CIUDAD DE MÉXICO.- Si algo tenía Ricardo Tuca Ferretti era una confianza excesiva en su pierna derecha, ésa que afilaba como un arma día a día.

Los que recibieron alguna vez un pelotazo de él o vieron que anotaba de tiro libre, bautizaron sus disparos como Tucazos, algo que se fue haciendo común en las sobremesas de futbol hasta llegar a ser el agua de bautizo de un gol histórico para los Pumas.

Hoy se cumplen 30 años del Tucazo en la final de la temporada 1990-91 ante el América y esa jugada la recrea el ahora técnico de Bravos.

Me cometieron la falta a mí cuando intentamos hacer una pared (Lalo Córdova lo bloquea) y estando frente a la pelota tuve esa intuición de disparar pronto, era apenas el minuto 8, así que le dije a Abraham Nava que se quitara, que iba directo”.

En el análisis, el portero Adrián Chávez se ha escudado en que fue un error suyo, sin embargo, el disparo se convirtió en una leyenda entre la afición de los Pumas.

Era una realidad que Chávez, a esa hora de la tarde, en ese sábado de 1991, no veía la pelota y decidió dar un paso a la derecha, centímetros quiméricos que serían vitales para el desenlace.

Él da un paso y cuando quiere recobrar su posición se lanza, pero el balón ya ha pasado y alcanza a rozar con los dedos la pelota, sin embargo, iba muy fuerte”.

Tuca había anunciado su retiro un año antes, aunque Miguel Mejía Barón le veía cuerda todavía así que lo puso en la cancha con una generación incomparable de futbolistas, “mi gol es importante, pero para mí vale más lo que hizo el equipo en conjunto que lo que pude hacer yo en lo individual”, recuerda Tuca, quien en su desesperación le decía a Brizio, “acábalo ya por el bien del futbol mexicano”.

“QUÍTATE QUE VA DIRECTO”
Hay dos jugadores factoriales en el Tucazo: Abraham Nava y Juan Carlos Vera. A tantos años de distancia siguen creyendo en esas paradojas inquietantes, ésas de estar en un punto exacto, en un momento exacto.

Abraham Nava refresca la memoria, “estaba dando la espalda para que no vieran el balón, era una jugada prevista, estaba en el sitio que me tocaba, porque los cobradores eran Tuca Ferretti o Alberto García Aspe, de pronto, oigo la voz espesa de Tuca, ‘quítate Nava, va directo’, apenas me dio tiempo de reaccionar, de pronto oí un ¡pum! y sentí el silbido del aire”.

Para cuando volteó, el balón estaba pegando en las redes de la portería del América.

La trayectoria del esférico fue lineal, como si de la válvula saliera fuego y se fue elevando desde el césped hasta rayar una línea oblicua perfecta que se detuvo sólo en las piolas

Los osados jugadores del América, estaban en la barrera más que por voluntad, por obligación. Al poste derecho de Adrián Chávez estaba el más alto, Zague y al último quedaba Lalo Córdova, pero acabando el muro amarillo, Juan Carlos Vera se entrometió para agacharse y que justo la bola pasara por ahí.

Si no me muevo, también me lleva a mí”, relató en entrevista para Excélsior el chileno en el año 2017, “vi a Tuca tan concentrado que sabía le iba a pegar durísimo, como en los entrenamientos, me agaché un poco y el balón pasó por el sitio que quería Ferretti, fue un golazo”.

Muchos recuerdan el baile de Abraham Nava para festejar, como si se tratara de una cumbia frente a la banca del América dominada por Carlos Miloc, “fue para regresarles la burla. En el juego de ida, cuando el América anotó, bailó Edú y eso me dejó enojado, se las tenía que devolver”.

EL CIERRE DE UNA NARRACIÓN
Unos 15 días antes del Tucazo, le llegó una oferta de trabajo a Raúl Orvañanos, en ese momento narrador de la cadena de televisión Imevisión, que pasaba los partidos de los Pumas

Éramos la parte opuesta a Televisa y recuerdo ese partido con mucho cariño porque fue el último que narré, era una gran final y sabía que era mi despedida”.

Imevisión era dirigida en su parte deportiva por José Ramón Fernández, decano de la televisora del Ajusco.

No le había dicho a nadie. Acabando el juego, bajamos por las escaleras y le comenté que hasta ahí llegábamos, que me iba y le agradecía. Si había chance de despedirme en el programa estaba bien, si no, pues ni modo”.

La noticia le cayó pesada a José Ramón ese sábado pues Orvañanos se iba a Cablevisión que tenía nexos con Televisa.

Orvañanos recuerda su perspectiva del gol, “fue una narración complicada por el sol y lo cristales del Palomar que estaban rayados, entonces era un sitio poco cómodo para trabajar, además estábamos lejos”. Confiesa que cuando revive su narración no le gusta, “hoy la cambiaría por una más fuerte”.

EL GOL QUE CONVIRTIÓ A UN CHICO EN CAPITÁN
El chico tenía 14 años cuando vio el gol del Tuca Ferretti desde las tribunas y eso lo impulsó en definitiva, a ser jugador de los Pumas.

Se llamaba Joaquín Beltrán y la historia dictará que con el tiempo será el capitán del equipo y en esa misma cancha de Ciudad Universitaria levantará títulos de liga.

“Aquel gol me marcó, fue la catapulta para que me convirtiera en jugador, si no lo hubiera visto allí, quizá mi vida hubiera sido otra”. Joaquín Beltrán exjugador de Pumas

Su padre, catedrático de la Facultad de Arquitectura, consiguió los boletos y junto a su hermano, Joaquín Beltrán recuerda como un terremoto en el estadio el gol de Ferretti.

Jugaba en Pumitas. Dos años atrás me había tocado estar en un entretiempo en la cancha y era un deseo que tenía por crecer y ser capitán de Pumas. El gol lo vi a un lado de la banca visitante, la barrera del América me queda paralela”.

Beltrán revive emocionado lo que sucedió hace 30 años. En su mirada nubil estaba la afición oyendo el silbatazo de Arturo Brizio, tensando las mandíbulas. Los vasos de cerveza y refresco fueron bajados al piso como un ritual premonitorio, “todos sabíamos que por la distancia le iba a pegar el Tuca Ferretti”, los ojos como platos en una expectativa envolvente que tenía a los fanáticos en un rezo, “la explosión vino después, un mar de banderas, lluvia de cerveza y el gol, el Goya, todo lo tengo en mi cabeza”.

El silbatazo final trajo lágrimas en Joaquín y en su hermano, abrazados junto a su padre. Un capitán había nacido en ese momento gracias a un gol histórico e inolvidable.