El futuro llegó antes de lo esperado, esencialmente antes de lo deseado, para Lionel Messi. Y a sus 34 años, después de más de dos décadas en el Barcelona, este domingo se despidió del club azulgrana. “Estaba convencido de que iba a seguir acá. Era lo que queríamos mi familia y yo. Hoy me toca despedirme de esto. Pasé toda mi vida acá, llegué con 13 años y me voy con mi mujer y con mis tres hijos catalanes argentinos. No tengo dudas de que vamos a volver porque es nuestra casa. Se lo prometí a mi familia”, contó el delantero argentino. Y no tardó en explicar su versión: “Lo más importante para mí es decirle la verdad a toda esta gente que tanto me dio. No sé si lo hizo el club, pero yo tengo claro que hice todo lo posible para quedarme. Estaba todo arreglado. Me bajé el sueldo un 50%. El resto es mentira. Y, después, nadie me pidió nada más”.
Al 10 se le atragantó su adiós. Pocos minutos después de las 12.00, Messi, ya lejos del chaval tímido y muy reservado que llegó, apareció en el Auditori 1899. Pero no podía hablar. “Estos días le he dado muchas vueltas a lo que tenía que decir. Y no me salía nada. No estaba preparado. Es muy difícil para mí”, se excusó. Nada más se quitó la mascarilla comenzó a llorar. La emoción del futbolista contagió a su esposa Antonella (sentada en primera fila junto a sus hijos, Thiago, Mateo y Ciro, y al presidente Joan Laporta) y a los empleados más veteranos del club. “Son muchos años con él”, comentó uno. No faltaron sus compañeros, acompañados por dos leyendas del barcelonismo como Puyol y Xavi, además del entrenador, Koeman. Fuera de las instalaciones, cientos de aficionados aguardaban la última imagen del 10.
En el verano de 2020, tras perder estrepitosamente en los cuartos de final de la Champions League ante el Bayern Múnich (2-8), Messi se cansó del entonces presidente, Josep Maria Bartomeu. “Me mintió muchas veces”, se quejó el rosarino. Decidió, entonces, que había llegado el momento de abandonar el Camp Nou. “El año pasado, cuando se armó todo el lío del burofax, sí que tenía claro lo que quería decir. Pero este año, no”, explicó el rosarino. Messi, sin embargo, elaboró un discurso meditado, cercano al aficionado, frío con la directiva, nunca alejado de su guion.
Laporta-Tebas
Cuando Laporta ganó las elecciones en marzo, Messi sonrió. De hecho, tuvo un gesto inédito en sus 20 años en el Barcelona: fue la primera vez que votó en unos comicios. “Que Leo haya venido a votar es muy significativo”, celebró Laporta, que se había presentado como el único candidato capaz de convencer al 10 de permanecer en el Barça. “El contrato de Leo lo arreglo en un asado”, insistió el nuevo presidente en una entrevista a La Vanguardia.
En abril, antes de que comenzara a negociar con el padre y representante del jugador, Laporta cenó con Messi. “Después de esa charla, estaba convencido de que iba a seguir. De hecho, mi contrato nunca fue un problema. Pero después pasó lo que pasó”, recordó el 10. Laporta y su vicepresidente deportivo, Rafa Yuste, fueron los encargados de liderar las negociaciones. Siempre bajo la supervisión del director de fútbol, Mateu Alemany, y el director general, Ferran Reverter, encargados de cuadrar los números de una economía en bancarrota, con la masa salarial descontrolada —110% de los ingresos— y con una deuda bruta de 1.173 millones de euros.
Las negociaciones entre Laporta y Jorge Messi, padre y representante del jugador, ausente este domingo en el Camp Nou, “progresaban adecuadamente”, según la versión del presidente. Laporta conversaba con el padre del jugador; Reverter y Alemany, con Javier Tebas, líder de LaLiga, para intentar aumentar el límite salarial del Barcelona, cifrado en 346 millones (un 46% menos respecto al año anterior). El 12 julio llegó el final. Al menos, según la versión del club, que coincidía con la de la familia del jugador. Messi y el Barça habían pactado un contrato hasta 2026 por 350 millones de euros (una media de 70 por año después de que su último salario fuera de 138, entre fijos y variables). El 10 pasaba a cobrar cerca de 20 millones la primera temporada, aumentaba sustancialmente en la segunda campaña e iba a disminuir en las últimas tres. El plan le encajaba al Barcelona y a LaLiga. “Hasta nos llegamos a dar la mano”, contó Laporta. Versión que Messi contrastó. “¿Falsas esperanzas?”, dijo el 10; “no, estaba todo arreglado. Creo que fuimos sinceros con la gente, por lo menos de mi parte”.