años del municipio.ANNEGRET HILSE / REUTERS

Los últimos fines de semana han sido movidos en Templin. Esta localidad del este de Alemania entró el primer domingo de septiembre en el Libro Guinness de los récords por organizar la mesa de desayuno más larga del mundo, de 505 metros, desbancando a la estadounidense Memphis. Pero el día realmente importante fue el viernes siguiente. Dentro de los actos de conmemoración del 750 aniversario de este pequeño municipio de 16.000 habitantes, el alcalde colocó la primera piedra del futuro jardín de infancia. El acto tuvo una invitada de excepción, la canciller Angela Merkel. “Vengo aquí, donde tengo mis raíces. Siempre tendré una estrecha relación con Templin”, dijo entre aplausos.

A pocos días de las elecciones que marcarán el fin del larguísimo mandato de Merkel, el pueblo parece dividido. Por una parte, muchos de los que caminan por el centro muestran su orgullo por la mujer que pasó allí su infancia —de los 3 a los 19 años, cuando se marchó a Leipzig a estudiar Física— y que ha paseado el nombre de Templin por todo el mundo. Otros la critican por haber dejado entrar 900.000 refugiados en el país en 2015. Pero la mayoría insiste en que no piensa votar a su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU).

“Respeto lo mucho que ha logrado. Pero mucha gente que conozco duda qué hacer el domingo: o abstenerse o votar a Alternativa para Alemania (AfD)”, asegura un hombre que compartió colegio con la mujer más poderosa del mundo y que pide que su nombre no aparezca en un periódico extranjero.

Estas opiniones no son por aquí nada raro. El este de Alemania es, con mucha diferencia, donde más éxito tiene el partido ultra que surgió primero como reacción a las ayudas al sur en la crisis del euro, más tarde abanderó la crítica a la política migratoria de la canciller —con gritos constantes de “Merkel tiene que irse” y “Merkel traidora”— y ahora se centra en atacar la gestión de la pandemia. En Templin —en realidad, en todo el Estado de Brandeburgo—, el voto a AfD se disparó en las elecciones regionales de 2019 hasta la segunda plaza, muy cerca del primer puesto que ocuparon los socialdemócratas. Dos años antes, en 2017, la CDU había sido el partido más votado en el pueblo en las elecciones federales, a las que sí se presentaba Merkel (aunque por otra circunscripción). AfD quedó segundo.

Detlef Tabbert rige el pueblo desde hace más de una década. Sorprende que este alcalde de la formación poscomunista Die Linke parezca el mayor fan de la política democristiana. Reconoce que en su partido hubo gente a la que no le gustó que en 2019 la nombrara hija predilecta de la localidad. “Lleva 16 años en el cargo y no se le conoce ni un escándalo. Y, por primera vez, un canciller deja el poder voluntariamente, sin aferrarse al sillón”, asegura en su despacho del Ayuntamiento.

Pese a vivir solo 16 años en Templin, Merkel va allí regularmente. La madre, Herlind Kasner, siguió dando clases de inglés en la escuela para adultos del pueblo hasta poco antes de su muerte, hace dos años. Bajo la dictadura comunista de la República Democrática Alemana (RDA), la niña Angela aprendió pronto que debía tener sumo cuidado con lo que decía ante desconocidos. Pero, de puertas para adentro, en la casa del párroco Horst Kasner se fomentaba el debate. La hija mayor se empapaba de política viendo la televisión del país hermano al otro lado del telón de acero.


La casa de Templin en la que creció Angela Merkel. JOHN MACDOUGALL / AFP

El periodista Stefan Kornelius, autor de la biografía La canciller y su mundo, cree que ese aprendizaje del silencio como herramienta de supervivencia ha sido decisivo en su forma de entender el poder. “La experiencia de haber pasado sus primeros 35 años de vida en la RDA está muy dentro de ella”, explica por teléfono. Merkel aprendió a comportarse dentro de los límites que le permitía el régimen. Y Kornelius apunta que ese aprendizaje le ha sido de gran utilidad en la política. “Ha sobrevivido tanto gracias a no fiarse de nadie excepto de un grupo muy pequeño de gente, antes era la familia y ahora sus colaboradores más cercanos. Para ella, las cualidades más importantes son el silencio y la lealtad. Y saber esperar sin actuar hasta el momento adecuado. Todo eso que tan útil le ha resultado lo aprendió en Templin”, concluye Kornelius.

Mentalidad local
El alcalde Tabbert también cree que las calles que le rodean son clave para explicar la figura de Merkel. “Tiene un carácter introvertido, pero sabes que a la larga puedes confiar en ella. Y prefiere escuchar antes de emitir una opinión. Esta es una mentalidad que podríamos llamar prusiana, que abunda en la gente de aquí”, asegura.

Merkel es la primera canciller del este, pero es precisamente en esa zona donde su figura genera más rechazo. Y donde más triunfa AfD. Kornelius cree que muchos alemanes orientales no la ven como un ejemplo, sino como alguien que simplemente se ha adaptado al oeste. “Al menos ha mostrado que las barreras se pueden derribar en un país unido. Pero ella nunca se ha dirigido a esa sensibilidad. Rehúye de los victimismos. Y por eso en el este hay tanta gente que no la ve como una de los suyos”, dice Kornelius, jefe de política del diario Süddeutsche Zeitung.

La visita a Templin del pasado 10 de septiembre terminó antes de lo previsto porque la canciller tenía un encuentro en Polonia. En su despacho, Tabbert muestra una foto de ella en la que se acercó a saludar a los responsables del cátering. Es la muestra, según el que probablemente sea el político izquierdista más rendido a Merkel, de las bondades de su carácter: “Tenía prisa, pero no quiso irse sin agradecer el trabajo a esas personas. Son detalles que muestran cómo es cada uno”. El alcalde confía en que, a partir de este domingo, ella vaya a tener más tiempo para pasarlo con la gente que conoció de niña.